El
poder, entre otras, tiene dos cosas claras: que los vencedores son
quienes cuentan la historia y que si la historia no existe hay que
inventarla al amaño o moldearla según se le de la gana. Y algo más: que
buena parte de la historia, hoy en día, la asumen los medios, los
periodistas, por abrogación, implantación, cesión, irrupción, en fin.
O
al menos, que tal versión es la que principalmente va quedando retenida
en los dispositivos de almacenamiento masivo. Una memoria de la
humanidad que ya no está en las “Casas de la Vida” (1) de Tebas o
Karnak, ni en Alejandría, sino en caldeados servidores en los Estados
Unidos.
Llevamos 25 siglos creyendo, como Herodoto, que los
griegos eran los civilizados y los persas los bárbaros, sólo porque
quienes vencieron en las Guerras Médicas fueron los primeros. Herodoto,
que era cario, pero siempre se creyó griego. Como nosotros, que no nos
tenemos por bárbaros, aunque sabemos muy bien que, al menos según la
consideración de la cultura hegemónica, tampoco somos los civilizados.
África
es salvaje desde aquellos días de los Atlantes, condenados en la
descripción de Plinio el Viejo a ser vistos como “una degeneración de
las costumbres humanas” (2). ¿Quiénes serían Atila o Alarico, o los
hunos y los vándalos, despojados de la leyenda negra fraguada desde la
estrecha dicotomía de bárbaros y civilizados de los romanos? Es muy
probable que entonces esa visión de seres brutales la mutáramos por la
de libertadores, porque así de leves y aleves son también nuestras
convicciones acerca de los personajes históricos.
A Occidente
nos llegó de ellos la narración del mundo y así lo concebimos todavía:
grecorromanamente. Lo cual no es malo, sino malísimo, por lo que tiene
de sesgado y excluyente. Pero, peor aún: La visión llegó trajinada y
cansada, sin la curiosidad de Herodoto, el “Padre de la Historia”, y sin
el enciclopedismo de Plinio el Viejo.
Llegó el poder a
nosotros, en cambio, lo mismo de arisco y asustadizo: En Washington o
Bogotá, al modo de Atenas o Roma, los buenos conquistadores nunca dejan
de estar nerviosos ni de curarse en salud de la mejor manera que pueden,
que es el peor padecimiento para el resto de los mortales, a quienes
unos pocos nos cuentan lo que nos pasa e incluso nos indican lo que
somos.
Otro Plinio (Apuleyo Mendoza) y otros arrogados “padres
de la histeria”, como Carlos Alberto Montaner, Enrique Krauze, Andrés
Oppenheimer, Álvaro Vargas Llosa, Moisés Naím, hasta Jaime Bayly, o, en
Colombia, Alfredo Rangel, Rafael Nieto, María Isabel Rueda, Salud
Hernández, José Obdulio Gaviria, Fernando Londoño, Francisco Santos y un
largo etcétera, ejecutan la tarea de acuñar matrices, desnaturalizar
hechos y desviar la atención en nuestra historia reciente.
Son
periodistas sin sentido del contenido social del oficio u oficiantes sin
sentido del quehacer profesional, lo cual es lo mismo, pero sí de una
firme y definida militancia en torno a los principios de la autoridad,
una proyección condescendiente y disfrazada de los valores del imperio y
del dominio a los cuales sirven.
Ellos siguen negándose a ver
en los contrarios otra cosa que no sean degeneraciones de las costumbres
humanas. Y rehuyendo también a aceptar que todo idiota útil nunca deja
de ser un contrario. Un pistón del engranaje mayor. Vean si no lo que le
pasó a Londoño. Uno de los más detestables mejores ejemplos.
Sus
cómplices e interesadas interpretaciones de lo que acontece son
registradas por los medios como si fuera la realidad que vivimos y la
historia que deviene.
