Ahora no se llama periodismo sino Ciencias de la Comunicación o Comunicación Social. El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica". (Gabriel García Márquez-1996)
Aunque no soy experto sobre el tema de la comunicación social, al menos como usuario de ella me he dado cuenta que de las múltiples facetas que esta ciencia contiene, una de las más importantes es la que surge del trabajo en calidad de entrevistador.
Si bien es cierto que un limitado grupo de comunicadores hacen bien su papel a la hora de entrevistar, otros por el contrario se convierten en auto entrevistados, en acusadores de la oposición o del gobierno y en general desvían su verdadero rol como servidores de un público que quiere leer y/o escuchar la verdad con sentido crítico y no como si se estuvieran frente a miembros de su club de amigos.
El caso más palpable de la situación que venimos comentando se tiene cuando indagan sobre el tema económico y financiero, cuyo contenido es eminentemente polémico y rico en situaciones donde el usuario le interesa conocer a fondo y con veraz postura lo que piensa y dice el entrevistado.
Así por ejemplo, si se interpela a un opositor derechista, se entiende que no se deben dejar pasar las fallas, errores e injusticias que se cometieron en los gobiernos donde esta tendencia ha gobernado dentro y fuera del país. Se trata de hurgar y buscar la verdad partiendo de la historia y de los hechos actuales. Permitir que el entrevistado esconda el pasado y tergiverse el presente no sería una tarea genuina de un buen periodista. Desnudar los hechos es parte esencial del compromiso de un buen periodista independientemente de la posición ideológica que sustente.
La falta de libertades políticas y económicas en beneficio de los sectores populares en la Venezuela del siglo XX, no debe ser escondida ni manipulada. El hambre y enfermedades acumuladas por millones de compatriotas fue lo más emblemático de la denominada IV República. Una inflación que llegó a superar el 100 %, el analfabetismo creciente y la entrega a las transnacionales de los principales recursos naturales, fueron la constante de los gobiernos dirigidos y controlados por la oligarquía venezolana. Esconder está trágica realidad sería negar nuestra historia y justificar el oprobio, la negligencia y la maldad que engendran el feudalismo y el capitalismo.
Recordar los horrendos crímenes de las dictaduras militares y civiles que gobernaron a Venezuela en la citada época no deben ser silenciados en ningún momento. La complicidad de empresarios, terratenientes y banqueros, políticos corruptos, de una u otra manera deben ser recordados como como señal emblemática de lo que han significado los gobiernos de la derecha no solo en nuestro país sino en toda América Latina. Es necesario y obligatorio poner al descubierto los nefastos regímenes que tuvimos en los últimos cien años antes de llegar el Presidente Hugo Chávez F, tarea que debería ser permanente en el accionar de un periodismo comprometido con los intereses del país.
Por el lado del actual gobierno, inaugurado en febrero de 1999, es evidente que un buen periodismo también debe mantener las banderas bien en alto de la transparencia, buscando con ello transmitir la verdad y opacar por todas las vías posibles, la mentira y la manipulación típica de los mercaderes de la política.
En este sentido, nuestros periodistas y especialmente los entrevistadores, deben comportarse como verdaderos puntales por obtener la confesión y opinión lo más sincera posible de los entrevistados. La agresión criminal y permanente de las fuerzas de la derecha debe ser puesta al descubierto, pero también la negligencia, ineficiencia, ineficacia y complicidad con actos de corrupción a cargo de funcionarios autodenominados bolivarianos, debe ser abortada constantemente por los comunicadores sociales que cubren fuentes informativas y formativas.
Un periodismo al servicio de los intereses de la patria debe formular preguntas a sus entrevistados donde estos se vean obligados a decir la verdad, a reconocer las fallas y desviaciones que se han venido acumulando en el ejercicio del gobierno y de la manera de hacer política.
Como primera orientación, el periodista y quienes le soportan deben saber que en Venezuela hay cinco (5) poderes del Estado, que tienen diferentes funciones y responsabilidades, motivo por el cual no cabe entrevistar un miembro del Ejecutivo Nacional con similar formato al utilizado para consultar públicamente a un diputado a la Asamblea Nacional o aun magistrado del Tribunal Supremo.
Un ejemplo extraído de la realidad se tiene con relación a varias entrevistas que en horas de la mañana se le han hecho en este año en el Canal 8 al Presidente de una de las principales comisiones de trabajo de la Asamblea Nacional. Curiosamente el periodista omite hacer preguntas sobre los problemas actuales y su correlación con las leyes vigentes. Oportunidad que aprovecha el entrevistado para dar un discurso como si el fuese miembro del Ejecutivo Nacional.
