Venezuela: cuanto más leo a los mentirosos, más me gusta Bolívar

Cuando se lee la prensa contraria al ascenso de las resistencias en América Latina, llama la atención cómo prescinde de cualquier razonamiento que podría convencer de su nocividad. Sólo recurre a la mentira.

A fin de cuentas, los partidarios de Chávez y sus detractores podrían dirimir sus diferencias en el plano filosófico y ético. Hay espacio para confrontar puntos de vista distintos, concepciones políticas antagónicas sobre la administración de los negocios públicos, las opciones económicas, sociales y culturales, el papel de Estados Unidos en la región, lo que debe ser la democracia, lo que debería ser, o no ser, el socialismo, las virtudes y los males del neoliberalismo en este país.

Es una lástima que los pensadores que podrían situar el debate en este nivel, que podrían darle altura, hayan cedido el puesto a falsificadores de hechos, adulteradores de la verdad, falsarios o, en el mejor de los casos, holgazanes que repiten sin molestarse en verificar.

¿A qué estamos asistiendo en los últimos años?

A la repetición casi maquinal de informaciones tomadas de una fuente única, que más valdría evitar como la peste. ¿Qué fuente es esa? La prensa venezolana. ¿Quiénes son sus dueños? Por lo general, oligarcas inmensamente ricos que viven parte del año en USA y cuya vocación por la información es casi tan fuerte como la de Serge Dassault, Arnaud Lagardère o Patrick Lelay [1]. A veces el lavado de cerebro se apoya en institutos de sondeo venezolanos. Muchos de ellos pertenecen a los patronos de la prensa.


Casi todas las cadenas de televisión venezolanas son privadas. Son hostiles a un gobierno elegido por el pueblo con gran constancia (once elecciones consecutivas ganadas por los partidarios de la revolución bolivariana). Nueve de los diez grandes diarios nacionales son de oposición. Estas televisoras y estos periódicos han reemplazado en gran medida a los partidos políticos de derechas, completamente derrotados. Sin embargo, son sus «informaciones» y solo ellas las que nuestros medios reproducen a porfía.

Este papanatismo es suicida para nuestra prensa, ya de por sí (¿y por eso mismo?) bastante desacreditada y, por consiguiente, con salud precaria.

Los medios venezolanos participaron masivamente en el golpe de estado de abril de 2002. Algunos, con RCTV en primera fila, fueron sus impulsores. Estos hechos (que no esta «opinión») no necesitan demostración. Hasta en USA lo han admitido con franqueza algunos periódicos. Véase, por ejemplo, Los Angeles Times del 30 de mayo de 2007: «Hugo Chávez contra RCTV» por Bart Jones http://www.latimes.com/news/opinion/commentary/la-oe-jones30may30,1,5553603.story.

Los medios golpistas se hartaron de mentir mientras duró el golpe. No han dejado de hacerlo desde entonces. Al contrario.

Antes, durante y después del golpe, y sin parar hasta hoy, una cadena como RCTV ha llegado a tales extremos que en Francia no habría durado ni una hora. La lista de sus infracciones es tan larga que su dueño estaría en la cárcel, junto con buena parte de su equipo. ¿Infracciones? ¡Sí, cientos de ellas! Infracciones que ningún medio podría cometer en Francia, en distintos ámbitos: ley sobre publicidad de tabaco y alcohol en los estadios, protección de la infancia, imágenes subliminales, incitación a la desobediencia civil… A lo que hay que añadir la negativa reiterada, arrogante, de dialogar con la Conatel (Comisión Nacional de Telecomunicaciones [2]). Convocada más de 20 veces en 2006, RCTV no se dignó a acudir.

Pues bien, ¿qué leemos en Francia? ¿Artículos de periodistas que han bebido en distintas fuentes? Nada de eso. Sólo nos llegan las versiones de los antiguos golpistas, es decir, los adversarios de la legalidad democrática, los enemigos del sufragio universal, los felones. Incluso en los sitios de la internet comprometidos con la verdad hay lugar para los bulos.

Es tal la avalancha de embustes que se difunden por doquier, que sólo la idea de desmentirlos todos produce cansancio. No quedaría tiempo para otra cosa.

Porque habría que explicarlos uno por uno, pues el lector, de entrada, se muestra incrédulo ante una información que contradice las que ha recibido machaconamente un sinfín de veces.

Si un explorador regresa de la Amazonia contando que allá, en la selva profunda, el agua hierve a 80º, las migalas se acoplan con las culebras y los indios se comen a uno de cada dos recién nacidos, y estos disparates se repiten mil veces en los medios, acabarán convenciendo a una parte de los lectores, no porque sean creíbles, sino porque están repetidos.

Pero seguirán siendo mentiras.

Es lo que sucede con Venezuela.

¿Chávez ha instaurado un partido único? Mentira.

¿Va a cambiar la constitución para ser presidente vitalicio? Mentira.

¿Ha cerrado la última cadena de televisión de la oposición? Mentira.

¿Impide que RCTV emita por otras vías? Mentira.

¿Su incuria provoca escasez de alimentos? Mentira.

¿Durante su visita a Moscú no le invitaron a la Duma? Mentira.

¿Putin le ha inferido una afrenta? Mentira.

Podría seguir en este plan hasta desgañitarme exclamando: ¡Mentira, mentira, mentira!

Pero voy a detenerme un momento sobre una nueva: «RCTV no ha reanudado sus emisiones porque el estado le ha robado su material». Sobreentendido: «No estamos ante un estado de derecho, sino ante una mafia dictatorial».

