Remontado el profundo debate relativo al catastrofismo, cuyo resultado es un vigoroso llamado a no llamar catástrofe a la catástrofe que estamos viviendo, sino todo lo contrario (¿Queda claro?) procede ahora atender la convocatoria oficial para, en unidad, aguantar los ramalazos sin chistar y sin convertir a la catástrofe en tema electoral, confiados en el buen criterio del mejor gabinete económico del mundo. La unidad es el único remedio para mantener el rumbo y eso es lo importante, Ya lo había dicho el perínclito Vicente Fox que había de cambiarse al jinete, mas no al caballo, sin importar los afanes suicidas del referido equino. Según esto, se atiende a la conseja ranchera que recomienda no cambiar de caballo a la mitad del río. Me queda claro, es imperativo sostener el modelo económico depredador, no obstante su rotundo fracaso nacional y mundial, por lo menos hasta que no estemos todos convencidos de su inoperancia y de su perversidad o, en su defecto, hasta que se haya consumado su destino manifiesto en la quiebra del la nación. ¡Cállense chachalacas disidentes! Mi verdad os hará esclavos pero, en premio a su aguante, serán los favoritos del patrón.
Ironías aparte, la verdad es que solamente así pudiera interpretarse el discurso del gobierno espurio que, no obstante la objetividad de los indicadores y la intensidad de la protesta social, insiste en mantener el rumbo. En definitiva, el tal Calderón muestra su total incapacidad para conducir al país hacia el progreso. No sólo no atiende a la crítica, creo que tampoco la entiende. Pretende que la unidad nacional se dé en torno a su muy particular decisión de mantener el famoso rumbo. Ya es hora de dar respuesta a la pregunta respecto de si es posible esperar hasta el 2012 para corregir los errores del régimen del fraude.
Es urgente salvar a México. Incluso salvarlo de la condena de un gobierno que, además de ilegítimo, resultó ser estúpidamente incapaz y criminalmente traidor. Urge un gobierno de salvación nacional, en el que puedan quedar incluidas todas las expresiones políticas a condición de ser patrióticas y nacionalistas, ajenas al manejo de privilegios para unos pocos y claramente comprometidas con el bienestar de la mayoría. Hay un enorme campo de coincidencias fundamentales entre corrientes de ideología distinta, entre las que es posible establecer acuerdos de emergencia ante la coyuntura que, valga repetirlo, es mundial y también nacional.
Andrés Manuel López Obrador y el Movimiento Nacional Popular formulan un proyecto de salvación económica que, por donde se le vea, no implica una transformación revolucionaria de tinte ideológico, sino de simple arreglo pragmático de las prioridades, reflejado en la definición del presupuesto público. Haciendo a un lado las simpatías o antipatías de orden personal, lo postulado por AMLO es un primer paso para convenir. En mi artículo anterior anoté que el discurso de Carlos Slim guarda un buen trecho de similitudes y, no dudo, que con él coincide un sector importante del empresariado mexicano. Los verdaderos priístas de hueso colorado encontrarían una gran semejanza con su declaración de principios y su programa de acción. Incluso los panistas de viejo cuño serían coincidentes en la propuesta. No se diga de lo que reclaman los sindicatos libres y las organizaciones campesinas. En todo caso, el proyecto está para ser debatido y enriquecido. Lo que no se vale es insistir en la suciedad de la campaña electoral que continúa satanizando a la figura de López Obrador que, dicho sea de paso, es el único político mexicano que ofrece un proyecto y que ha demostrado capacidad de ejecución y talante para concertar acuerdos sustantivos.
Me es claro que, aún siendo urgente, no existen los mecanismos de estado que permitan la creación de ese gobierno de salvación nacional. Un instrumento válido es el Congreso de la Unión, con todo y el desprestigio que lo distingue. El proceso electoral para renovar la Cámara de Diputados constituye una última oportunidad para la salvación nacional por la vía pacífica, a condición de que todos nos volquemos a participar intensamente en votar por los partidos que postulen el cambio, independientemente de sus conflictos de intereses personales; ya habrá tiempo para depurar el sistema de partidos; por lo pronto, la alternativa es votar contra Calderón y su proyecto fracasado y vendepatrias, incluidos el PAN y, en buena medida, el PRI.
Es preciso convertir la elección intermedia en una especie de referéndum de revocación de mandato o, por lo menos, lograr una mayoría nacionalista suficiente para que se gobierne desde el poder legislativo y se fuerce al ejecutivo a acatar el mandato popular. Las campañas ya están en marcha e irán tomando cuerpo en las próximas semanas. La parafernalia televisiva y de los intereses del privilegio de los pocos tienen clara la estrategia; se trata de ahondar en el desprestigio de la institución legislativa, para lo cual no requiere de mayor esfuerzo. El objetivo es desalentar la participación popular y dejar que las cosas mantengan el mismo rumbo; llevan ya muchos años en esta tarea y, en buena medida, lo han logrado.
El triunfo de Hugo Chávez y de la Revolución Bolivariana en Venezuela, logrado a contrapelo del poder mediático, muestra que un pueblo decidido a mandarse a sí mismo es suficiente para garantizar la salvación nacional. Las y los mexicanos tendríamos que atender a esa lección.
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