La información como arma de guerra

La palabra que mata

América Latina está siendo invadida silenciosamente en varios frentes: político, económico, militar, científico, cultural, lo que tiene un centro coordinador común: los medios masivos de comunicación, en momentos en que la información se ha transformado en un arma de destrucción masiva. En los permanentemente renovados esquemas de seguridad nacional de Estados Unidos, la manipulación informativa se ha convertido en el arma más poderosa que antecede al disparo de los misiles y a los bombardeos.

Ahora la palabra mata, oculta crímenes brutales bajo envolturas de mensajes muy bien preparados, en diseños de guerras reales y cibernéticas, con comandos especializados, con criminales atípicos, que no llevan armas sino discursos mediáticos tan destructivos como un misil. Porque el periodismo actual debe entender que si la palabra mata, o sirve a los más brutales diseños de genocidio o exterminios masivos —cuyo mejor y trágico ejemplo es hoy Irak— el que dispara esa palabra que matará, es tan criminal como el que deja caer la bomba asesina, sobre todo aquello que está bajo el fuego del terrorismo de Estado mundial.

Los nuevos diseños de seguridad nacional estadounidense, trazados mucho antes de los atentados que desplomaron las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 extienden las fronteras seguras del poder hegemónico a todo el mundo, sin consideración alguna de legalidad, soberanía, o razones humanitarias o morales. Ese hecho fue absolutamente funcional para las necesidades geoestratégicas de poner en marcha los trazados de Guerras de Baja, Mediana y Alta Intensidad remozados en los años 90.

En su momento, Adolf Hitler, bajo los enunciados de la doctrina de “fronteras seguras” como modelo de la expansión nazi avanzó sobre todo lo que lo rodeaba o lo que consideraba debía controlar en nombre de la seguridad de Alemania. Ahora con la misma concepción nazi, Estados Unidos y sus asociados definen una guerra infinita, sin fronteras, sin leyes, sin control, que abarca a todo el mundo, convertido en su también “infinita” frontera de seguridad. Y detrás —lo dicen también abiertamente como en estos días lo reconoció el gobierno de Australia, participante del genocidio iraquí— están las necesidades cada vez más acuciantes de recursos naturales, que el capitalismo en su perverso esplendor dilapida sin control.


Los medios privados y la incitación al genocidio

Recientemente se publicó el informe “Los medios y el genocidio de Rwanda” editado por Allan Thompson (2007), donde se cita una declaración de Kofi Annan, ex secretario general de la ONU, publicado por el Centro Internacional de Investigación y Desarrollo de Canadá. Precisamente Annan hablando en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Carleton en Ottawa, durante la celebración de una reunión sobre “Los Medios (de comunicación) y el Genocidio de Rwanda” denunció que estos “fueron usados” en ese país “para diseminar odio, deshumanizar a la gente, y más aún para guiar a los genocidas hacia sus víctimas. Tres periodistas y propietarios de medios han sido encontrados culpables de Genocidio por el Tribunal Criminal Internacional para Rwanda, y también de incitación al genocidio, conspiración y de cometer crímenes contra la humanidad. Debemos encontrar una vía para responder a tales abusos de poder...” También sostuvo que “No puede haber asunto mas importante, ni obligación más apremiante que la prevención del genocidio.”

Esta declaración de Annan fue silenciada a nivel mundial, de la misma manera que se silenció el castigo de la justicia a los medios de comunicación y periodistas que participaron en la Operación Condor, de contrainsurgencia que planeó la dictadura de Augusto Pinochet con la CIA, los escuadrones de la muerte de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y sectores de inteligencia y seguridad del gobierno argentino de entonces (1975).

La prensa y periodistas chilenos, y también argentinos, fueron claves para este engendro contrainsurgente de Guerra Sucia, que significó la Operación Condor. Se trataba de un plan para engañar a la ONU que le reclamaba por una lista de 119 personas desaparecidas. Entonces se decidió que harían aparecer cadáveres (cinco) en Argentina en distintos lugares, a los que se colocó entre las ropas documentos falsos, que tenían el nombre de cinco de los chilenos que demandaba la ONU. Pero además escritos y pancartas donde supuestamente se trataba de una “venganza” del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Chile, es decir que los presuntos exilados se estaban peleando entre sí. Por otra parte se armó un conjunto de informaciones en medios de Argentina, Brasil y México, que debían ser “tomadas” por la prensa chilena —entre ellos el diario El Mercurio”— mintiendo sobre enfrentamientos con militares en la zona de la frontera argentino chilena, entre grupos de guerrillas que supuestamente intentaban entrar a Chile, en los cuáles habían muerto alrededor de 60 chilenos, también de la lista de la ONU .