El poder los utiliza para describir el
mundo a sus pies, funcional y obsecuente, y ellos se usan a sí mismos
para interpretarse e interpretarnos como una comprometida parte de él.
Alguno de ellos podría serlo en verdad, ninguno de nosotros lo es.
LO MOLESTO: LO MALO
En
una sociedad en la que el ayer se desdibuja en el recuerdo y ni
siquiera se le relega a la anécdota, y donde el mañana sólo se vislumbra
desde lo noticioso, el presente se relata como una manera de afianzar
lo que se es y lo que no. Y las diversas fuerzas encontradas procuran
que la historia se vuelva una puesta en escena ante el ojo de la cámara o
unas líneas bien memorizadas frente al micrófono.
Los gobiernos
prometen y las instituciones aparentan hacer algo, cualquier cosa. Las
corporaciones son empresas altruistas. Los banqueros apoyan proyectos
sociales y le prestan al pobre. El devoto actúa de manera desinteresada y
pone cara de tal. El poder es noble.
Si el mundo no marcha,
tienen la culpa el indio, el negro, el homosexual, el pobretón, el
guerrillero, el invierno, el verano, la crisis mundial. O el
correveidile, que es el periodista contando, publicando, fotografiando
lo que puede que todo el mundo quiera saber, pero que a los centros del
poder casi nunca conviene.
Hacer periodismo puede ser igual de
vedado y aventurado en China, país al que se le endilgan tantos males al
respecto, como en los Estados Unidos, que se precian de lo contrario
justamente para disimular que el asunto es idéntico. Corrijo: mucho más
malo. El lobo suaviza el aullido, rumia, se recubre de lana, se hace
llamar Dolly, pero no es una oveja y no se necesita ser Linneo para
saberlo.
Porque la amenaza a la libertad de información no es un
asunto de la clase de sistema político o económico imperante, o de
cobertura o localización, ni siquiera es ideológico: Es, sencillamente,
de pánico del poder hacia la verdad.
El poderoso que asciende o
se mantiene de modo fraudulento no puede considerar indicada una simple
referencia al tema. El gobierno que ha violado los derechos humanos ha
de tildar de terroristas a sus defensores. El político que ha saqueado
las arcas públicas tiene que ver adversarios malintencionados en quienes
intenten hacer las cuentas. Cuando menos, es lógico.
El ex
presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez dijo que el periodista francés
Romeo Langlois, en poder de las FARC, es un grosero (3): En plena faena
pública el periodista se atrevió a interpelar al ex mandatario acerca de
la cesión de tierras a la multinacional canadiense Anglo Gold Ashanti,
tornándole la sonrisa en un rictus rabioso (4). Un grosero con el poder.
Más aún: Un malcriado con sus intríngulis.
Los secretos de
estado, las clasificaciones preventivas de información, los llamados
datos sensibles y los delicados asuntos gubernamentales, sin desconocer
que algunas veces pueden ser razonables, en muchas ocasiones son
máscaras para ocultar prácticas insanas, atentados constitucionales o
claras violaciones a las leyes hechas por los propios gobiernos y sus
círculos de poder.
Los Estados Unidos han puesto todas las
trabas posibles para hacer efectiva la Ley de Libertad de Información
(FOIA), denegando de manera injusta la desclasificación de documentos y
trabajando solapadamente en la reclasificación de otros que eran
públicos.
En virtud de la FOIA y gracias a la labor del Archivo
de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington (5), una
organización dedicada a la desclasificación de documentos confidenciales
del gobierno norteamericano y de ponerlos a la disposición de la prensa
y los ciudadanos, conocimos de primera mano los asedios y
hostigamientos hacia Cuba y buena parte de la operación Cóndor, la
alianza siniestra entre el gobierno estadounidense, la CIA y las
dictaduras del Cono Sur.
