“Hablar de Hugo Chávez es hablar de Bolívar, inseparables desde
hace mucho tiempo, y hablar de Bolívar es hablar de Hugo Chávez.
A futuro serán inseparables en la mente de los pueblos de la tierra…
Pródiga imaginación la de Bolívar, que transmigró en el alma de
Hugo Chávez, como llamarada profunda de iluminación del porvenir
¿Qué fuiste tú, Hugo? Sino lo que ha recordado tantas veces y que
movieron el alma de Bolívar, ¡Un Relámpago!, que rasgó por un
instante las tinieblas, fulguró en el abismo y tornó perderse en el vacío.
Te fuiste de repente y has dejado un vacío inmenso en Venezuela;
que toda Venezuela está obligada a llenar ese vacío con las virtudes
cardinales que a ti te adornaron… ¿Quiso Hugo Chávez consumirse
al estilo de Jesús el Redentor? ¿Por qué juró morir hasta implantar
el socialismo? Porque en las revoluciones verdaderas se triunfa o se
muere ¡No te creyeron Hugo! Muchos no te creyeron…”
Mayor General Jacinto Pérez Arcay
Jefe de Estado Mayor Presidencial
Parrafos del discurso pronunciado en la
Academia Militar de Venezuela frente a
Los restos del Comandante Hugo Chávez
Marzo, 15 de 2013
En honor a ti, mi Comandante
A mi pueblo
A E.
A ti, camarada Nicolás, la historia te espera
Al equipo, íntegros compañeros
A los que no entendieron
En la última visita que me hizo Fernando Buen Abad, extraordinario hermano internacionalista de lucha, filósofo y estudioso del lenguaje comunicacional, me preguntó por qué no documentaba la experiencia comunicacional que se desarrolló en La Hojilla todo este tiempo. La verdad, nunca pensé en documentar nada. La dinámica de trabajo en el combate comunicacional es invasiva, te rebasa, y los tiempos de la información que van generando los golpistas desde los medios privados nacionales e internacionales, lamentablemente, producen respuestas temporales nuestras que obvian lo fundamental: la necesidad de preparar al pueblo para que el guión desestabilizador no se repita.
Por otro lado, según mi percepción, el combatiente comunicacional debe estar presto a librar batallas permanentes, sin dar tregua al enemigo, poniendo en evidencia sus intenciones, haciendo un análisis concreto de los intereses que se manejan detrás de la noticia y, por encima de todo, hacer uso de la verdad que mueve a nuestros pueblos hacia su liberación. Es una cuestión de piel, se siente, se mueve en cada esquina, en la calle, es la advertencia que el pueblo lanzaba a la calle y que el Comandante Chávez tomaba muy en cuenta enriqueciendo su estrategia política, social y económica. Él lo entendió siempre y jamás lo olvidó. En consecuencia, la documentación es más una tarea que puede ser utilizada para renovar las armas ideológicas, que una cronología histórica de elementos conceptuales que sirven para la formación del comunicador popular en tiempos de paz real.
Fernando Buen Abad me enseñó que sobre la marcha se van perfeccionando los métodos. De manera que, las repeticiones de las crisis creadas por los golpistas, van produciendo anticuerpos que debemos alimentar para derrotar al fascismo manipulador impuesto por los tanques pensantes financiados desde el imperialismo.
La comunicación no es propiedad de nadie y, si algo debemos interiorizar, es el carácter de vocería popular que estamos obligados a asumir todos los que decidimos formar parte de ese ejército que es hoy la comunicación popular guerrillera y revolucionaria. No hablo solo de los comunicadores populares que acudieron al llamado del Comandante Chávez en defensa del proceso revolucionario; también hablo de quienes lo hicieron una carrera y abordaron por encima de la formación académica pequeño burguesa, una posición combativa, irreverente, convencida de la necesidad que se planteaba y se sigue planteando, ahora, desde este escenario tan complejo que generó la ausencia física del Comandante Hugo Chávez. Que nadie se llame a engaño; no se trata de quién es más hijo de Chávez o quién es el privilegiado que defiende intereses de factores internos. El mayor privilegio se obtiene al encarnarse en el trabajo constante que le imprimió el Comandante en vida, a la concreción de los objetivos destinados a atender las necesidades del pueblo; esencia de su prédica diaria hacia el Socialismo que aún no hemos conquistado, que falta por conquistar y que no será ni calco ni copia, más bien invención bolivariana, robinsoniana, zamorana y la conjunción de todas las ideas que el Comandante se permitió armonizar en el proyecto nacional Simón Bolívar.
