Durante la década de los noventa, debido a la crisis económica, para una considerable proporción de la población venezolana, recién graduados profesionales universitarios, era imposible adquirir un carrito, una casa o realizar un viaje de placer alrededor del mundo. Así, a finales de esta década, con un petróleo a siete dólares por barril y un sistema bancario imposibilitado de financiar cualquiera de esas necesidades básicas de los jóvenes profesionales, apareció Chávez.
La economía y el país, a pesar de las sin razones el golpe de estado, del paro petrolero…, empezó a marchar mejor. Durante los últimos diez años, los profesionales, chavistas o no, tuvimos la oportunidad de accesar a tarjetas de créditos, en promedio de tres por persona, a préstamos hipotecarios e incluso préstamos bancarios para comprar un carrito. Y nuestros sueños se hicieron realidad.
Al final del día, con un bolívar fuerte a dos quince por dólar, tres tarjetas de crédito por persona; decidimos conocer el mundo que antes se nos negó. Comprar una casita a tasas de interés sociales entre cinco y doce por ciento con subsidio incluido por obligación del gobierno de Chávez, uno y hasta dos carritos por familia a veinticuatro por ciento, es decir; para pagar en cómodas cuotas.
Sin embargo, toda esta bonanza económica por culpa de Chávez, hoy con una nueva crisis económica en nuestras vidas y una oposición queriendo quitar el control cambiario y liberar las tasas de interés, nuestras piernas tiemblan por el pago del mes siguiente, los banqueros y prestamistas se frotan las manos y nuestros sueños se vuelven cada vez más tenebrosos.
Ahora, una década después de haber realizado nuestros sueños y llenado de deuda nuestras vidas, es imperdonable que Chávez desaparezca y le deje el camino libre a la oposición que tanto quiere quitarnos nuestra propiedad privada. Si esto ocurre la culpa será de Chávez.
Hoy día de los inocentes cualquier cosa es posible.