La publicación de Wikileaks de más de
800 mil documentos clasificados, 250 mil cables diplomáticos secretos y 5
millones de correos de la empresa Stratfor, la CÍA en la sombra, fue un
viento fuerte que dejó al descubierto muchas prácticas infames en la
conducción de la política internacional de los Estados Unidos y sus
allegados. La ira divina de Washington hacia Assange se manifestó en
cargos contra él redactados, cómo no, en secreto (6).
En
Colombia, para no ir más lejos, el secreto a voces de la asociación de
Álvaro Uribe Vélez con el narcotráfico y los paramilitares no afectó su
favorabilidad ni le impidió el ascenso a la presidencia del país en
2002.
Sin embargo, fue la revelación de los mecanismos
utilizados en su paranoia, durante el ejercicio del poder, la que lo
puso en el ojo del huracán. En el afán por permanecer en la Casa de
Nariño, el ex presidente espió y persiguió, en prácticas que según
parece nunca le fueron extrañas, sólo que esta vez aconteció con una
diferencia: los complots denunciados, unos tras otros, fueron noticia.
Esto
hace suponer que los escándalos son las únicas boyas que quedan puestas
en la vía guiando el transcurrir de la deleznable democracia de papel
que es el país suramericano.
LO ÚTIL: LO BUENO
La
única forma de comunicación adecuada, desde la perspectiva del poder,
es la propagandística. En tal sentido, el periodismo bueno es aquel que
es útil a los intereses de quien lo juzga o califica.
Y de tal
modo lo asumen los medios, desde los grandes y transnacionales, hasta
los desvalidos y locales, pasando por los estadios intermedios.
Una
sujeción entendible desde todo punto de vista: En los unos, porque
ellos mismos son el poder, pues los grandes medios cada vez son más
apéndices corporativos que proyectos autónomos e independientes. En los
otros, porque si no se alinean se mueren: si dices lo que quieres, te
recorto los fondos (publicidad, auspicio, financiación, o como se llame
la fuente del chantaje); si no dices lo que quiero, te los suprimo. Más
grave: si dices algo que no me gusta o conviene, te demando.
La
seducción subliminal, de la que se echaba mano hace tiempo, ahora no es
necesaria, y los estudios especializados incluso la descalifican como
recurso. Hoy la trama – tramoya es al descaro.
Las llamadas
alianzas estratégicas informativas en boga son alineaciones
continentales mal disimuladas. Explícitas durante ocasiones
particulares, como una tragedia o una cumbre, con una metodología
azarosa y un aire de mundo terminal. O implícitas, en el codo a codo del
día a día. En todo caso, gobiernos, multinacionales y medios
confabulados y alineados tras la misma zanja, desde la Patagonia hasta
arriba de los Grandes Lagos.
La radio refuerza lo dicho por la
televisión. Los portales de los medios masivos y sus derivaciones lo
complementan. Los medios impresos hacen eco de lo mismo y le añaden
nuevos matices. Todos hablan de lo mismo, todos entrevistan al mismo y
casi a la misma vez.
La verdad deja de tener algo que ver con la
honestidad o la sinceridad, y no es un acuerdo social sobre la realidad
y sus hechos: La verdad se acomoda en salas de redacción, pero antes se
configuró en una oficina burocrática o en una pomposa gerencia.
El
periodista en contravía es negado. El medio lo descarta, la sociedad lo
desaprueba y condena. Los actores de la guerra le endilgan las culpas a
conveniencia.
En una realidad transformada en un escenario de
constante conflicto mediático, no existen los desinteresados, sino los
bien disimulados. Una premisa importante de la credibilidad
periodística: Aparentar lo que no se piensa, en aras del falso
equilibrio informativo, y decir de vez en cuando lo que muchos quieren
oír, en bien del engaño masivo.
Quienes se sustraen a ello van
portando el estandarte del bien o del mal, según quién mire y desde
dónde. Entonces, el periodista es esto u aquello; el periodista es
corporativo o subversivo. Lo que no puede conducir sino a que el
periodista es aliado, o adversario.