En segundo lugar, la comunicación es el escenario perfecto para la multiplicación de los cuadros que han de diseminar -en debate-, por toda la nación nuestras falencias o fortalezas, subjetivas y objetivas, y estructurar la estrategia de defensa y ataque que más ajustada esté para profundizar la revolución, facilitando así la muerte inevitable de las rémoras del viejo estado y dar paso al estado comunal, socialista, de derecho, igualdad y justicia que nuestro pueblo merece. Para ello, la crítica y la autocrítica son indispensables; incluso diría, inevitables. Pero, debe ser responsable, jamás anárquicas y alejadas de lo que fue bandera fundamental del Comandante Chávez: La unidad por encima de todo.
La soberbia no conduce a nada, más bien divide y crea escenarios de rencores insalvables y muy perjudiciales para la revolución. De igual manera, la competencia que van originando los feudos internos en la captación de comunicadores populares que fungen de defensores de personalidades, terminan descalificándose a sí mismos y olvidan que su compromiso es con el pueblo, la dirección de la revolución y, sobre todo del legado del Comandante Chávez. La armonía en las trincheras de la comunicación popular, debe partir de un hecho concreto: La Patria, la Revolución y el Legado del Comandante están por encima de cualquier interés particular. No es simple retórica, fue prédica permanente del Comandante; era angustia permanente en su discurso pedagógico echar a un lado las apetencias personales y la construcción de espacios de poder que estuvieran alejados de las exigencias que hacía el pueblo por democratizar el poder popular.
En tercer lugar, la identificación del enemigo y no permitir que nos emborronen la línea que nos separa del enemigo, más la convocatoria de todos los partidos y las organizaciones políticas de base, con todo y su mundo heterogéneo, es una tarea que debe ser abordada de inmediato. Nuestros comunicadores populares deben estar en alerta permanente ante la campaña divisionista que proviene de los medios de comunicación privados. De nuevo, en este escenario, la crítica y la autocrítica es de una relevancia política muy importante. El reconocimiento de los errores lejos de afectarnos nos fortalece, siempre y cuando este reconocimiento vaya acompañado de una rectificación humilde y necesaria, siempre enmarcada dentro de los más altosintereses del pueblo ¿Qué puede emocionar más a un pueblo que la corrección, rectificación y reimpulso de una política revolucionaria que pudo haberse desviado o porque a quien se le dio la responsabilidad no tuvo la fortaleza ideológica de cumplir con los objetivos que se habían planteado?
En cuarto lugar, he visto con mucha preocupación, la utilización de eventos comunicacionales en los que se utiliza al Comandante como arma de descalificación. Nadie, como este pueblo hermoso y gigante, conocía mejor al Comandante. Existe y se utiliza la libre interpretación de sus señalamientos para reforzar una opinión personal o grupal y se obvia que el Comandante era totalmente ajeno a particularizar la crítica y que, si en alguna ocasión la hacía, era destinada a recuperar el cuadro que era amonestado en su momento. El Comandante Chávez llegó a reconocer públicamente que su ritmo de trabajo era sobrenatural, yo puedo dar fe de ello. Era allí, en esos momentos que retrataban su grandeza, que observábamos su enorme capacidad de comprensión ante el error o la falla humana, pues debemos reconocer todos los que de una u otra forma tuvimos el privilegio de trabajar a su lado, carencias físicas e intelectuales en muchos casos, cuando iba a cincuenta pasos en su vanguardia solitaria y nosotros tratando de alcanzarlo.
La emoción del pueblo debe ir acompasada con la praxis concreta de los hechos. Las emociones sin resultados materiales para emocionarse, es letal para el avance de la revolución. Sin embargo, no podemos restarle mérito al mecanismo emocional que despertamos desde la comunicación. Chávez nos emocionaba con un chiste, con una historia personal, con los sueños, con la capacidad que siempre tuvo de emocionar e involucrar al pueblo en las decisiones trascendentales que se iban tomando; con ello jamás dejó de otorgarle voz al pueblo. Debatía con cualquiera, su liderazgo fue puesto a prueba una y otra vez en escenarios que jamás ningún presidente osaba pasearse. De eso, de esa osadía y desprendimiento, aprendimos en La Hojilla que no había mejor manera de incorporar al pueblo en las discusiones que permitiendo canalizar su descontento.
Si he de aceptar que La Hojilla fue un programa privilegiado, mi mayor privilegio fue haberme permitido estar al lado de la historia. Porque el Comandante Chávez es la historia contemporánea de finales del siglo XX y comienzos del XXI. Y al lado de esta experiencia maravillosa, haber conocido al Comandante Fidel, aún hoy haciendo historia y faro de la lucha revolucionaria en el mundo. No puedo describir con un simple concepto estas dos experiencias. Sería faltarle el respeto a la imaginación. Hablar de dos absueltos por la historia, es llenarse de Bolívar, de Martí, del Che, de Simón Rodríguez, de nuestros héroes latinoamericanos, de los caídos en combate, de todos los que dieron su vida por la liberación de nuestros pueblos. Ni con mi vida pagaría la satisfacción de haber estado en algún momento en estos diez años con los dos más grandes hombres de la historia contemporánea.