Esta información apareció entre otros medios en el diario O’Día de Brasil, al que se le entregó una buena suma de dinero cuando estaba en quiebra en ese año. En Argentina los hombres de José López Rega publicaron por una sola vez la revista “Lea” donde la presidente Isabel Perón manifestó estar “asqueada” por la peleas en que “se estaban matando los izquierdistas” chilenos. Cómo se comprobó todo era falso.

Lo cierto es que todos los de la lista estaban desaparecidos en Chile y hasta ahora nadie sabe a quien pertenecían los cadáveres encontrados en la Argentina. Seguramente a algunos de los desaparecidos en este país en tiempos de la “Triple A”.

En el caso de Rwanda, Allan Thompson, señala en la presentación del libro que los medios de comunicación a los que definió como “Los medios del odio en Rwanda —a través de sus periodistas, locutores y ejecutivos— jugaron un rol instrumental en el establecimiento de las bases para el genocidio, luego participaron activamente en la campaña de exterminación”. También evaluó el veredicto de culpabilidad emitido por el Tribunal del Crimen Internacional en el juicio a los medios de comunicación en Rwanda y sostuvo que “el propósito de revisar el rol de los medios en el genocidio de Rwanda no es sólo para recordar. Aún tenemos mucho que aprender sobre este particular y examinar la manera en que periodistas y empresas de medios se condujeron durante la tragedia y esto no es solo un ejercicio histórico. Tristemente, da la impresión que no hemos discernido ni entendido completamente las lecciones de Rwanda.”

Todo comenzó aquel 6 de abril de 1994 cuando el avión del presidente de Rwanda Juvenal Habyarimana se estrelló por la acción de un grupo no identificado y el mandatario murió, precisamente cuando se había logrado firmar la paz en Arusha, Tanzania en 1993 entre una población mayoritaria Hutu y la minoría Tutsi y había sido enviada al lugar una fuerza de paz internacional. El 18 de abril de 1994 el país había entrado en el caos. Pero como señala el informe publicado en Canadá, nadie mencionó la existencia de una “tercera fuerza” de opositores extremistas pertenecientes a los Hutu que no aprobaban el acuerdo firmado y no estaban interesados en la paz.

Habría que agregar que estaban movidos por otros intereses. Los medios locales —también movidos por una mano externa— dijeron que los culpables de la muerte del presidente eran los Tutsi y casi de inmediato comenzaron los asesinatos ya en la misma noche del 6 de abril. Miles y miles de Rwandaneses fueron asesinados por escuadrones de la muerte que lanzaban granadas en todos los lugares y refugios. “Los asesinos cortaban el talón de Aquiles de sus victimas para luego regresar y finalizar su trabajo más tarde. Profesores mataron estudiantes, vecinos asesinaron vecinos” señaló el informe. “En el año 2003, el veredicto en el Juicio a los Medios de los ejecutivos de la estación RTLM y el periódico Kangura, el Tribunal Criminal Internacional para Rwanda confirmó sin ninguna duda el rol de los Medios privados de comunicación en los asesinatos(...)demonizando a los Tutsi y acusándolos de poseer inherentemente condiciones diabólicas”, igualando grupos étnicos con “el enemigo y presentando sus mujeres como seductores agentes enemigos, los medios llamaron a la exterminación de los grupos étnicos Tutsi como una respuesta a la amenaza política que ellos asociaban con esta etnia” (Veredicto del tribunal 2003: párrafo 72) Más aún Thompson estima “que gran parte de la matanza hubiera podido evitarse de no haber sido por el papel jugado por los medios” y que de ”alguna manera ellos encendieron la llama y periodistas internacionales desentendidos de a tragedia tomaban estas informaciones, mientras la mayoría de los medios del mundo hacían silencio sobre Rwanda”. De esta manera mediante su “ausencia” los periodistas contribuyeron “con el comportamiento de los perpetradores del genocidio, lo cuales fueron empujados por la apatía mundial y actuaron con total impunidad” Y eso sucedió durante 13 años.