Y el animal social y
político que es el periodista termina asumiendo que lo que hace es una
cosa u otra, tiñendo con aspectos ideológicos la información, lo que
empeora porque se lleva a cabo ocultando lo que pasa en bien de las
creencias o de su bolsillo, secundando a sabiendas o no un propósito
político o económico, y, lo más grave, callando las injusticias o
atacando las causas justas.
Como en la propaganda, otra vez, no
se busca que los medios mientan, sino que omitan. No se pretende que
ellos alteren la realidad, sino que le den una estructura informativa,
antes que con base en los principios elementales del oficio, en el
cálculo de su impacto y poder de convicción. No se llega a la simpleza
de ofrecer una sola arista de los fenómenos, sino a la comprobación de
que una sola visión de ellos es admisible: ¡civilizada!
El
resultado, desde luego, es una falacia mayor, donde lo que se discute o
llega a cuestionar en foros y simposios es el tamaño de la mentira. Su
venialidad o no. No la mentira en sí, que ha sido convalidada en lo
mediático, aprobada en lo gubernamental, bendecida por el cura y es
parte esencial del espectáculo.
LO OTRO: LO PELIGROSO
Experiencias
interesantes han surgido siempre para romper este círculo (cerco)
mediático. Algunas han terminado sumidas en el ostracismo y su impacto
no ha traspasado sino restringidos ámbitos de circulación. Sectas de
opinión e información casi secretas. Es que no resulta sencilla la
batalla contra el poder con los sesgos providenciales a favor, los
extendidos tentáculos y las fortunas alertas.
Pero otros medios
alternativos, necesarias experiencias de comunicación transversal,
señales que fluyen desde abajo, todos con contenidos tan resbaladizos
para ese poder, configuran sin duda alguna una esperanza desde la
pluriculturalidad y la diversidad de su esencia. Son en ocasiones
valerosas voces insertas en estructuras demoledoras, cuya palabra es
fuente de juicio al permitirnos estar al corriente de aquellos hechos
que son primordiales y a nadie importan. Nadie, desde luego, es el medio
masivo que no los reportará jamás.
El surgimiento de la
Internet 2.0, la blogsfera y las redes sociales abrieron nuevos caminos,
aunque la determinación e impacto reales continúan sin estudiarse
plenamente, incluyendo el papel en las llamadas revoluciones de la
Primavera Árabe, sobrevalorado por unos, minimizado por otros.
Varios
portales y blogs interesantes han llegado a ser notorios en el
maremágnum de la red, pero muchos de ellos también se han desvanecido
con la misma facilidad y rapidez con la que aparecieron.
Estos
ámbitos también son penetrados por los intereses imperiales, que a
través de sus capitales sobornan, compran, alquilan y, en todo caso,
adquieren partidarios y generan voces contestatarias al gusto, como es
el caso de Cuba, donde el gobierno de los Estados Unidos y la CIA
explotan las difíciles condiciones que debe afrontar el país caribeño
gracias al ilegal bloqueo y financian propuestas mercenarias, a las que
luego otorgan, por ejemplo, el Premio Internacional Mujeres de Coraje,
que otorga cada año la Secretaría de Estado de los mismos Estados
Unidos. “Me canto y me celebro, me celebro y me canto”, como lo cantó el
finado Facundo Cabral, repetidor de Whitman (7), el emblemático poeta
de la enjundia estadounidense.
Me refiero, por supuesto, al blog
“Generación Y”, inspirado, según la autora, en nombres de generaciones
de los años setenta y ochenta que inician con la “i griega” o la
contienen, pero que en realidad es “pro Y”, por su irrestricta adhesión
al yanqui.
O en Venezuela. O en Ecuador, Bolivia o Nicaragua,
donde capitales provenientes de la Agencia Internacional para el
Desarrollo de Estados Unidos, USAID, han apoyado líderes, instituciones y
medios opositores, y han capacitado en el uso de redes como Twitter y
Facebook (8).