¿Por qué el entrevistador no revisa previamente las leyes obsoletas que todavía predominan en el país y le pide una explicación al diputado de que es lo que está pasando en su institución? ¿Por qué no le pregunta donde el estaba en su calidad de Presidente de la Comisión en estos últimos diez años cuando a diestra y siniestra se entregaron las divisas a empresarios corruptos y no fue posible que ningún parlamentario viese con claridad el gran daño que se le estaba haciendo a la nación? ¿Por qué no le preguntó cual ha sido la postura de los parlamentarios para modificar y adecuar las leyes en contra del hamponato empresarial que en maridaje con funcionarios corruptos a quienes se les asignó más de US $ 250.000 millones, de los cuales casi la mitad fueron utilizados fraudulentamente?
¿Por qué la Comisión de Finanzas y/o la Comisión de Contraloría durante estos últimos años han dejado pasar centenares de omisiones e irregularidades que han conducido a que las leyes que se aprueban no parecen tener ningún efecto positivo ante la acción combinada de transnacionales, empresarios que operan en Venezuela y sus cómplices disfrazados de rojito? ¿Por qué algunos entrevistadores les cuesta tanto distinguir entre un funcionario del Ejecutivo y un funcionario del Poder Legislativo o del poder judicial?
Estamos seguros que si públicamente se le exige cuentas a los parlamentarios y en especial a los presidentes de sus comisiones, otra situación hubiese en la Asamblea Nacional, donde por cierto hay por lo menos ochenta diputados que no les ve la cara y en ningún momento le han rendido cuentas al país, salvo que lo hayan hecho clandestinamente. Curiosamente, no escriben ni opinan ni siquiera en aporrea.org, periódico digital totalmente abierto al pensamiento progresista-revolucionario y quien por cierto ha tenido una constante denuncia contra las estafas a la nación, entre ellas las originadas desde CADIVI Y EL SITME, sin contar por supuesto con múltiples artículos contra el acaparamiento, el bachaqueo, el contrabando de extracción, la reducción intencional de la producción industrial por parte de los empresarios golpistas y sus grandes corolarios que son la escases y la especulación que sin compasión se hace contra el pueblo trabajador.
También es oportuno aclarar, que no está en discusión que la Asamblea Nacional es un Ente político, pero también es una institución para producir leyes que vayan de la mano con los acontecimientos económicos-financieros que ocurren en el país. Que se haya tenido que esperar casi diez años para darnos cuenta de la gran estafa que se estaba cometiendo con las divisas preferenciales, es un hecho que amerita una reflexión y una investigación bien profunda no sólo contra los beneficiarios de las divisas sino contra algunos funcionarios de los diversos poderes del Estado, que al no cumplir cabalmente con sus funciones, ya fuesen ejecutivas, legislativas, contraloras o judiciales, facilitaron la acción de los dillingers y Al capones ubicados en cargos oficiales de la R.B. de Venezuela.
Por todo lo supra señalado, es evidente que el trabajo periodístico debe ser lo más combativo posible, no permitiendo que en ningún momento los entrevistados con habilidosa maña sean lo que dirijan las entrevistas y hasta con mañanera complacencia se den el lujo de hacerle preguntas al entrevistador, burlando de esta manera el verdadero cometido que debe guiar una buena y exitosa faena periodística ¿cuesta mucho intentar a que se diga la verdad?
Para finalizar, internalicemos esta máxima: las entrevistas periodísticas no son solo para escuchar a los amigos, sino para escuchar a estos y los que no lo son "el periodismo es combativo o no es periodismo". En consecuencia, muy humildemente los invitamos a estar muy alertas y comprometidos con la formulación y conducción en general de los programas de opinión, toda vez que los usuarios también pensamos y se nos hace fácil detectar cuando a pesar de la buena fe que acompañe al entrevistador, pudiese predominar la ingenuidad o la impericia ante los que con su inteligente malicia y picardía saben distraer la atención hacia otros temas y de esta manera evitan hablar de su responsabilidad como funcionarios que deben estar al servicio de la patria.
Lograr que los entrevistados se involucren en lo que les es pertinente responder, es parte esencial de un buen comunicador social, no importa si es de derecha o de izquierda. Su misión debe estar asociada con la transparencia histórica y presente. Entender que del otro lado de la barrera hay gente pensante y a veces de sobrada audacia, es parte esencial del trabajo por hacer florecer la verdad y con ella la justicia social.