Las
Instituciones del Estado Venezolano, ante la necrófila arremetida mediática
del Oposicionismo, se han visto en la necesidad de pronunciarse primero,
sobre las actuaciones y diligencias efectuadas por tratar de satisfacer
las demandas o peticiones de Franklin Brito y en segundo lugar, sobre
la atención o asistencia médica brindada a Franklin Brito, por tratar
de salvarle la vida y en última instancia, alargarle su existencia
hasta donde fue posible.
El
sector simpatizante de la Oposición, está ante una prueba que solo
analizándola e internizándola profundadamente, pudieran descubrir
como en este tema como en otros ya suscitados, el poder mediático puede
manipular, distorsionar y en todo caso falsear una noticia, induciendo
a sus lectores o televidentes a asumir una perspectiva distinta a la
realidad imperante.
El
caso Franklin Brito se debate entre la tesis editorial impuesta y la
realidad constatable y cronológicamente observada, en este momento
se hace imprescriptible hacer una valoración objetiva e imparcial de
lo acontecido con Franklin Brito, mucho más allá de lo proyectado
por los medios y aprovechar la oportunidad para auto-examinarse, sobre
si realmente los medios privados interfieren en la visión personal
que se pueda tomar sobre un asunto absolutamente público y con velo
político-mediático.
¿Alguien
por más influencia mediático-opositora que tuviere, puede negar la
atención en términos administrativos y legales, y hasta audiovisuales
prestada por los entes del Estado a Franklin Brito? ¿Será un secreto
para alguien que Franklin Brito nunca sintió satisfacción total por
las acciones gubernamentales y siempre mantuvo como primera opción
la huelga? ¿Como se podría desconocer todos los informes presentados
con soporte documental y respaldo audiovisual de tal atención?
En
cuanto al trato a la salud de Franklin Brito, ¿pudiera haber alguien
que desconozca la asistencia brindada por el Estado a Franklin Brito?
Si el Estado no hubiese intervenido con firmeza y apegado a la Constitución,
en protección del mayor bien jurídico de la persona como lo constituye
su propia vida, al trasladarlo a un hospital y este hubiera fallecido
literalmente en la calle, ¿entonces no se acusara al gobierno como
ahora? ¿Se puede estar inaudible ante los pronunciamientos sobre los
esfuerzos por salvarle la vida a Franklin Brito, por parte de organismos
internacionales, llámese Cruz Roja, etc.?
¿Ignorará
alguien el papel mediático-político aupando y estimulando el desenlace
fatal de Franklin Brito? ¿A pesar de tener plena consciencia de esto,
se puede mantener tal nivel de sugestión mediática en perjuicio del
raciocinio propio? Todas estas preguntas no solo debe ser profundamente
indagadas por quienes mantienen simpatías con la oposición, sino sacarlas
al relieve oral denunciando el fraude informativo y noticioso de los
que se puede ser objeto por los medios opositores.
Se
habla de una posible inducción al suicidio de la que pudo haber sido
victima Franklin Brito, pero no se habla ni se explica si lo que ejecuto
con su huelga de hambre fue una mera protesta o una clase de suicidio
de tipo prolongado, quizás por las incidencias políticas que ello
conlleva, pero la Revolución se defiende con argumentos sólidos, sobre
todo si se está del lado de la verdad y la razón.
Determinar
la inducción al suicidio resulta cuesta arriba, por cuanto tendría
que disponerse de alguna manifestación del suicida, donde quedara evidente
que alguien lo animó y/o estimuló a quitarse la vida, porque
del lado del sujeto activo, es decir, de parte de quien pudiera haberlo
inducido al suicidio, resulta una quimera pensar que se pudiera determinar
alguna autoría, ya que desde los medios de comunicación en principio,
dirigentes políticos y su propia familia, alegarían inmediatamente
que a lo que se pudo haber inducido en todo caso, es al mantenimiento
de la huelga de hambre como forma legítima de protesta, en reivindicación
de derechos para sí y su familia para ellos vulnerados o no totalmente
satisfechos.
No
se puede hablar de inducción al suicidio sin referirse al suicidio
mismo, ni se puede hablar de huelga de hambre como expresión de libertad
y de suicidio a su vez, sin determinase claramente cuando termina la
protesta y cuando se inicia el proceso suicida.
Por
otra parte, es menester saber si es plausible o éticamente permisible
en nuestros tiempos, que se inicien huelgas de hambre por intereses
exclusivamente patrimoniales e individuales, más aún cuando han sido
dilucidadas en sede administrativa y judicial; y adicionalmente, cuando
se tiene antecedentes de haber atentado contra su propia integridad
física, al haberse mutilado una parte del cuerpo, con la perversa presencia
de los medios privados.
Las huelgas de hambre han tenido históricamente un sentido o connotación filosófico, moral y ético, por usarse como forma de lucha no violenta, contra los abusos de quien detenta el poder en detrimento de pueblos, en defensa o reivindicación de una causa colectiva, en favor de un conglomerado de personas unidas por particularidades comunes, generalmente asociado a discriminación ideológica, religiosa o independencia política, por lo que una motivación enteramente personal y con las características referidas, la compromete seriamente en su legitimidad, al menos en la forma de desarrollo de la huelga, pudiéndose transformar en una suerte extorsión o chantaje contra alguien, por la insatisfacción de un requerimiento eminentemente material y personal.
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