No todos los anónimos que escriben a este blog son cobardes. Son muchas
las razones que pueden estar detrás de la decisión personalísima de
escribir un comentario sin identificarse con nombre y apellido. Algunos,
incluso, son amigos muy cercanos y queridos, que manifiestan sentir
algo parecido al "miedo escénico". Otros, sobre todo los menos
familiarizados con el funcionamiento de los blogs, simplemente no saben
cómo hacerlo: omiten ese paso de manera completamente involuntaria.
Pero
algo sí es definitivo: todos los cobardes son anónimos. Son los
personajes que se escudan tras el anonimato para ofender y transmitir
mensajes denigrantes de la condición humana, cargados de odio y
resentimiento infinitos. Algunos de ellos han pasado por aquí, y he
publicado la inmensa mayoría de sus comentarios. Los viejos lectores de
este blog, los más fieles y leales, pueden dar cuenta de que es así.
No
son pocos los amigos que me lo han reclamado, esgrimiendo una batería
de argumentos bastante legítimos. Después de todo, ésta es una página
personal, y aquí se publica lo que yo decido. ¿Qué sentido puede tener
brindarles un espacio a los que vienen a insultar? Quiero resaltar: a insultar,
que no es lo mismo que expresar opiniones distintas a las que yo
defiendo, porque todo el mundo tiene derecho a expresar y defender sus
propias opiniones.
Suelo responderles, a los amigos que me
reclaman, que en ningún caso me tomo los insultos como algo personal.
Que, muy por el contrario, publicar lo que escriben estos cobardes es
desnudar lo que, en vano, intentan ocultar tras el anonimato: las
miserias, la ruindad, la tristeza de alma, el asco, el profundo
desprecio que sienten por el pueblo y por la revolución bolivariana.
Nada de lo que yo pueda escribir sobre ellos los retratará mejor que sus
propias palabras.
Sin duda alguna, éste es un blog partidario,
pero jamás genuflexo. Creo firmemente que sin espacios para la crítica
esta revolución será una farsa. Me he manifestado reiteradamente en
contra de los farsantes, quienes intentan chantajearnos permanentemente
con aquello de que señalar públicamente nuestros errores es llevar agua
al molino de nuestros adversarios. He caído varias veces en el saco de
los "anarcoides", "pequeño-burgueses" y otras linduras. ¿Cuál es el
problema? Para eso estamos: para dar y recibir. Esto es una pelea. Sin
estridencias, con ánimo constructivo, he intentado alentar y he
participado en una discusión sobre la necesidad de revolucionar los
medios públicos.
Muchos de quienes me leen lo saben, y no fue
necesario explicarles que de eso se trataba aquella breve nota que
escribí, el 12 de noviembre, a propósito de un buen texto de mi pana Leo Campos. La nota: Buen periodismo.
Los buenos entendedores asimilaron de inmediato el mensaje: nuestros
medios públicos deben mostrar el lado "malo" de la revolución. Sólo así
será posible hacer un periodismo digno de llamarse tal. Porque sólo una
revolución digna de llamarse tal muestra nuestros errores, nuestros
lunares, nuestras miserias. El pretexto de aquella nota fue un sabio
comentario de Sandra Mikele, mi hija de diez años.
El sábado 20
de noviembre, a las 11 y 49 de la noche, hizo su entrada uno de aquellos
cobardes. Recuerdo que aquel fin de semana me encontraba en
Barquisimeto. Fui invitado a una conversa con profesores y trabajadores
de la Universidad Politécnica Territorial Andrés Eloy Blanco,
y aproveché la circunstancia para conocer de cerca la Comuna Ataroa,
una de las experiencias de autogobierno popular más avanzadas de toda
Venezuela.
Pude revisar mi correo, con calma, sólo cuando estuve
de regreso a Caracas, el martes 23 de noviembre. Entonces publiqué el
primer comentario del tal anónimo, y también el segundo: en el que me
escribía la misma cantidad de sandeces de muchos otros anónimos:
"jajajaja,
que bueno decidiste no pubicar el comentario, que maravilla es
controlar la opinión. Bueno tus lectores no podrán leer un comentario
NO Comprometido como el de todos ustedes, un comentario distinto que no
se va en loas a la estupidez de creer en el subsidiio de que hay que
decir algo bueno en la prensa porque si, porque no todo es tan malo, y
bueno porque se trata del gobierno que apoyas tu y tus lectores".
El anónimo regresó al día siguiente y, sin rubor alguno, se limitó a escribir un escueto comentario:
"Que bueno que finalmente publicaste lo escrito".
Hice
caso omiso de los dos últimos comentarios, pero me vi en la obligación
de responder al primero. ¿La razón? Al anónimo no se le ocurrió una idea
mejor que comenzar haciendo alusión directa a Sandra Mikele:
"Bueno tu hija es una idealista, porque habría que revisar si hay realmente cosas buenas que reportar.
Cuantos son los muertos cada fin de semana? Cunatos hospitales están en
la lona? Como van los resultados económicos? Como van los planes de
mejorar el problema del tránsito? Como va el Metro de Caracas? Como va
MERCAL? Chamo son demasiados los temas en los que hay fallas serias,
como para entrar en la estupidez de decir, pero dime las buenas
pues.... jajajajaj buscando subsidio? eres mas ADECO de lo que te
imaginas. Primero hay que destacarse en las soluciones para pretender
que hayan cosas buenas que reportar".
El anónimo no
entendió un ápice de la nota que escribí, tal y como queda demostrado en
sus dos primeros comentarios. El antichavista promedio está habituado a
pensar en nosotros, los chavistas, como una suerte de raza inferior,
salvaje, brutal, sumida en la ignorancia, sin capacidad de
entendimiento, cómplice, por naturaleza, del crimen, el robo, la muerte,
la mentira, etc. Una raza a la que hay que disciplinar, domesticar,
gobernar a punta de plan y plomo.
Pero además, incurrió en un acto de cobardía inaceptable: involucró a mi hija en el asunto. Ésta fue mi respuesta:
"Le
leí a mi hija parte de lo que escribiste. Me interrumpió como a la
mitad. ¿Sabes lo que me dijo? Palabras más, palabras menos: 'Papá, a
idiotas como esos ni siquiera se les responde'. Lo de idiota lo agregué
yo. Idiota y cobarde: uno se mete con el santo, pero no con la limosna.
Cobarde".
El tal anónimo no se apareció más por acá, hasta hoy, dieciséis días después. Esto fue lo que escribió:
"Iturriza,
eres muy bueno, muy bueno para no hablar de lo que dije en mi
comentario. No metas a tu hija en un tema de adultos, eso es lo cobarde,
esconderte detras del comentario de tu hija para no decir como es que
deseas que los desastres del gobierno sean subsidiados por el periodismo
servil que te gustaría ver. Sigo tu estilo, cobarde eres tu que te
escudas en tu hija para no tener que ahondar, que inmensa idiotez
demuestras".
Comentario que decidí no publicar en aquella
nota, porque tal vez muy poca gente tendría chance de leerlo. Porque mi
deseo es que lo lea la mayor cantidad de gente posible. Para que sepan
cómo escribe un cobarde.
http://saberypoder.blogspot.com/