BINÓCULO Nº 521

Kikirikí cumple 67

Dentro de 4 días, el semanario Kikirikí cumplirá 67 años ininterrumpidos. Nació un 23 de febrero de 1958, en medio de la tempestad que eso significaba. Nació como un panfleto por allá en Lídice en Caracas, en la clandestinidad en 1955. Lo creó Arturo Linero, un quijote que no necesitó estudiar periodismo para saber que era periodista. Fue el precursor y el sucesor de la bohemia. Solo le faltó cantar para decir que, como los juglares de antes, narraba historias de pueblo en pueblo, las vividas y las escuchadas en sus andanzas. Un buen día, finalizando los años 50, saltó a un barco junto a la mujer y los hijos para recorrer el sur del continente. Fueron a parar a la Argentina, donde nació Guillermo, y de allí a Bolivia, donde nació otra de la camada y creo que alguno en Brasil. ¿Qué fue a hacer Arturo para allá, en tiempos tan difíciles? A hacer periodismo sobre el continente, a pelar bola, a pasar trabajo y ver a los hijos acostarse sin comer. Y así nomás volvió a Venezuela a continuar haciendo lo que amaba: el periodismo, la pintura, la poesía, escribir por sobre cualquier cosa, escribir. Total, que, a su regreso a Venezuela, los Lineros Castro traían seis muchachos, y el reto era entonces darles de comer a esa prole, encontrar un hogar y qué hacer. Estaba naciendo la etapa industrial en Carabobo, comenzando en los sesenta. Aquí vino a parar Arturo con su prole, a una invasión que al tiempo fue demolida para construir la avenida Enrique Tejera, una de las vías más importantes de la ciudad. Y por supuesto que a donde iba Arturo, iba Kikirikí, el gallo que "canta las verdades del pueblo".

En esa Valencia de entonces, de mitad de siglo pasado, Arturo se subía a un autobús para ir a buscar datos y así escribir un reportaje sobre Montalbán, y Bejuma o Miranda, por el que los propietarios de El Carabobeño le pagaban 20 bolívares en calidad de colaborador. Y el fervor por lo que hacía era tal que parte de ese dinero iba a pagar la impresión de su Kikirikí, aunque faltaran las puyas para completar el mercado y las luchas para comprar los zapatos de los muchachos. Todos pusieron una cuota de su vida en ese semanario. Hijo por hijo, cada viernes, o cada sábado, o cada domingo, o cuando hubiera dinero para imprimirlo, todos tenían que venir a doblar el periodiquito, el panfletico, las hojas impresas, la rudimentaria edición. Hasta arrechera le debieron tener a la publicación que a veces se llevaba sus estrenos de navidad o el plato de comida. Pero así era Arturo.

Viejos periodistas y personas de la época, aún vivos, me cuentan que era casi una estampa de la ciudad, verlo caminar con su flux, corbata de lazo, sombrero de pajilla, bastón y un manojo de su Kikirikí. Como hombre de esos tiempos, vivía siempre una contradicción entre el orgullo y la realidad. Por eso le costaba mucho cobrar por el ejemplar, al menos que los conscientes le retribuyeran para pagar lo que le había costado la impresión. Américo Díaz Núñez, uno de los mejores periodistas que conocí, me contó que a mediados de siglo pasado en Venezuela había muchas galleras y que las peleas de gallos era parte de la cultura de los venezolanos, razón por la que el viejo Arturo escogió ponerle Kikirikí al periódico, en tiempos de la dictadura perezjimenista. Escogió como slogan "El gallo que canta las verdades del pueblo".

