Ramos Allup: ¿El papanatas opositor?

“¿Eres esclavo? En tal caso, no puedes ser amigo. ¿Eres tirano? En tal caso, nadie puede ser amigo tuyo.”

Friedrich Nietzsche….

S e podrá definir la palabra “politiquero” como una intención personal, para buscar a través de la demagogia el máximo bienestar, y la prosperidad para el colectivo de una nación. Desde luego, Henry Ramos Allup es el mejor ejemplo de la politiquería y la charlatanería. Ramos Allup es el más claro ejemplo de un político, especie de, él espécimen representativo del relativismo opositor, con una supina ausencia de convicciones, es lo que justifica que trabaje denodadamente por la destrucción de la revolución bolivariana, sin ningún atisbo de perturbación de su senil conciencia. Se mantiene impasible ante el avance revolucionario, en varias áreas del bienestar colectivo del país, sin manifestar signo alguno de responsabilidad personal ante estos casos. No siendo capaz de quitarse de la media su insensatez, su inmenso deseo del derrumbe de la economía venezolana, algo que busca afanosamente, provocando principalmente con sus peroratas discursivas en los medios de comunicación, revertir la confianza de los inversores internacionales, y del capital fluctuante en Venezuela.

Por otra parte, Ramos Allup no muestra arrepentimiento alguno por sus cambios copernicanos de sus proyecciones políticas, y el aseveramiento más desvergonzado de los principios programáticos de su partido, y de la MUD. No tiene la más mínima aprensión con su rastrerismo a los poderes económicos tanto nacionales como internacionales, y su entrega sin pudor al bienestar de grandes grupos económicos, olvidando al tejido social que proporciona la absoluta mayoría productiva con su esfuerzo laboral en nuestro país, así como las miles de pequeñas y medianas empresas, que contribuyen con su esfuerzo a la prosperidad del país, Jamás ha habido tanta concentración de capital político y económico en pocas manos en el campo opositor como ahora. Y eso, paradójicamente, lo ha hecho unos minestrones de partidos que predican la salvación nacional, y que no dudan en cualquier escenario, en cantar la “destrucción de Venezuela” en sus actos proselitistas, contradiciendo flagrantemente la letra de ese rayado disco discursivo, lo que en la práctica política de la revolución bolivariana se está haciendo realidad.

Si hubiera algún remoto grado de verdadera preocupación en la mente de Ramos Allup, se apartaría del medio, dejando paso a otro candidato opositor no tan bocaza, sin su atosigante verborrea chapucera, intenta de esta manera posibilitar otra situación política. Haciendo, que los mercados internacionales de capital huyan de Venezuela, obstaculizando nuevos horizontes, y que no vuelva la inversión extranjera a nuestra economía, difundiendo especulaciones sobre la solvencia de nuestro sistema. Claro que en todo esto está acompañado en su campaña por altos operadores mediáticos estructurales del alto gobierno, pues nadie duda de que estemos ante una crisis sintomática. Todo el mundo sabe que en un país, como en cualquier economía doméstica, no se puede mantener una estructura de gasto que no esté soportada por una política de ingresos proporcional, y que la presión fiscal sin límites provoca una recesión en el consumo, lo que produce una contracción económica. Todo político con formación, sabe que hay que abandonar la cultura del enriquecimiento rápido promovida por algunos ‘socialistas’, y aplicar una pedagogía del esfuerzo, del crecimiento progresivo sostenible. Una estructura institucional irresponsable que alimente el déficit público sin rendir cuentas ante organismos reguladores nos lleva a la ruina, y es aprovechado como papanatas políticos, al estilo de Henry Allup, para destruir a la revolución bolivariana. La política del gasto publico implica austeridad, sobriedad, y los que se dedican a la cosa pública están para servir y no para servirse ni para aprovecharse del cargo para enriquecerse a cuenta del erario público. Si las cúpulas de la revolución bolivariana pusieran a los más capaces en el gobierno, y no a los más serviles la cosa iría mejor. El 26-S se conoció que contra eso la única solución es que los ciudadanos tienen la capacidad de sanción con su voto rechazando a los impresentables, y que los representantes del pueblo tienen que rendir cuentas ante ellos y no ante las oligarquías del partido que los pone.

Sin embargo, pese a todo esto, las cosas no cambian, y eso se debe a la existencia y ejemplos de gente como Ramos Allup, que no tiene como eje de su actuación el bienestar de los ciudadanos, sino el poder por el poder para distribuir prebendas y beneficios a quienes servilmente se prestan a ese tipo juego.


Percasita11@yahoo.es


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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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