No obstante, el carácter personal o de pequeños
grupos, a la deriva o virtualmente con filiaciones malucas, la
proliferación de puntos de vista diferentes, la posibilidad de
penetración al corazón de muchos acontecimientos, la variedad y
versatilidad de los recursos y los formatos utilizados, el juego de
cuerda entre la inmediatez y el regodeo informativos, como factores
fuera del control del poder, han conducido a que los novedosos recursos
cuajen a veces como entes molestos y peligrosos.
A los que hay
que meter en cintura cuanto antes y de cualquier modo. Para eso están
las leyes. Para eso las usa el poder: SOPA, PIPA (EEUU), SINDE-WERT
(España), LLERAS 1 y 2.0 (Colombia), DÖRING (México), SOCA (Reino
Unido), HADOPI (Francia), ACTA (de todas partes), en fin.
Y una
utopía incontinenti, que nada tiene que ver con las renacentistas de
Moro, Bacon o Campanella, pero que sí constituye un delirio quizás
producto de las innovaciones existidas: Un mundo de desconectados,
aislados, desterrados, castigados, encarcelados, escarmentados y
sometidos. La ínsula no se bordea en la medialuna de su contorno
imaginario: se circunda en el cuadrado PC de cada quien.
Aires
frescos fluyen, para el caso, frente a la vigilancia, censura y
persecución en la Internet. No hace falta enunciar sino a Free Software
Foundation, Open Source Initiative, OpenDNS, Tor Project (navegación
anónima) o la reciente puesta en marcha del proyecto UTUTO XS 2012,
nacido y criado en la Argentina. Software libre frente al patio entre
rejas electrificadas que es la Global Online Freedom Act de los Estados
Unidos, o la ley de alto espionaje que ese mismo país cocina a fuego
lento, la CISPA (CIAspa, más bien).
A pocas cosas teme más el
sistema capitalista que a la libertad y a ninguna como a la de la
expresión de las comunidades, aunque pueda parecer un contrasentido con
sus axiomas pregonados de reivindicación de las individualidades. La
pretensión de un pensamiento uniforme, algo de lo que tanto se ha
acusado al socialismo, surge más bien como un requisito vital para el
capitalismo. Los medios convencionales no hacen otra cosa que buscarlo y
afianzarlo.
Basta darle una ojeada al lenguaje, que en la
estrechez a la que es trasladado se hace determinante en el propósito de
emparejar los ambientes: Los medios son los motores del diálogo e
intentan ser los móviles de la deliberación, en el hogar, en la escuela,
en el trabajo, en el descanso. Un conductismo ramplón que, difícil no
reconocerlo, le saca el jugo a nuestros más resignados y livianos
comportamientos.
Únicamente el poder es fractal y los medios le
confieren el don de la ubicuidad. A quienes lo encarnan y a lo que dice.
Y los adjetivos calificativos o descalificativos usados se vuelven
idénticos. El pobre lenguaje padece la desgracia sobre el lomo de pocas,
poquísimas palabras.
El policía muerto, héroe patrio. El
militar muerto, héroe de la patria. Y ambos vivos enviados a confirmar
su ingrato papel en esa especie de Frente Este que es buena parte de
Colombia. O de México. O de Honduras. O del mundo.
El lenguaje
se hizo panfletario. Verosímil para los adeptos, odioso para los
antónimos. De pronto, ineficaz en su fin soterrado de convencer, y mucho
más en el pregonado e inmediato de informar. La repetición de frases
hace lemas los contextos, los afanes por explicitar la sumisión vuelven
un bastidor ideológico cualquier descripción, los cuestionamientos
rinden más pleitesía que las loas. Basta ver las entrevistas de CNN para
entenderlo. De Cala a Uribe, para no ir más lejos. O de Cala a
cualquiera, para no restringir el prototipo (9).
