Yo
me supongo que el gobierno del presidente Hugo Chávez debe estar
advertido de los ataques aleves de que ha empezado a ser objeto por
parte del rey Juan Carlos en su soberana iracundia al ver que Chávez no
se calla sino que, por el contrario, pone en más altos decibelios su
grito de libertad.
El
rey no dará la cara; el rey arrojará su bazofia por boca de la prensa
del Imperio, especialista en horadar la región subliminal del
inconciente popular.
El
turno al bate le ha tocado a El País, el poderoso medio de comunicación
español, echado encima de la presa con espectacular crónica de este
domingo 16-12-07, suscrita por John Carlín, en la que, bajo
espectacular foto de guerrilleros de las Farc en combate dice que
Venezuela se ha convertido en el santuario de las Farc al ofrendarle
las autoridades de ese país cooperación sistemática a la guerrilla
colombiana.
Si
uno quisiera hundir el dedo en la llaga podría preguntar ¿quién me
puede asegurar que los combatientes de la foto son efectivamente
guerrilleros de las Farc?. Nadie, porque en Colombia se visten de verde
oliva el Ejército y las Farc; el Eln y los paramilitares, y hasta los
jóvenes, niños y niñas, que pueden comprar sus “camuflados” en las
tiendas ‘in’ del mercado formal o en las ‘out’ del informal, este
último que entre nos se llama también “El agáchese” porque están
tiradas en las aceras.
El ataque del galgo al subconsciente viene dado porque debajo de la foto se destaca un titular que le dice: “El santuario de las FARC”. Así,
tal cual. Y si debajo de ese destacado titular al lector se le informa
que “Autoridades venezolanas brindan a la guerrilla colombiana
cooperación sistemática”, el subconsciente codifica de inmediato que
Venezuela es un santuario de las Farc en donde sus autoridades, todas,
no algunas, y de manera sistemática, es decir, medible, verificable y
comprobable, que es lo que en el lenguaje del término ‘sistema’ ello
significa (ver definición en el DRAE), cooperan con las Farc.
Esta
es una fina “paradoja del mentiroso” (ver en WikipediA), o falacia
idiomática en la que el lector queda informado de que el sujeto al cual
se refiere el predicado, es un bandido; en tanto que el supuesto
bandido queda sin derecho a réplica. ¿Cómo puede Chávez rectificar que
los sujetos de la foto no son de las Farc?; ¿o cómo podría decir que el
terreno en donde aparecen no es venezolano? Si dice que los
combatientes no son de las Farc, es porque conoce a los verdaderos; y
si afirma que el terreno no es venezolano, es porque conoce en dónde se
tomó la foto.
¿Ven
ustedes?... Y estamos rozando apenas la superficie de la falacia.
Luego, con base en esa foto de unos combatientes, seguida de un titular
que dice “El santuario de las FARC”; y una leyenda que habla de la
cooperación de “autoridades venezolanas”, el plato está servido para
que el lector asuma que los combatientes de la foto son guerrilleros de
las Farc y que la escena en donde aparecen, como en plan de
entrenamiento, desplazamiento o pose, porque uno de ellos está
apuntándole directamente a la cámara fotográfica, es territorio
venezolano.
Tengan la plena seguridad de que esta crónica de Carlín, por demás al mejor estilo de la “paradoja del mentiroso”, muy
bien escrita desde el punto de vista gramatical y semántico, pero sin
valor de verdad, va a replicarse en todos los medios impresos,
radiales, televisivos y virtuales del sistema capitalista como un urbi
et orbi papal a partir del cual haremos acto de fe sobre su contenido,
sin confrontar su veracidad, tan sólo porque el dios del mundo
capitalista, la mas media, (“Gran Hermano”), ha revelado.
Me
he detenido en la foto, el titular y la leyenda de primera página con
el muy firme propósito de que sirva de lección para que no se dejen
engañar de las muy profundas y sutiles falacias que se zurcen a lo
largo de la crónica, y a manera de examen, les dejo este párrafo:
(…) “Lo
que aseguran un diplomático europeo y diversas fuentes oficiales a las
que ha tenido acceso EL PAÍS es que existe complicidad y compenetración
de elementos importantes del Estado que preside Hugo Chávez en las
actividades mafiosas y militares de la organización guerrillera más
antigua del mundo. La conclusión a la que un diplomático europeo y
todas las fuentes oficiales consultadas han llegado es que la
complicidad es activa y constante a niveles operativos, en las zonas
donde se despliega la actividad militar y narcotraficante; y más pasiva
cuanto más alta la esfera del Gobierno venezolano, hasta llegar al
presidente Chávez, al que ninguna fuente consultada -ni siquiera en el
anonimato más extremo- acusa de complicidad directa con el gigantesco
negocio del narcotráfico colombiano. Lo que a esos mismos medios les
cuesta creer es que no esté enterado del grado de colusión que hay
entre sus fuerzas armadas y los altos mandos de las FARC. También dudan
de que no esté enterado del grado de involucración (sic) de las FARC en
el tráfico de cocaína”.
Espero
que nos quede bien hecha la tarea, y aunque me muero de las ganas de
desplumarles personalmente este sartal de sandeces, improperios,
bagatelas, injurias y calumnias, ahí me quedo, porque estoy convencido
de que somos todos los nativos de América quienes debemos apagar en la
multigarganta de este insolente dinosaurio real ese “¿Por qué no te
callas?”. Y por siempre…