La oposición se hunde (quemó el salvavida y está dando patadas de
ahogado). La irracionalidad ahoga a los escuálidos (tanto va el
cántaro al agua que al fin se rompe). El odio les ha erosionado el
entendimiento. Del hundimiento total no los salva ni acuamán ni la
paracopedofilia. En los últimos meses disfrutaban un mar de felicidad
cuando se enteraron que la gran represa del Guri bajaba su caudal. ¡Va
palo abajo! gritaban con alegría histérica (el colmo es que vi "gente
universitaria" aplaudiendo con euforia demente). Muchos daban gracias
al dios Sión porque la sequía arrasaría a Venezuela como homicidamente
hizo el ejército israelí en Palestina... Les satisfacía profundamente
que la sequía redujera paulatinamente la posibilidad de generar la
energía eléctrica indispensable, suficiente para mantener la vida de
los habitantes de la República Bolivariana de Venezuela.
Se les hacía agua la boca (y se les mojaba el barro lúdico) cuando se declaró la
emergencia... Enseguida, con todos sus megatones, el aparato mediático
opositor desató un indetenible oleaje de señalamientos negativitúpidos
(propios de quienes no pegan una, y no mean para que la tierra no
chupe). En programas de concursos, de opinión, musicales, noticieros y
entrevistas se insistía abierta o subliminalmente en la inevitable
debacle que -según sus "expertos cacadémicos"- muy pronto originaría
la para ellos excitante evaporación de la última gota de agua, en el
Guri. Los pronósticos verdaderamente técnicos, científicos,
racionales, eran causa de burla sádica, patológicamente terrorista.
Con malsana sonrisa, muchos opositores (casi todos candidatos
escuálidos a la AN) teorizaban terroríficamente sobre la inminente
calamidad que (así lo deseaban ellos) pronto achicharraría a
Venezuela. Jamás vi tanto enfermo mental apostándole a la sed y a la
sequía... Pero pronto llovió. Y llovió recio, como si cada gota de
lluvia le recriminara y reprochara a la oposición su inhumano anhelo
de ver a Venezuela aniquilada por la sed.
Por eso hoy los enloquece la lluvia y maldicen el invierno. En su
enfermiza actitud antipatriota rezan al dios Sión para que el invierno
se intensifique y se convierta en diluvio... Sí, sí. Ahora odian a la
lluvia porque aumentará las cosechas, la producción, mejorará el
clima, se refrescará la tierra, se reducirán los apagones, habrá
energía para alumbrar a la patria. Y odian a la lluvia porque ahora
están con el agua al cuello (la mesa de la ruindad se despaturró y va
a la deriva). Odian a la lluvia porque ahora les apagará los incendios
provocados. La odian porque el rencor les resecó la existencia, y
también odian al sol porque no calcinó la Revolución. Odian a Guri
porque resistió, sobrevivió y ahora viene con toda su fortaleza
eléctrica. Odian al cielo y a las nubes porque ellos se cansaron de
rogarle al dios Sión que retrasara el invierno para que la sequía
homicida calcinara al país y el incendio criminal les diera la
victoria. Del agua brava líbrame... Agua que no has de beber... Viendo
llover sobre Macondo. Cuando llueve la tierra se regocija.
(*) Escritor surmerideño
amablefernandezs@gmail.com