Muchas veces,
la inexperiencia y los temores a generar una agenda noticiosa propia,
junto al carácter reactivo en el manejo de la información, determinan
desde adentro los mayores límites de varios de esos interesantes
planteamientos en contravía, los que a toda costa buscan fortalecer un
camino comunicacional distinto.
Más allá de los vetos, las
acusaciones y la innegable persecución de que son objeto las
experiencias opcionales, con otro enfoque y con interés social, el
riesgo es que terminen siendo bastiones burocráticos o búnkeres
ideológicos dedicados a reproducir, desde otra orilla, los mismos
modelos existentes.
LA PENITENCIA: LO CRIMINAL
Las
circunstancias muestran cuánto benefician al poder las escisiones
ideológicas, sociales, políticas. La demonización del otro cierra filas
en torno a ideas y acciones, con la adicional ventaja que otorga dejar
de lado la reflexión, base de cualquier cuestionamiento.
Los
medios, en tanto que factores de homogenización en el consumismo, en la
impudicia de los propósitos, en la indiferencia hacia temas
trascendentes, endurecen a toda costa las posiciones en pos de hacer una
sociedad dividida en grupos de pensamiento cada vez más radicales y
antagónicos. Un desliz desprevenidamente menor que, con todo cálculo,
auxilia gobiernos, grupos económicos y sectores fuertes de la sociedad,
que, apoyándose en mecanismos sutiles de control y manipulación, ven
mejorar las condiciones para afianzar sus oscuras premisas en los
imaginarios.
Durante el gobierno de Álvaro Uribe, en Colombia,
una mirada paramilitar de la vida intentó posicionarse en todos los
espacios de la cotidianidad del país y en buena medida lo consiguió: El
mensaje corrió desde las estructuras del poder gubernamentales,
terratenientes, empresariales, militares, clericales.
Y vino
hasta los mismos vecinos de las víctimas, algunos de los cuales
terminaron creyendo más la quimera mediática que el escenario frente a
sus narices. Claro, también fueron muchos menos de los que afirmaban los
propios medios masivos o las mediciones hechas a sueldo.
Periodistas
colombianos como Alfredo Molano, Daniel Coronel, Holman Morris, Felipe
Zuleta, Claudia Julieta Duque, Ramiro Bejarano, Carlos Lozano, entre
muchísimos otros, quienes no dejaron de estorbarle al festejo
delincuencial reinante, debieron exiliarse o ejercer su profesión contra
viento y marea. La verdad, para la represión, es subversiva. La
mentira, para la sociedad, actúa como un tranquilizante.
La
verdad se hizo nociva para la salud y el engaño fue cada vez más
necesario para que la guerra no fuera algo psicosomático que afectara
todos los órganos del país y enseñara la debilidad connatural. Muchos
creyeron entonces que la Seguridad Democrática era algo necesario,
seguro, cierto.
Una sociedad hipócritamente fundada en los
valores católicos, que había convalidado con su voto una estructura
criminal al frente del país, halló algo de indulgencia al convencerse de
que todo era en pos de un fin ulterior benéfico. Uribe,
paramilitarismo, falsos positivos, espionaje, persecuciones, asesinatos…
se justificaban como el precio de un país sin FARC.
Pero esa
sociedad no se percató de que un país con todo lo anterior y a la vez
sin porvenir, sin alimento, sin salud, sin vivienda, sin justicia
social, nunca dejará de ser un país con FARC, con ELN, con
inconformismo, con atentados, con muertos, con sindicalistas sin
entregarse y con todos los riesgos vivos. La primera causa es elemental:
la mentira, que comparte con las ilusiones el hecho de que no se comen,
al contrario de estas, no alimenta. (10) Tampoco alivia ni abriga, ni
tranquiliza.
La profesión del periodista siempre ha estado
rodeada de riesgos, asedios y espantos cuando, en vez de seguir adelante
con el concierto mediático para delinquir, da a conocer los asuntos que
esa penitencia social niega, y cuando llama a preocuparse por lo que
ocurre detrás de las trincheras mentales que cada quien va forjándose
muchas veces sin pensarlo.
