Los pueblos tienen derecho a ver Telesur

Mirando un informativo internacional de Telesur uno siente, inevitablemente, la impotencia de saber que ese enorme esfuerzo de producción, de corresponsalías que abarcan a la mayoría de los países del mundo, de imágenes que el poder desinformativo mundial oculta cuidadosamente, no esté llegando a todos los pueblos de nuestra América.

Telesur es un desafío hecho realidad para crear lazos de integración amplios en la comunicación y rescatar la verdad ocultada por la oferta banal, la frivolidad llevada al extremo de la degradación, la mentira repetida tantas veces sea posible como para anular toda resistencia, como lo concibió Joseph Goebbels en la Alemania de Hitler. La manipulación y la mentira son hoy parte del esquema de la dominación mundial, del sueño omnipotente de que el mundo entero sea la frontera segura para el imperio. Ocultar imágenes y contenidos que desafíen los esquemas y que descalifiquen las argumentaciones de la guerra infinita, es una prioridad para los que se declaran dueños del mundo. No dejar un solo resquicio para la verdad es un imperativo para los estrategas de esa guerra. Esa realidad implica que los pueblos no pueden esperar- en tiempos en que la información ha sido convertida en un arma de guerra- a que los gobiernos de diversos países de América Latina abran espacio para esta iniciativa única de información veraz, en momentos tan críticos para la humanidad.

Así como se desarrollan luchas populares contra las imposiciones del gran poder, y se levantan barreras contra el Area para el Libre Comercio de las Américas (ALCA), contra la militarización y toda otra estrategia de dominación, los pueblos deben tomar en sus manos la demanda de que los gobiernos abran la posibilidad de una señal donde haya acceso a una información que es también un muro contra la manipulación. Es un derecho ganado por los pueblos del mundo, el derecho universal de acceder a la información veraz.

UNA EXPERIENCIA CERCANA

La imposibilidad de ver Telesur en muchos de nuestros países muestra debilidades profundas de las democracias que intentan ser. Pasada largamente la medianoche, a la hora en que muchos ya descansan de un día duro, casi a hurtadillas, uno puede ver en Argentina un micro de lo que es ese informativo. Así Telesur se convierte de repente en un fantasma. La señal que llegaba por otro canal de cable- a lo que no todos los clientes de las diversas corporaciones y monopolios periodísticos pueden acceder- y que permitía al menos unas dos horas de transmisión desapareció de repente para dar lugar a otro tipo de programas. La experiencia personal de haber grabado un informativo de Telesur y haberlo proyectado durante una charla sobre América Latina ante centenares de jóvenes estudiantes, mostró, en primer término la sorpresa ante la evidencia de que el contenido, la forma, el fondo eran obviamente superadores a las propuestas más acabadas del gran poder mundial. Y esto despertó un sentimiento que sólo podría resumirse en un "sí, se puede". Algo así como un orgullo ajeno de reconocer y reconocerse que era posible desafiar la criminal desinformación que nos acosa a diario desde las pantallas, utilizadas para violar el derecho de los pueblos a la verdad.

No faltan los que -siempre escépticos, que es más cómodo que creer y hacer- dicen que aún falta mucho. Ni aquellos que tratan de minimizar la molesta realidad y mencionan con desdén que "Venezuela como es un país petrolero lo puede hacer", como si se tratara simplemente de eso y no de la voluntad y la decisión del gobierno del presidente Hugo Chávez, de demostrar -con la audacia de la dignidad y la imaginación creadora-que los sueños latinoamericanos de viejo cuño son posibles. Y esa decisión está a su vez cimentada por otros esfuerzos excepcionales, como fue lo realizado por la Revolución Cubana, cuando en aquellos primeros momentos del triunfo, creó la agencia de noticias Prensa Latina, un hecho histórico si los hay. Y después, bajo el asedio medioeval del bloqueo -él más largo en la historia de la humanidad-, la Revolución se dedicó a irradiar solidaridad y cultura y a crear formas y mecanismos informativos en el mismo sentido de responder al reclamo de los pueblos por la verdad. En tiempos de oscuridades uno podía buscar en las señales radiofónicas la voz de las radios cubanas abriendo el espacio para la verdad.