Al principio, Arturo pagaba la impresión del periódico, ya era el período en el que Guillermo estudiaba ingeniería en la Universidad de Carabobo. Entonces su padre Arturo, ya anciano, recibía de su hijo el dinero para financiar la salida del periódico. Y a su muerte, Guillermo decide retomar el periódico, para que fuera un vocero de la izquierda. Ingeniero exitoso, PhD en plásticos, profesor jubilado de la Universidad de Carabobo, Guillermo modernizó el periódico y buscó las mejores plumas del periodismo y la izquierda carabobeña para que le dieran forma y credibilidad al semanario más antiguo del país. Plumas como Américo Díaz Núñez, J.R. Izquierdo, Gilberto Mora Muñoz, Ezequiel Aranguren, Fernando Márquez Arocha, Elio Araujo, Mauro Briceño y las más actuales José Gregorio Hernádez, Angel Omar García, Sergio Márquez Parales, Miguelangel París y otros, han puesto su huella en ese vocero. Guillermo decidió mantener el periódico vivo, o el sueño de su padre que era lo mismo. Entonces KKK entró en una nueva etapa. Ya era un tabloide con características de diario: título a portada con foto grande y algún llamado. La tripa era un desastre, sin criterio de organización informativa. Pero la entrada de periodistas formados en el área, le dio al periódico otra imagen y ya tenía una personalidad propia. Para entonces, 2004-2005, KKK se imprimía en una prensa plana y todavía se doblaba a mano. Y en esa misma fecha apareció una vieja rotativa de 40 años que el propio Guillermo armó y donde se imprimía la tapa y el revés a color, más las páginas centrales y la tripa en blanco y negro. Muy pocas veces recibió publicidad de los entes oficiales, a pesar de ser un vocero absolutamente chavista y sin medias tintas. Por un período corto fue ayudado por el MINCI de entonces que dirigía el colega Ernesto Villegas. Y alguna vez le dio publicidad lo que después fue PDVSA VASSA. Edgardo Parra le contrató publicidad y nunca le pagó. Y alguien convenció entonces al General Erupto para que hiciera su propio periódico, El Cambio, que en realidad fue un desastre, y que era arrojado tal como salía de la rotativa, por cientos al río Cabriales porque nadie lo leía.

Kikirikí es como una voz en el desierto. Este proceso le debe más de lo que supone. Es Kikirikí el creador de algunas de las frases más contundentes del chavismo, como la de "Chávez somos todos". Cuando nadie se arriesgaba, una camioneta del semanario con una gran pancarta, aupaba las grandes concentraciones en Yagua, durante el paro petrolero. A riesgo de todo, los reporteros hicieron de tripas corazón como los grandes aportadores del proceso en Carabobo y en el país.

Como contraprestación, Kikirikí solo ha recibido maltratos, olvidos, ofertas engañosas, mentiras, ministros van, ministros vienen, todos ofrecen y nadie da nada. Kikirikí salía con el pago de docente jubilado de Guillermo. Y ahora con la publicidad de la alcaldía de Valencia, que es muy importante, pero muy poca. Alguna vez se hicieron reuniones de medios alternativos comunitarios y se nombró como siempre a burócratas que nada saben de eso, quienes a final de cuentas asesinaron el proyecto. Hoy los medios alternativos no existen, no hay un alcalde, un gobernador, un gerente de empresa del Estado que haga un aporte, aunque sea pequeño con una publicidad para mantener estos medios de comunicación en la vida de los venezolanos.

Pero KKK en manos de Guillermo jamás se rindió. Fue más chavista que nunca. Enarbola la bandera de ser el semanario más viejo del país y creo que el único. Guillermo hizo intentos de todo tipo. Imprimió un par de ejemplares para un alcalde de Lara que nunca pagaron. Se fue hasta el sur del país para contratar con alcaldes locales una página de información paga, lo que tampoco funcionó, los alcaldes querían todo para ellos, sus aliados y sus negocios.

No lo sé con certeza, pero es probable que Arturo haya muerto escribiendo un editorial para Kikirikí porque no vivía para él, vivía dentro de él.

Kikirikí debería ser un patrimonio, sino del periodismo venezolano, al menos de Carabobo. Es, hasta donde tengo noticias, el semanario más viejo del país en circulación. Es, en sí mismo, un quijote, un juglar, que se mantendrá de aldea en aldea, siempre tras un sueño, quién sabe si para mantenerse más allá de sus propios hacedores. Es como esos juglares que anduvieron de pueblo en pueblo, cantando sus verdades, las verdades del pueblo.

Caminito de hormigas…

"Hermano es muy arrecho enfrentarse a mafias dentro del partido y a gente que no quiere entender que hay acciones que hacen daño. Allí tienen en un cargote a un tipo que estuvo preso en el CICPC 8 meses por estafador. Ahí sale el tipo en todas las reuniones que monta pasadas a todas las redes sociales. No sé cómo un funcionario de esa categoría tiene tiempo para esas estupideces, hermano. Pero en lo que el tipo joda a un poco de gente otra vez, o se vuelva a robar una plata y reviente un peo, entonces no va a saber qué hacer. Coño no aprenden Olmos. A menos que estén todos en la jugada". Comentario de un camarada.



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Rafael Rodríguez Olmos

Periodista, analista político, profesor universitario y articulista. Desde hace nueve años mantiene su programa de radio ¿Aquí no es así?, que se transmite en Valencia por Tecnológica 93.7 FM.

 rafaelolmos101@gmail.com      @aureliano2327

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