Llevando a todas sus consecuencias lo que dice Henrique Capriles Radonsky al rechazar la ocupación de hoteles turísticos vacíos por los damnificados, aprovecho para plantearle algunas preocupaciones:
El agua de una inundación proviene de muchas fuentes. La mayor, la lluvia, se sabe. Pero también de cloacas desbordadas. Hay allí también animales que se ahogaron en la crecida. Todo eso produce un cultivo de toda clase de gérmenes que pueden producir diarreas, enfermedades de la piel (por hongos y otras causas) y demás males, que pueden conducir eventualmente a epidemias, entre otras cosas de cólera, ponle.
Mientras más tiempo pase la gente en esas aguas, mayor es la contaminación y el contagio.
Dependiendo del nivel de las aguas, no hay donde guarecerse cuando las aguas cubren todo. No hay ni donde sentarse siquiera. Tal vez sigue lloviendo. Tal vez tienes infantes en tus brazos. Lloran, tienen hambre, están confundidos, alarmados, asustados. No entienden lo que pasa. Tú no entienden mucho más.
Llegada la noche, sería bueno que el excelentísimo señor gobernador de Miranda nos instruyese sobre cómo dormir de pie en medio de las aguas, ya que ocupar hoteles es un atentado contra la propiedad privada.
Son, además, personas sometidas a estrés postraumático por la pérdida reciente de todos sus bienes o casi, sus referencias personales, vivienda, enseres, juguetes, el televisor que tanto costó, el retrato de la abuela que se vio desde siempre en esa pared, el mechón de pelo de la madre muerta, toda una vida bajo las aguas. Esas personas en ese estado emocional, que ya arrastraban pobreza, observan a un gobernador que les dice que tienen que seguir sumergidas en las aguas, enfermándose, porque la propiedad privada está por encima de ellos y de todo, incluso de las aguas.
Cuando viene la necesidad de excreción, inexcusable y sin excusado, hay que hacer todo en las aguas, en las mismas aguas que te cubren porque no hay dónde más, con el consiguiente incremento de la contaminación.
Podríamos señalar muchas más cosas, pero creo que estas ya dan la idea.
¿No sería bueno que el preocupado y diligente gobernador Capriles acudiese a Higuerote a instruir a sus electores damnificados sobre el modo de dormir de pie entre las aguas? ¿No sería bueno que compartiese la suerte de los damnificados para predicar con el ejemplo el respeto de la propiedad privada? ¿No sería bueno que las cultas personas que critican la presencia de damnificados en los museos dieran también el mismo ejemplo? Es por muchas dudas que tengo.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com