La
leyenda, insidiosa, se detiene en la combinación elegida por María para
adornar sus uñas: amarillo y morado. A juicio de la web, se trata de
"unas uñas muy sicodélicas e imperialistas", que usan "muchas chicas" en
Venezuela "porque ya es una moda... aunque no es una tendencia
socialista".
Se
lo leí a Sandra Mikele, que está por cumplir los doce. Le mostré las
fotografías. Sonrió e hizo un gesto de desaprobación. A su juicio, el
asunto "no tiene nada que ver con política" y calificó la leyenda de
"pura estupidez". Son "uñas con estilo que puede usar cualquier persona
en este mundo", me dijo, y además me explicó que la persona que redactó
la nota está completamente desfasada, porque esos colores se están
usando "desde el año pasado". Ella misma tiene varios colores: fucsia,
verde, azul, morado, anaranjado, rosado claro. Hizo la salvedad de que
no tiene amarillo.
La
pregunta es: ¿qué tribulaciones de ánimo o cuáles prejuicios son los
que llevan a alguien a opinar que la hija del Presidente no puede llevar
uñas "sicodélicas e imperialistas"? ¿De cuándo acá los colores vivos o
metálicos son atributos o signos distintivos del imperialismo? Rayemos
en el absurdo: ¿existen uñas imperialistas o socialistas?
Necedad
aparte, lo que parece claro es que no se trata sólo de una cuestión
estética. Entre la nota, que también cuestiona la marca del celular que
usa María Gabriela, y la improbable intención de denunciar el afán de
ostentación de la hija de Chávez, media un abismo.
Lo
que se enjuicia, en general, es al chavismo y su "doble discurso".
Doble discurso que consistiría en ser portavoces y adalides de la
barbarie (de la privación, de la ignorancia, es decir, del socialismo),
pero débiles ante los encantos de la civilización, que se asimila con la
abundancia, con la distopía del mercado infinito.
Según
tal razonamiento, Sandra Mikele, hija de chavista, es por tanto hija de
la barbarie, y mal pudiera aspirar no sólo al amarillo que no tiene,
sino a cualquier otro color. Tendría que conformarse con la mediocridad
grisácea de una vida sin futuro, con malas versiones de lo "bueno".
Después
de todo, es difícil no sentir pena por aquellos que, acicateados por la
ignorancia y el miedo, con alma esclava de consumidores mucho más que
ciudadanos, jamás sabrán cuánto de color hay en el chavismo. Y de sabor. reinaldo.iturriza@gmail.com
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