En ese mismo trabajo de Thompson, el General Canadiense Roméo Dallaire, en el comando de las tropas de las Naciones Unidas estacionadas en Rwanda para el momento del genocidio, argumentó que “los medios del odio funcionaron esencialmente como la pista del genocidio y fueron usados como armas de destrucción”. Señala igualmente que los medios de comunicación internacionales “influenciaron los eventos con su ausencia facilitando el proceso cuando los medios del odio localmente fomentaron el genocidio”. Thompson terminó su trabajo con un grito “de la humanidad” a los periodistas para que asuman sus responsabilidades. “La cruel realidad es que después de todos estos años, escasamente comenzamos a aprender la lección de Rwanda”.

Si he citado la tragedia de Rwanda es para preguntar ¿Qué nos recuerda todo esto, mientras el mundo mira impasible el genocidio que cometen los invasores y ocupantes de Irak, contra el pueblo de ese país? En Rwanda los tutsis fueron marcados como el mal y fue suficiente para justificar su exterminio y llevar a una guerra cruel. Irak y Afganistán fueron señalados en la lista de los llamados “ejes del mal”, y los periodistas mayoritariamente se prestaron a la confabulación más grosera de la mentira. Los medios mintieron a sabiendas que cada palabra mataba a centenares de seres humanos ¿Quien los castiga? Nunca como ahora el periodismo fue utilizado como un arma de destrucción masiva de infinita reproducción, ya que una sola potencia y sus comerciantes de la información controlan los medios y, a nivel de nuestros países los medios locales, que no lo son aunque se autonombren como nacionales, ya que se trata simplemente reproductores conscientes de ese esquema de desinformación que lleva la muerte y la destrucción al mundo.


Panamá: un hito

En 1989 la invasión a Panamá marcó un hito sobre lo que vendría. La manipulación informativa sobre “las razones” que adujo Estados Unidos para invadir un pequeño país de poco más de dos millones de habitantes, dividido en dos por un enclave colonial que la potencia hegemónica mantenía desde principios del siglo pasado, eran tan increíbles y burdas, que aún es imposible entender cómo se paralizó América Latina.

Los medios estadounidenses mantuvieron la atención mundial sobre los sucesos en Rumania y la visión televisiva desde Panamá fueron trazadoras de luces, mientras se cometía la atroz invasión con aviones, barcos, tropas, que salían desde las bases del Comando Sur, es decir desde el propio territorio panameño. Ha sido uno de los actos de mayor cobardía, considerando que Panamá tenía fuerzas armadas incipientes (en formación) y sin ningún tipo de armas para resistir una invasión incluso mucho menor que la que sucedió.

Hasta hoy el mundo en su totalidad ignora que allí murieron miles de personas, que se arrasó un país sin defensas, sometido antes a una de la más descarnada campaña de manipulación y desinformación masiva. Esto se continuó con el ocultamiento de las armas de destrucción masiva que se probaron en ese país, al que alguien llamó con toda razón “la Guernica” de América.

También se ocultaron las víctimas, el robo y depredación de las tropas estadounidenses, las tumbas colectivas que mucho después aparecieron sin que nada o muy poco se informara en el mundo. Un jefe de gobierno, el general Manuel Antonio Noriega, fue llevado cautivo a Estados Unidos como prisionero de guerra y juzgado por un tribunal ya preparado para dar un veredicto inamovible, sin posibilidad alguna de defensa, en lo que resultó una burla para la justicia del mundo y la legalidad internacional. Esto impulsó luego fácilmente la llamada operación “Tormenta del desierto” en 1990-1991, donde se movilizó una coalición internacional para supuestamente obligar a Irak a retirarse de Kuwait, empleando varias de las armas y equipos como los aviones silenciosos probados en Panamá.

En ambos casos los medios informativos con el modelo de la noticia continuada y al momento implantado por CNN, impusieron como verdad única e indiscutible la información que proveía el Pentágono estadounidense: es decir la mentira elaborada en oficinas cerradas, por los miles de publicistas, sicólogos, periodistas, y demás que trabajan para formatear y dar pautas de acción sicológica que lleven a captar “mentes y corazones” a nivel nacional (Estados Unidos) y mundial. La llamada Guerra del Golfo fue transmitida por los medios estadounidenses como CNN, y el resto de los medios masivos se habían convertido en simples repetidores a nivel mundial. Es decir Estados Unidos y sus asociados podían actuar con las manos desatadas y sin ningún control, porque los medios masivos de comunicación en el mundo, salvo raras excepciones que además sólo tienen un escaso radio de influencia, transmitían los partes del Pentágono, conformados como información.