La verdad es la siguiente: hace 20 años, otro gobierno otorgó a RCTV la concesión para emitir por canal abierto. El contrato estipulaba que las instalaciones necesarias serían construidas por Radio Caracas Televisión a sus expensas. Tanto el terreno como las torres y construcciones erigidas en él serían propiedad exclusiva de la república.

¿A qué se debía esta condición? A que, en caso de que se concediera el permiso a otra cadena, no hubiera interrupción de las emisiones. Chávez no ha robado nada, al contrario, ha devuelto a la nación dos bienes que le pertenecían: la frecuencia hertziana y los medios para usarla. De conformidad con la ley y los términos firmados por sus predecesores.

¿Por qué no pudo emitir RCTV entre el 28 de mayo y julio? Porque renunció deliberadamente a hacerlo por satélite y por cable, de entrada para recalcar que no acataba la decisión soberana del estado y pretendía doblegarle, y además porque necesitaba este cierre voluntario para hacerse la víctima. Cuando ha quedado claro que ha perdido la partida, RCTV ha tomado las medidas necesarias para volver a emitir (de momento, por cable). Habría podido hacerlo antes, pues se lo advirtieron en diciembre de 2006.

RCTV no es una cadena de televisión como las demás, es un ariete de la derecha más radical de Venezuela. Su dueño, Marcel Granier, puede resistir meses de suspensión sin que su economía se vea afectada más que la de una persona común cuando compra una barra de pan. Posee, en todo o en parte, 40 emisoras de radio y cadenas de televisión además de RCTV.

En [el sitio francés] Agoravox, Daniel Duquenal, que se ha especializado en criticar al gobierno venezolano, habla de «venganza política», de «saña política de Chávez», de «proyecto totalitario» que tiende a la «represión pura y simple». Estamos en el terreno de la opinión: aceptémoslo como elemento para un debate.

Lástima que su opinión se base en datos falsos, a menudo emocionales. Veamos unos cuantos: Chávez ha cerrado RCTV (falso). Al cabo de un mes RCTV no ha podido encontrar un espacio de difusión (¿un mes? En realidad ha dispuesto de unos seis meses) ni ingresar lo suficiente para pagar a su personal (¿subvenciones, tal vez? ¿A pesar de la enorme fortuna del dueño de RCTV?). Chávez quiere obligar a RCTV a pagar impuestos suplementarios (son impuestos atrasados, pues RCTV acostumbraba a evadir impunemente los impuestos. RCTV debe a la hacienda pública 1,5 millardos de bolívares, unos 700 millones de dólares).

Luego, lo que he mencionado antes: «El gobierno ha secuestrado todos los equipos de transmisión de RCTV… simple confiscación del gobierno de Chávez, que sienta el peligroso precedente jurídico de otorgar al estado el "derecho" a apoderarse de cualquier bien privado que necesite, cualquiera que sea el motivo de esa necesidad. En una palabra, el robo legalizado a favor del estado». Una mentira bien gorda para poder emitir un juicio abrupto.

Más aún: «Hay una escasez de géneros alimentarios que se ha vuelto crónica» (los servicios oficiales encargados del abastecimiento descubren continuamente género oculto, porque la escasez está organizada: un tipo nuevo y cruel de huelga patronal).

Por último, según el mismo polemista, quienes no se adhieran al «partido único del chavismo» (falso, el partido se define como unido, no único) «a partir de ahora serán ciudadanos de segunda clase, incluso los verán como enemigos de la nación y cómplices del imperialismo» (otra invención que se saca de la manga).

¿Chávez es un apestado? «El parlamento ruso, la Duma, no quiso recibirle la semana pasada, y Putin le recibió de forma "privada" para no tener que rendirle honores oficiales».

La verdad es que la Duma sí invitó a Chávez, que pronunció un discurso. No lo hizo en la tribuna sino en una sala contigua. ¿Por qué? Porque el reglamento de la Duma, salvo en ocasiones muy especiales, no permite que los jefes de estado hablen desde la tribuna. Hacer una excepción con Chávez habría supuesto irritar inútilmente a Washington, en vísperas de la reunión de Putin con el presidente George W. Bush.

Veamos la crónica de Radio France Internationale (Stefanie Schüler, 29 de junio de 2007): «Fue recibido por Vladímir Putin en su casa de campo de Novo Ogarevo, a las afueras de Moscú». Putin, a su vez, «será recibido los días 1 y 2 de julio por George W. Bush en su casa familiar de Kennebunkport, Maine. Un honor que hasta ahora no ha dispensado a ningún otro dirigente». ¿Afrenta en un caso, honor en el otro?

Se podrían escribir cien páginas como esta, con pruebas de que los adversarios de la revolución bolivariana necesitan recurrir a imprecisiones, insinuaciones y mentiras para atacarla.

Lo cual, a fin de cuentas, es alentador (y esta sí que es una «opinión». Optimista).

 

[1] Grandes patronos de la industria francesa del armamento, la aeronáutica y la construcción que redondean sus ganancias con el negocio mediático. Lelay, en un arrebato de sinceridad, hizo declaraciones de este tenor: «Hay muchas maneras de hablar de la televisión. Pero desde una perspectiva business, seamos realistas: básicamente, el trabajo de TF1 [la principal cadena privada francesa] consiste en ayudar a la Coca-Cola, por ejemplo, a vender su producto» (n. del t.).

[2] Que define así su misión: «Socializar el uso y la aplicación de las telecomunicaciones y democratizar su acceso hasta convertirlas en plataforma habilitadora de desarrollo para consolidar la República.» (n. del t.).





Fuente:
http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=3291&lg=fr

Artículo original publicado el 13 de julio de 2007

Sobre el autor

Juan Vivanco es miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a sus autores y la fuente.

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