En Colombia, el establecimiento pone
el grito en el cielo de labios para afuera por la retención del
periodista francés Romeo Langlois. Un escándalo asistido por el provecho
que puede sacar en la guerra contra las FARC, la que no se libra sólo
en las selvas y barriadas, sino también unilateralmente en los medios.
Es
neurálgico que un vocero de la intolerancia, como Fernando Londoño, en
ves de percatarse de que está vivo y pagarle sus deudas de corrupción al
estado, se crea un elegido vuelto de la muerte y prosiga su siniestra
misión invocando al diablo. Nunca hubo una hora de la verdad, en cambio
estamos contando las primeras horas de quien sabe cuántos años de la
segunda serie de sus malintencionadas mentiras (11).
Es triste
que el periodista Langlois, después de esta experiencia, pueda ser bueno
si dice una cosa o malo si la contraria. Pero también es cierto que así
será porque ese es el fatal sino de hacer periodismo en tiempo de
balas.
Pocos pistoleros aceptan que las palabras tienen una
coraza que ninguna bala penetra. Y que la historia va siendo esclarecida
aun a pesar de ella misma, de sus connotados narradores de platea y de
sus afanosos archiveros, más tarde o más temprano; sea en milenios, como
en los tiempos de los griegos y los persas, o en años o días, como en
el presente.
Por más que colapsen durante algún tiempo las
instituciones dedicadas a la defensa de la justicia, por más que las
altas esferas intercambien favores para cubrirse la espalda o por más
que su divulgación no deje de ser una actividad de altísimo riesgo, los
abusos e injusticias contra los pueblos no pueden ocultarse por siempre.
Y se pagan.
NOTAS:
(1) Los egipcios llamaban “Casas de la Vida” a las bibliotecas, que se ubicaban en los palacios reales y en los templos.
(2) Plinio el Viejo. Historia Natural. Volumen V. Pág. 44.
(3) El Espectador: “Uribe asegura que Romeo Langlois es un periodista ‘muy grosero”. 8 de mayo de 2012. http://bit.ly/KiOzeP
(4)
“Por todo el oro de Colombia” (documental). Dir: Romeo Langlois. El
pasaje citado se encuentra aproximadamente en el minuto 25. El
documental fue subtitulado por “La Silla Vacía”, pero las gestiones de
Álvaro Uribe, según lo afirma el propio portal, hicieron que el material
tuviera que ser retirado de su sitio. http://bit.ly/J7tbFL
(5)The National Security Archive. The George Washington University. http://www.gwu.edu/~nsarchiv/
(6) “Los correos de Stratfor revelan que EEUU tiene preparada una acusación contra Assange”. Público.es http://bit.ly/y16xlc
(7) WHITMAN, Walt. Hojas de Hierba. Ed. Novaro. España, 11 ed. 1979. Pág. 113.
(8) La Jornada: “La USAID en Venezuela”. Por: José Steinsleger. México, 1 de febrero de 2012.
(9) Portal de CNN Español. “Esta semana en Cala”. Álvaro Uribe, lunes 21 de mayo de 2012. http://bit.ly/KXKwWm - “Cala en Colombia”. 26 de septiembre de 2011. http://bit.ly/rtBidj
(10) GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El coronel no tiene quién le escriba. Ed. La Oveja Negra. Bogotá, 1980. Pág. 28.
Referencia
al diálogo entre el coronel y su mujer: “-La ilusión no se come -dijo
ella./ -No se come, pero alimenta -replicó el coronel-.”
(11) El Espectador. “Fernando Londoño dice que atentado no es de extrema derecha”. 23 de mayo de 2012. http://bit.ly/KDFdZN
a@juanalbertosm.com
(*) Juan Alberto Sánchez Marín es periodista y realizador de cine y televisión colombiano.