De esta manera todo el dispositivo de propaganda que Estados Unidos armó durante la Guerra Fría cuando lo usaba para su combate con la entonces Unión Soviética, fue globalizado y después de la caída de la URSS, simplemente, sin competencia alguna, sin ninguna contención, avanzó sobre el mundo. El estudio de todo los realizado por los medios masivos de comunicación, por el periodismo ”bien pagado”, por los periodistas cooptados ya sea por salarios o incentivando su vanidad con premios sustanciosos, o por el hecho de ser publicitados como “los mejores” por ese poder mundial, nos pondrían ante una verdadera galería del horror. Ese poder siniestro y sigiloso está a la caza de periodistas —y nunca como en estos tiempos— que bien le sirvan para echar a andar, abrir, con “palabras que matan”, el plan de muerte y desolación.

Ya en los años 90, en los nuevos trazados de la Guerra de Baja Intensidad que superó el clásico esquema contrainsurgente militar de sus inicios, para llevar la contrainsurgencia sin límite alguno a lo político, económico, social , cultural, los enemigos eran el narcotráfico, el terrorismo, el narcoterrorismo, las insurgencias presuntamente ligados a estos, previendo conflictos sociales de envergadura, resurgimientos indígenas y campesinos, como una respuesta al plan neoliberal sin anestesia que se impondría al mundo.

Uno de los planes estratégicos prioritarios fue el apoderamiento de todos los medios masivos de comunicación concentrados bajo un poder central y asegurarse el control absoluto de las nuevas tecnologías. Esto significaba asegurar el primer golpe de la guerra que ya en los años 90 se trazaba como lo que es ahora, sin límites, sin fronteras, sin legalidad alguna.

Como lo han señalado varios analistas, entre ellos Thierry Meyssan, en Francia, bien sirvió el concepto de “información contínua” por la forma en que difunde imágenes en forma inmediata y esto hace que los televidentes crean que están absolutamente informados, cuando sólo se le muestran hechos registrados al momento, pero ya manipulados en la forma como se registran y en la elección del lenguaje que oculta la desinformación. El espectador común piensa “lo estamos viendo en directo, no es falso, porque lo estamos viendo en el momento en que sucede” pero por supuesto es una sensación falsa y trágica.

En realidad esto lo pone ante un hecho que sucede en un lugar o en otro, pero no sabe qué hay detrás, cuál es el contenido real de lo que está viendo aparentemente “in situ”. Como dice Meyssan “esto es la negación del periodismo” un oficio que “de hecho consiste en distanciarse de un acontecimiento para analizarlo, seleccionar los hechos más relevantes, confirmar las fuentes, verificar las imputaciones y emitir un criterio”. El periodismo no es una técnica de descripción, sino un arte de la comprensión. “Lejos de garantizar la verdad, la inmediatez la hace vulnerable a las apariencias y a los prejuicios”. Si se añade que “esa información contínua” está en manos del mismo poder que mata, entonces lo que vemos es en general una visión deformada al minuto por los esquemas en que se orienta el tipo de información que se dará. Que hay fugas, las hay, pero son infinitamente menores a lo que logrará el equipo mundial de desinformación en su tarea de ocultar y deformar la realidad.

El ocultamiento, silencio, olvido y complicidad en lo actuado contra la ex Yugoslavia, facilitó el camino hacia las operaciones «Libertad Infinita» contra Afganistán, cuya invasión y ocupación, aún siguen siendo un agujero negro en la información, ya que ni siquiera existe una movilización de derechos humanos ante los terribles crímenes de lesa humanidad cometidos y que se siguen cometiendo contra esa población. La cortina de silencio sigue allí, tapando el crimen sobre el crimen.

La invasión a Irak bajo el argumento de liberar ese país de “una tiranía” que a su vez amenazaba al mundo “con armas de destrucción masiva” y alimentaba al terrorismo, todo lo cuál era falso, pareció vivirse minuto a minuto.

El reconocimiento de que estos argumentos eran falsos no paró ni la ocupación ni la destrucción masiva de ese país, donde ya rondan casi el millón de muertos, sin contar los miles de discapacitados, huérfanos, mujeres violadas, refugiados. En el 2003 no había nación en el mundo que no supiera que Irak estaba fundido, por el brutal bloqueo que llevaba más de una década. Las armas eran obsoletas para resistir semejante ofensiva. Aunque como siempre les ha sucedido, la mentira también engañó a los ocupantes que nunca imaginaron una resistencia cómo la que desarrolló el pueblo iraquí en su conjunto.