La Casa de las Américas fue el mayor semillero de intelectuales de la región, la única oportunidad de aquellos que encontraban cerradas todas las posibilidades editoriales cuando debían mandar sus textos ocultos, ya que vivían perseguidos bajo las dictaduras que poblaron de muerte nuestra región. Sin todos esos esfuerzos hubiéramos vivido mucho más de cien años de soledades. Países petroleros y riquísimos hay muchos, la mayoría de los cuáles giran como satélites absolutos del poder mundial, de la dictadura global que está en pie de guerra y muerte. Las televisiones de esos países sólo son repetidoras de las agendas que propone ese poder mundial, el mismo que rompió con toda legalidad internacional, que invade y ocupa países, que asesina y tortura cada día a cientos de víctimas, que traslada prisioneros ilegalmente atravesando fronteras y utilizando los aeropuertos del Primer mundo con su trágica carga de seres humanos sometidos a todo tipo de crueldades. Es el mismo poder que almacena en cárceles siniestras y en bases militares a miles de detenidos desaparecidos.

Por eso, para aquellos que hablan de "los dineros petroleros" hay que recordarles que estos usados para el bien de los pueblos, para el rescate de la humanidad bajo amenaza, son otra demostración maravillosa que debemos rescatar como un ejemplo para ese otro mundo posible. Los dineros petroleros para dar luz a los ojos, como "la Operación Milagro", o para dar luz a los pueblos en la oscuridad de la ignorancia y la desinformación, que es quizás la más cruel de las cegueras, son benditos como diría Monseñor Oscar Arnulfo Romero, aquel arzobispo de San Salvador, asesinado al pie de la cruz en una iglesia salvadoreña en 1980, por exigir el final de la represión contra el pueblo mártir de El Salvador. Y pensando en Monseñor Romero que desde el púlpito no sólo exigió en nombre de Dios, que cesara la represión, sino demandó a los soldados desobedecer la orden de torturar de matar, de masacrar a comunidades enteras, creo que ha llegado la hora de los pueblos de exigir en nombre de sus derechos violentados, la posibilidad de ver y oír a su televisora latinoamericana, y de respaldar además a todos aquellos medios que luchan sacrificadamente por ese derecho a la verdad. No se puede esperar eternamente para reconquistar ese derecho. Los pueblos todos pueden exigir que se asegure el derecho a la información, que se permita el acceso a los medios masivos de comunicación a las voces cercadas y silenciadas.

Pero en esto también hay que exigir que haya una acción en defensa de la humanidad y las sociedades, para que los mensajes que se transmiten cargados de violencias múltiples, los mensajes para respaldar guerras criminales, para potenciar invasiones ilegales, para transmitir encubiertamente enseñanzas y justificaciones de la tortura, o instigaciones a todo tipo de perversión humana, o racistas y degradantes, puedan ser sancionados como se sanciona cualquier tipo de violencia. Es criminal desculturizar a los pueblos a través de los medios masivos, es criminal instar al consumo a poblaciones hambrientas. Es criminal el mensaje subliminal que intenta formar la conciencia para la sumisión, la degradación moral, la pérdida de la identidad todos elementos básicos para imponer el colonialismo descarnado a los pueblos. Llamar democracia a la ocupación colonial de Irak es una acción tan criminal como la guerra misma. Y los pueblos tienen derecho a exigir que ese mensaje no sea transmitido como una verdad, a impedir que se amenace el mundo con ocupaciones, guerras, invasiones, tan impunemente como se hace ahora utilizando los medios masivos de comunicación. Los pueblos no tienen por qué aceptar el mensaje único del chantaje que significan los trazos de los ejes del mal, porque es muy claro que el mundo entero puede ser el eje del mal.

El gobierno del presidente George W.Bush trazó los límites de todo el mundo como la frontera segura de su país, emulando y superando largamente a Adolf Hitler, y los pueblos tienen no sólo el derecho sino el deber de pararse y decirle un NO rotundo al renovado fascismo. Y decirle NO a la desinformación de raíces criminales que ese renovado fascismo disemina por todo el mundo al adueñarse de la mayoría absoluta de los medios de comunicación masiva. La humanidad toda tiene derecho a la defensa.


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Stella Calloni / Cubadebate


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