La mayor de mis satisfacciones fue constatar todos los días que tenemos a un pueblo ávido de revolución, siempre atento a nuestra responsabilidad como comunicadores; un pueblo que despertó con el Comandante Chávez y muy difícilmente podrá ser engañado; pueblo que ha entendido con mucha claridad cuál es el enorme peso de ser garantes de la preservación y consecución del legado que nos dejó el Comandante; pueblo contestón, alegre, combativo y amoroso, que jamás se da por vencido; pueblo que aprendió a ser un comunicador efectivo en potencia cuando salió en medio de un golpe de estado a rescatar, el mismo 11 de abril de 2002, al Comandante Chávez. Ese pueblo fue el maestro ejemplar de nuestro trabajo y es a quien le debemos lealtad absoluta. De ese pueblo insurge Chávez y hoy lo encarna en la batalla.
Este último año complejo, de marasmo, dudas y reflexiones, una cosa si tengo muy clara (debo confesar, me lo enseñaron en estos últimos seis meses): Confiado estoy que las crisis paren los líderes, lo dijo Fidel y se lo creo. El Comandante eligió a Nicolás Maduro como aquel que está destinado a seguir escribiendo la historia de la Revolución Bolivariana, lo creo.
Siempre he sido un crítico pertinaz, irreverente, sin remedio; esto es producto de la moral que nos inundaba cuando el Comandante a diario nos empujaba a seguir combatiendo. La historia no admite errores permanentes porque Chávez nos demostró que si hay posibilidad de cambiar el mundo. Creo en la moral de los hombres y en el deseo de ejecutar acciones heroicas que sorprendan a sus pueblos. Creo que lo malo no puede ocultarse y que los escenarios para que se eleven las conciencias están muy cercanos. Lo sentimos en la piel, eso nos lo enseñó Chávez. Es por ello que más de una vez me repetí que el hombre puede sentir miedo, pero jamás aceptar la cobardía como modo de vida.
El pasado 21 de junio cumplimos 10 años de trabajo en La Hojilla ¿Su génesis? Una columna que se empezó a escribir en Aporrea el 30 de enero de 2004 y que, hasta el número 84 -de fecha 12 de junio de ese mismo año-, dio un salto a la televisión como proyecto de respuesta a la canalla mediática de la mano de Eileen Padrón, Néstor Francia y quien esto escribe. Casi de inmediato se produjo una respuesta positiva del pueblo revolucionario y el apoyo incondicional del Comandante Hugo Chávez. Debo resaltar el privilegio de haber contado con el apoyo del Comandante hasta el final de su vida; sin esa visión, sin esa inspiración, sin su natural y extraordinaria capacidad comunicadora, sin ese descubrimiento del lenguaje codificado líder-pueblo, jamás hubiéramos desarrollado el trabajo hermoso que tanta satisfacciones nos dio, regaló del Comandante, del pueblo y la Revolución Bolivariana. Nunca me he puesto a pensar si La Hojilla marcó un precedente dentro de la comunicación social. No seré yo quien juzgue eso y tampoco me preocupa hacerlo. Lo cierto es que aquí hemos estado trabajando y haciendo lo que nos dicta la conciencia. Un equipo trabajador, empeñado en seguir adelante. Con sus altas y bajas. Cuestionado o apoyado, pero trabajando en función de los intereses del pueblo. Diez años después, renovados, seguimos teniendo la paciencia de los necios y la cordura de los locos.
Cuando tuve la oportunidad de entrevistar a ese otro grande latinoamericano, Pepe Mujica, me habló del Comandante con una dulzura solo contenida en los pechos de los revolucionarios; vi en sus ojos algún rastro de tristeza, acaso una lágrima furtiva y entendí por qué los hombres como el Comandante se convierten en garantía de los pueblos y por qué estamos obligados a combatir contra aquellos que no entienden que las revoluciones son la mayor prueba para la humanidad.
Con Nicolás me pasó igual. Lo vi llorar desde las vísceras cuando anunciaba la muerte del Comandante y lo vi llorar cuando se preparaba su traslado al Cuartel de la Montaña y entendí que el llanto en los hombres que están obligados a escribir la historia, es la explosión espiritual de los que quieren construir, desean construir y si permiten que esa explosión se convierta en hechos concretos, el pueblo encarnado en Chávez estará rodilla en tierra avanzando a su lado conquistando la eternidad que se ganan por valientes.