Cualquier analista de medios debía preguntarse ¿No es curioso que el pueblo iraquí que resiste a la mayor potencia del mundo y sus poderosos aliados que cuentan con ejércitos de mercenarios para los trabajos más sucios, no pudo derrocar a un dictador, si consideraba así al gobierno de Saddam Hussein?

Otro ejemplo cercano de la criminalidad de los medios de comunicación al servicio del nuevo esquema de seguridad estadounidense, se vio en Venezuela, cuando durante el golpe de Estado de abril de 2002 financiado por organismos de seguridad de Estados Unidos y dirigido desde Washington contra el presidente Hugo Chávez de Venezuela, los medios privados masivos de comunicación fueron no sólo el ariete que abrió el camino a los golpistas, sino que participaron activamente minuto a minuto en este hecho, que dejó decenas de víctimas.

Un estudio realizado por diversos investigadores de Europa y América Latina, se convirtió en un verdadero modelo de laboratorio de observación del papel cumplido por los medios en ese país, que nunca fueron castigados a pesar de que su actividad dejó innumerables víctimas y un golpe a los difíciles intentos realmente democráticos del continente. También en Venezuela en este año 2007 los grandes medios y sus repetidores convirtieron la simple decisión legal de un gobierno, el de Chávez, de no renovar la concesión a una señal de televisión de RCTV —un monopolio que sigue utilizando una buena parte del espacio radioeléctrico venezolano y es dueño de una cantidad de otros medios, radios, prensa escrita, canales de cable, empresas de telenovelas— en un cierre que “atenta contra la libertad de expresión”. Sin más información que esta, repetida por todos los medios asociados, un grupo de senadores en Brasil condenó la decisión del gobierno venezolano, violando el respeto a la autodeterminación de los pueblos con un paso de injerencia inadmisible sobre un país hermano. Nadie se preocupó en conocer la raíz de la cuestión.

Pero si consideramos que esta campaña mediática tenía como finalidad tratar de que la Organización de Estados Americanos (OEA) condenara al gobierno de Chávez —como se vio en los intentos de Estados Unidos en la reunión de esa organización— se podría considerar que se estaba apoyando el camino de una intervención mayor sobre Venezuela, con las consecuencias que se derivaran de esto.


Impunidad

Estamos constantemente hablando de estos sucesos, de temas como las consecuencias de la enorme concentración del poder en los medios de comunicación. Tenemos cifras, datos incuestionables, denuncias que vienen desde hace tiempo en distintos congresos, pero en este punto hay es escasa la reflexión sobre qué hacer frente a esta ofensiva mediática, mucho más peligrosa a partir de que la información es parte clave del engranaje del nuevo esquema de seguridad del trazado imperial.

Es en estos momentos donde se puede ver con mayor claridad, cómo se ha logrado anular la conciencia de buena parte de las sociedades, en especial de las clases con mayor poder de consumo. Pero también existe impunidad en el tipo de programaciones similares que impusieron los medios privados. Estos programas se diseñan en las oficinas mismas donde se trazan las contrainsurgencias, las políticas de control, que incluyen todo tipo de espionaje como el electrónico, entre otros. Desde esas oficinas en Washington se diseñan programas de destrucción cultural para los pueblos de aquellos territorios sobre los que se han elaborado planes de reconquista colonial, como sucede con América Latina y otros países del llamado Tercer Mundo.

Por una parte la impunidad protege a todos esos medios y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que no es nada más ni nada menos que una asociación de dueños o testaferros de los verdaderos dueños de los medios masivos de comunicación, es la encargada de dar el primer paso, cuando Washington realizará una embestida sobre algún gobierno “inconveniente” a sus intereses. La SIP también es responsable de los crímenes de lesa humanidad que se han cometido contra los pueblos del continente, así como de intervenciones militares y de la implantación de dictaduras. Un libro blanco sobre su actuación en el continente a partir de su alianza con la CIA de Estados Unidos, sería una verdadera galería de horrores.

Entre los programas de destrucción cultural o de experimentos para convertir a una sociedad en fácilmente manejable para los fines coloniales o neocoloniales podemos ver algunos de gran difusión a lo largo de toda América en estos tiempos, pero que también alcanzan a los países del llamado Primer Mundo. Un ejemplo de esto son las telenovelas de facturas degradantes o programas como “Gran hermano” o el famoso “Bailando por un sueño”.

Gran Hermano no es sino una experiencia similar al encierro de un grupo de ratas en una enorme caja en el espacio de un laboratorio para estudiar cómo sobreviven, los mecanismos de esa sobrevivencia, la desesperada carrera por la comida o por ganar espacios. Esto permite estudiar los diversos estímulos que pueden aplicarse para conocer las reacciones de un grupo o de una sociedad determinada.

