Tuvimos de todo en aquellos 40 años de Guanábana, entre montañas y los misterios que relatara Don Tulio Febres Cordero. Del cuento de las Cinco Águilas Blancas pasamos a los diez Zamuros de Albarregas. De bajo perfil mis padres pasaron por las calles de esta ciudad otrora callada y sencilla, con olores a flores crudas y frescas, cuando las recuas venían cagadas de verduras para el viejo mercado de las mil y una historias. La ruana era una indumentaria casi obligada de los pobladores de Mérida. Yo vi a muchos de mis compañeros llevar a la escuela ruana, medias de lana y gorro. La bella vista de la sierra nevada era el mejor regalo para el turista. La mejor vista se lograba desde la Plaza de Milla. Recuerdo que me paseaban mis padres los fines de semana para ver a los otros niños que tenían patineta o bicicleta. Al que podían lo sacaban con un traje dominguero, traje cuidado durante meses para que durara por lo menos dos años, en pleno crecimiento. Y por los alrededores casi nadie tenía un carro. Aquello era un lujazo, y si a uno por alguna razón le daban la cola (no el rabo), qué placer.
Eran los tiempos de la IV República cuando tener un cacharro era una gran cosota. Todo era economía, y oía de los que habían perdido su apartamento o los que habían perdido sus alhajas empeñadas. Gente que empeñó sus joyas, que empeñó oro, perlas, morocotas, recuerdos invalorables de sus abuelos, de sus tatarabuelos.
Allí en la Plaza de Milla una vez vi a un hombre de gruesos bigotes echados con unos cuadernos a su lado, y escuché que a un amigo que me dijo: “Ese señor que usted ve allí es el Gobernador y le llaman Supermán, pero su nombre es Orlando Gutiérrez”. ¿Y qué hacía allí Supermán? Me contaron que era estudiante en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la ULA, y que estaba esperando a un periodista corresponsal de “El Nacional” para que le tomara una foto. Yo después vi la nota de prensa en la que aparecía la fotografía de Supermán concentrado, leyendo con mucha atención un libro, y decía la nota: “El gobernador de Mérida se prepara para los exámenes finales”. Puro teatro. Aquel Gobernador nunca estudiaba, era enemigo de los estudiantes y lo que hacía era echarles plomo y gas lacrimógeno. Supermán era oriundo del Estado Lara y su mujer, doña Gloria Parga de Gutiérrez fue la presidenta vitalicia de la Casa Juan Félix Sánchez. Un día Supermán, su mujer y sus hijos -que habían sido personas muy humildes- terminaron muy ricas, y acabaron yéndose a vivir a Nueva York, y después a Miami. Me dicen que se mantienen con la jubilación que les pasa la Gobernación de Mérida.
Luego vino el período del mandato del que se llamó El Reyecito, Jesús Rondón Nucete, es decir la Iglesia mandando desde el Ejecutivo regional. Aquello fue lo mismo. El Reyecito se hizo el loco con los males que padecían Juan Félix Sánchez y su compañera Epifania Gil. El culpable mayor en ese entonces del abandono del Hombre del Tisure, fue el mago gaditano de Manuel de la Fuentes, Director de Cultura, que por allí pasó sin pena ni glorias, el reyecito tomando ron se cogió así dicen las mas de 30 familias que quedaron sin casa del famoso caso “urb.La Campiña”Ejido, que con eso financio parte de la campaña electoral.
Después hablaban de un tal Popeye, que seguramente estuvo encargado del Hospital Universitario de Los Andes, HULA. Un hospital que siempre ha estado en coma. Ese Popeye no comía espinacas sino billetes de los más verdes (dólares), y salió rico para el Norte, la meca de los ladrones y conspiradores.
Por eso ya no podemos creer aquello que decía Andrés Eloy Blanco de a Venezuela el hijo malo se le moría adentro y el bueno afuera. En ese HULA de los adecos y copeyanos se mataba a diario por malas praxis médica; alguien lo llamó Carnicería HULA; allí en Emergencia de HULA, murió por falta de atención médica, tirado en el suelo durante varios días, el periodista Henry Fuentes. Es decir que con una población diez veces inferior a la que hoy visita al HULA, ya allí los adecos y copeyanos mataban a diestra y siniestra.
Recuerdos, recuerdos de aquellos tiempos que los medios de comunicación de ahora ocultan. Así era aquella desgracia de país, entre silencios y culpabilidades, entre rosas y espinas, entre rezos y letanías. Un cachito en la mañana con guarapo, una sopa aguada al mediodía y lo que se pudiera raspar en alguna casa amiga de los que dejaban los amigos: esa era la IV república de Mandrakes, Reyes, Supermanes, Popeyes o Llaneros Solitarios: no había quien compusiera aquello. Prohibido No olvidar... compatriotas...
ese_guerrero@hotmail.com