Ante el triunfo de Ahmadineyad, EEUU y el sionismo ensayan la “revolucion verde” en la Republica Islamica de Iran

Estados Unidos y la coalición occidental que habitualmente intervienen mediante acciones de guerra contra la autodeterminación de los pueblos,  lo han intentado todo para desestabilizar a la República Islámica de Irán. Desde el bloqueo económico, con serias consecuencias para el pueblo de cada país que lo sufre, hasta la campaña mediática de manipulación, intentando mostrar al mundo que el proceso revolucionario iraní es un santuario del “terrorismo internacional”. Ni qué hablar de las consabidas amenazas y sanciones protagonizadas, en estos últimos años, por los organismos subsidiarios del imperio, como son la ONU y la Agencia Internacional de Energía Atómica, que dirige ese otro peón de Washington que es Mohamed el-Baradei. Ambos organismos han intentado “demostrar” que Irán emplea la energía nuclear para fabricar armas de exterminio, y siempre han quedado traspuestos por la defensa digna que el gobierno de Teherán ha hecho de su soberanía, y por las manifestaciones realizadas por observadores imparciales desmintiendo semejante mentira.

 
Por eso, porque la criminalidad estadounidense y la del sionismo no descansa nunca cuando se trata de presionar a Irán, no puede resultar ninguna sorpresa que ahora la campaña apunte a “demostrar” que en las elecciones presidenciales recientemente realizadas “ha ocurrido un gigantesco fraude”. Tras esa consigna convenientemente dictada por los expertos catastrofistas de Occidente, se quiere intentar tapar otra vez el sol con un dedo y burlarse del raciocinio general, ignorando fehacientemente lo que vieron y festejan millones de iraníes: que el presidente Mahmud Ahmadineyad ha resultado reelecto.

Doce millones de votos de diferencia, o para decirlo en porcentajes, un 66% contra un 32% es demasiado para querer revertirlo con falsas acusaciones.

Para que ello ocurra Ahmadineyad no tuvo  que hacer nada extraordinario, sino apelar al buen criterio de un pueblo que es experto en pilotear el barco en épocas de tormentas, y más aún, si éstas son provocadas desde afuera del país. Los obreros, los estudiantes, las mujeres y los jóvenes de la República Islámica de Irán, sobre todo los de las capas de la población más humilde, saben cuánto ha significado el paso por el gobierno del actual Presidente, no sólo en las mejoras internas –a pesar del bloqueo y de la crisis capitalista internacional-, el desarrollo tecnológico y los avances a nivel infraestructura,  sino también en lo que hace a las relaciones internacionales, con las cuales Irán ha emergido como una potencia respetada y defendida por los pueblos del Tercer Mundo.

Nunca, desde que gobernara el fundador y creador de este proceso revolucionario, el fallecido Iman Rubollah Jomeini, el nombre de Irán alcanzó tan alto liderazgo a nivel de los que luchan en cada rincón del mundo, debido al coraje e inteligencia impuesto por el actual mandatario. No sólo a la hora de enfrentar las agresiones del sionismo contra el pueblo palestino, o las bravatas del retirado “general de mil derrotas” George W.Bush, sino también para estrechar relaciones con  los pueblos de Latinoamérica, gestando una auténtica hermandad política, ideológica y económica, con el Comandante Hugo Chávez en Venezuela Bolivariana, pero también con Cuba Socialista, con la Bolivia de Evo Morales, el Ecuador de Rafael Correa, la Nicaragua de Daniel Ortega y otros que sin duda se sumarán a la lista.

A esa amistad con pueblos tan distantes y que hasta ayer, el Imperio contaba como fuerza propia, es precisamente a lo que temen EEUU y su gendarme israelí. El abrazo entre la República Islámica de Irán y las revoluciones latinoamericanas marca un antes y después en la batalla contra el accionar imperial en nuestro continente, donde sólo hay una mácula, y es la más que errónea política exterior argentina que en ese aspecto puntual sigue subordinada a lo que se ordene desde el Pentágono, y en muchas ocasiones, lamentablemente, a lo que se insinúe desde Tel Aviv.

En ese mismo plan de temores, el sion-fascismo norteamericano-israelí suma en su contra  la decisiva influencia que Irán viene desarrollando por todo el Medio Oriente, confraternizando con la resistencia islámica del Líbano representada por Hezbolah (otro movimiento que recientemente salió muy bien parado de la compulsa electoral), o con el apoyo sin cortapisas ofrecido a los milicianos de Hamas y demás organizaciones insurgentes que defienden el territorio palestino de las repetidas agresiones sionistas.
 
La “revolución verde” de Musavi
 
Así como en otros países a los que EEUU convulsionó y desestabilizó con sus artimañas, se habló en su momento de la “Revolución de terciopelo” (ex Checoslovaquia), o “la Revolución de las Rosas” (cuando en Georgia se derrumbó Shevardnadze), en Irán parece ser que los seguidores de Mir-Hussein Musavi, han querido implementar la “Revolución verde”, generando un clima pre-electoral de que “todo se viene abajo” y que “la dictadura de Ahmadineyad y los ultra conservadores” hace agua por todos lados. Eso mismo ladraban los timoneles de la CNN, la BBC y las cadenas televisivas bajo rigurosa influencia del “sionismo empresarial periodístico”.

A echar gasolina a ese fuego artificial que se quería prender, contribuyó en mucho el candidato opositor, que no hay que olvidarse fue primer ministro en la convulsionada década del 80. Aquellos turbulentos años en que se produjeran el polémico “caso Irán-Contra” , donde Israel metió su garfio, y en los que un millón de iraníes y sus vecinos iraquíes murieran en un campo de batalla provocado por los fabricantes de armas de EEUU y Europa.

Musavi, un conservador a quien la propia prensa occidental recalificó como “reformista” y que para más halagos es considerado “el hombre de Occidente”, se creía seguro ganador en la pugna y obró en consecuencia el mismo día de la compulsa electoral. No habían terminado aún los comicios, cuando el candidato opositar se retiraba de emitir el voto, y fue tentado por medios occidentales para que expresara sus pálpitos. Muy suelto de cuerpo señaló que su verde coalición había resultado ganadora.

Apurado por cumplir con sus mandaderos, violó la propia ley electoral iraní (similar a la de cualquier país del planeta en tiempo de comicios) al adelantar un resultado, algo que suele intentar sin éxito la oposición escuálida venezolana contra Hugo Chávez. Pero como la única verdad es la realidad, apenas se brindaran los primeros cómputos oficiales, la alegría de Musavi se transformó en un gesto patético. Ahmadineyad no sólo venció sino que para asombro de sus propios seguidores, arrasó en bastiones que en otro momento parecían inabordables. Obviamente en eso pesó y mucho, el alto porcentaje de votantes, que al entender que el resultado de esta elección era estratégico en la disputa con los enemigos de la democracia iraní, se volcaron a las calles a emitir su veredicto.
 
Ahora, Musavi y sus muchachos tratan de llevar la violencia a las calles, apelarán a los organismos internacionales (ya tenemos las primeras declaraciones injerencistas del surcoreano Ban Ki-Moon, el mismo que miró hacia otro lado cuando los bombarderos israelíes lanzaban fósforo y agente naranja sobre Gaza), golpearán las puertas de la ONU, de Washington y hasta las del cielo, llorando por un fraude inexistente. Pero los pueblos ya no se dejan domar tan fácilmente.

En el mismo territorio que la oposición quiere utilizar como teatro de operaciones para generar incidentes y buscar desesperadamente ese primer muerto (ya lo han conseguido) que pueda indicar que el Gobierno reprime por impotencia, el pueblo de las barriadas más sufridas de Teherán también ha salido a demostrar que “la Revolución Islámica se respeta” y que lo que no han podido los chantajes económicos y las agresiones militares, menos lo va a lograr la manipulación mediática ni la locura egocéntrica de –paradojas del destino- un clérigo pro-imperialista que quiere derrocar con malos hábitos a un gobierno civil revolucionario. Un último detalle que no es menor en Irán: la máxima autoridad religiosa (no olvidarse que el Estado es teocrático por voto mayoritario de la población), Alí Jamenei, consagró el triunfo de Ahmadineyad y llamó a los derrotados a reconocer el mismo. A buen entendedor...


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Carlos Aznarez

Director de Resumen Latinoamericano

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