En Gran Hermano como en Bailando por un Sueño, se enseña que toda humillación vale si alguien puede ganar algo. No importa cuanto se degrade cada uno de los participantes.

Después de todo, el colonialismo se implanta mejor y sin mayores problemas sobre una población acostumbrada a la humillación o degradada al punto de la inmovilidad. El “buen aliciente” es la competencia brutal. El que juega a ganar y abandona todos sus principios de convivencia y solidaridad, gana. No importa en ese juego lo que haya que hacer, ni las humillaciones a las que un ser humano es sometido festivamente. Instalar apetencias por una fama que dura lo que una vela encendida es un modelo del sistema.

Sin embargo también hay que decir algo sobre lo que no se habla.

Y es la fuga de información de ese sistema orwelliano de control que ejercen Estados Unidos y sus socios. El fracaso de ese gran aparato del poder se ha visto en América Latina, donde la ola de transformaciones políticas y sociales logran vencer los mecanismos de la contrainsurgencia mediática brutal que se nos aplica. Si ese conglomerado de medios en manos de la potencia que se revela como una dictadura mundial, y practica el terrorismo de Estado a nivel universal, hubiera sido tan efectivo en sus accionar no tendríamos presidentes como Hugo Chavez, Evo Morales, Rafael Correa sólo para citar a los que estuvieron en la línea de ataque más duro de la Guerra de Baja Intensidad mediática de los medios masivos en los últimos años.

Es una necesidad histórica exponer ante el mundo cómo ese temible aparato de poder fue vencido por la voluntad simple de los pueblos, muchos de los cuáles están a salvo de la brutalidad de la información para la guerra y el control, gracias a que han mantenido sus antiguas culturas, valores, principios.

Nadie creía —y especialmente entre algunos intelectuales, cuya brújula se disloca con bastante frecuencia en estos tiempos— que Morales pudiera vencer el aparato mediático que lanzó campañas sucias como bombas sucias se arrojan sobre Irak o Afganistán.

Cuando Correa expuso su presidencia jugándose en el plebiscito constituyente estaba para muchos “jugando con fuego”. Lo que no sabían y no conocían es el fuego de abajo, el que se enciende al chispazo de miles y miles de pies que caminan sobre la carreteras y caminos de nuestra América.

Los mismos que bajaron por los antiguos senderos indígenas en Ecuador, una y otra vez, y marcaron el hito histórico de derrumbar sin violencia, sólo con multitudes, a tres presidentes que incumplieron la voluntad popular y que contaban —en todos los casos— con el apoyo del imperio.

¿Fue analizado esto debidamente o se dejó pasar como una alborozada anécdota en este camino latinoamericano de realidades mágicas y mágicos realismos?.

La acción popular venezolana en abril de 2002 produjo un hecho único en la historia de América Latina y el mundo, como fue la restitución a su cargo de un presidente tomado prisionero y destituido por un golpe pagado, armado y dirigido por Estados Unidos. En menos de 48 horas el presidente Hugo Chávez fue restituido por la voluntad de un pueblo que multitudinariamente salió a las calles con una Constitución en las manos, y por la decisión de un fuerte sector del ejército venezolano que se puso junto al pueblo en esas circunstancias. En este caso la manipulación no viene por el derroche de palabras, sino por el silencio ¿En cuantos medios europeos y latinoamericanos se contó esta historia? ¿En cuantos medios europeos se habla sobre la verdad de lo que sucede en América Latina?.

De eso se trata también. El silencio sobre hechos de vida y dignidad tiene el mismo objetivo que la palabra usada para invadir, matar, torturar o cometer genocidio en nombre de la democracia. En estos tiempos los pueblos deben recuperar la voz y la palabra y poner en su lugar a los fariseos del periodismo, al periodista que se presta por dinero o vanidad a obedecer los mandatos de un poder asesino.

El campo de concentración de Guantánamo, las imágenes de los hombres con los ojos vendados, arrodillados, atadas sus manos, las imágenes de Abú Graibh y otras son el límite conque un hombre, un ser humano, un periodista, pueden demostrar si eligió por usar la palabra para justificar esos crímenes o tomó el camino de la defensa de la humanidad, en toda y cada una de sus circunstancias.

Stella Calloni

Periodista y escritora.


Esta nota ha sido leída aproximadamente 2333 veces.



Stella Calloni


Visite el perfil de Stella Calloni para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: