En febrero de 2009 escribí sobre los esperpentos de la oposición. Ingenuo de mí, pensé que no eran posibles esperpentos peores que Manuel Rosales o dilapidar La canción del elegido al dedicarla a Nixon Moreno, un animal de galaxia, según Soledad Bravo.
Pero la oposición no hace sino superarse. Esos esperpentos, que hubieran deleitado a su mayor teórico, don Ramón del Valle Inclán, quedaron arrasados ante los nuevos adefesios.
Uno de ellos, el peor, daría risa si su caso no fuese doloroso y potencialmente trágico. Hace huelga de hambre para que le concedan todo antojo y el Gobierno le concede todo antojo, pero persiste en el ayuno y su familia, hija incluida, reclama energúmena que el Gobierno lo ha hospitalizado para impedirle la muerte que gestiona con tanto afán. La vida es el primer derecho, porque los demás no se ejercen sin ella.
Pero la oposición capitalista, loca que es, ha erigido la propiedad privada por encima de todos los demás derechos. Por tanto, este señor desperdicia su vida para ganar riquezas. La lógica puede ser loca, como la capitalista. Llevado a sus últimas gulas, el capitalismo enchumba de petróleo el Golfo de México o enloquece a alguien que muere para enriquecerse, no sé para qué.
Es decir, para respetar sus derechos humanos, si entendí bien, sus allegados exigen que se le viole el esencial. Un muerto no puede tener propiedades, por ejemplo. Ni derecho al trabajo, al libre tránsito, etc. Si una persona ebria conduce un automóvil, choca y mata a su familia, el Estado debe salvar su vida y ya será llevada ante un tribunal. Si otra persona alocada decide suicidarse, el deber del Estado es impedirlo, si es posible, y luego ver qué tratamiento siquiátrico se le ofrece.
Un banco forajido desfalca a sus clientes. El Gobierno garantiza los ahorros pero hay depositantes, de los que gozan de la convicción de que no tienen un pelo de tontos, que protestan con una vehemencia sin doctrina. Otra gente de esperpento reclama porque hay de todo y barato en los nuevos supermercados bicentenarios, antiguos Cadas. Simétrica de aquella afinada dama que clamaba por el derecho de Excelsior Gama a robarla.
Y se consideran "la gente pensante de este país". ¡Cómo seremos los brutos!
roberto.hernandez.montoya@gmail.com