Por Caupolicán Ovalles o en este país hay mucho malediciente

El título resultó de la soberana y meditada escogencia del autor, pero no ajeno a las intemperancias e irreverencias habituales de Ovalles, el nieto del “boticario”, como peyorativamente llamó alguien al Dr. Víctor Manuel Ovalles, importante figura en la historia de los estudios farmacéuticos y la bibliografía venezolana. Se fundamenta este trabajo por un escrito que corre por la red, basándose en cosas escritas por alguien en muy mal momento, nada constructivo y menos generoso.

La primera vez que escuché “la salida es violenta, vayámonos para las guerrillas”, lo dijo en una reunión en el centro caraqueño, Caupolicàn Ovalles. Estaba en ciernes aquella loquera que llamaron FUL, creo que Frente Unido de Liberación, que no fue sino un grupo de poetas que, como excursionistas se reunían los fines de semana, por los lados de la zona montañosa de Miranda, a jugar a la guerra y los soldaditos. Era la época de “Saudades”, una pensión caraqueña, por los lados de la avenida Casanova, que muchos clandestinos tomamos de “guarida”.

Más tarde, Américo Martín, mi querido pariente, por los Estaba de Cumanà, bajando de aquel restauran que quedaba por encima de la biblioteca de la UCV, me espetò ante mi pregunta ¿qué acordaron?:

“La guerra es larga”, frase que antes había leído en la literatura china y referida a Mao Ste Tung. Aquella expresión recogía lo decidido por el buró político del MIR, que lo dividió en dos toletes, de entregarse a la lucha armada y particularmente a la guerrillera, como una forma de acceder al poder, lo que implicaba, por copiar al proceso cubano, una decisión contraria a lo que acontecía en Venezuela.

Ante mi respuesta, “pero parece un disparate”, mirándome fijamente dijo, “no hay otra salida”. Por supuesto, años más tarde, me aseguró que esa conversación nuestra nunca se había producido.

Como resumió mi viejo y querido amigo, Rómulo Henríquez, “Romulito”, “teniendo el control del movimiento obrero, respaldo de la clase media, parte del llamado empresariado nacionalista, movimiento estudiantil en todos sus niveles, pueblo todo, parlamento y hasta con un apoyo significativo y trascendente en el ejército, como lo demostraron los posteriores alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello, nuestra dirigencia política optó por irse a la las guerrillas, al ámbito rural, precisamente donde no teníamos a nadie, por decir un tremendismo, en cierto modo fundamentado”.

Tiempo después, no mucho, apareció ¿Duerme Usted Señor Presidente?, que habíamos escuchado de los labios del poeta Ovalles, en las correrías nocturnas de Sabana Grande. Me consta sobremanera que se tuvo que ir a Colombia a refugiarse de la persecución adeca.

Caupolicàn fue él. Hizo de su vida lo que le pareció pertinente. Militante revolucionario, de los promotores intelectuales de la lucha armada, cuando muchos no creíamos en ella, de los fundadores del Techo de la Ballena, con Carlos Contramaestre, Adriano González León, Edmundo Aray y muchos más. Sus debilidades no son sólo suyas. En el entorno de sus detractores hay mucha tela que cortar.

Betancourt dijo una vez, por esa perspicacia suya, que en la izquierda intelectual habìa mucha gente que adoraba un pequeño manojo de dólares, un pasaporte para Europa y hasta un cargo en embajada. Todavía hay mucho de eso. En el chavismo sobran polizontes en el servicio exterior y pululan adulantes.

Muchos escritores – menos mal que tenemos a Alejo Carpentier y sus “Pasos Perdidos” y poetas como Ramón Palomares, quien irrumpió valiente y seguro con aquel libro, casi pastoril, campesino, de poemas titulado “Paisano” - creían que si no escribían desde Europa y una calle, plaza o bar, borrachos de paso, de una capital de aquel continente, no hacían literatura; Gabriel García Márquez, con “Cien años de Soledad” les enmendó la plana. Por aquella falsa y enajenada idea, buscaban hasta venderle el alma al diablo o al gobierno.

¿Cuántos en este país hicieron pre y post grado en Europa, Estados Unidos, a cambio de hacerse los pendejos y genuflexos? ¿Cuántos, familias, hermanos de habladores de pendejadas y ellos mismos, accedieron a cargos importantes como altos funcionarios universitarios, en la era y con la venia adeca? ¿Cuántos sin tener oficio conocido, simples escritores con o sin lectores ni ingresos, porque en este país muy pocos viven de publicar libros, gacetilleros adulantes, viajaron por Europa, repantigados en trenes y se bebieron hasta Baco mismo? ¿Cuántos no fueron bajeados por aquel mecenismo burlón de Alfredo Tarre Murzi, “Sanín”, desde el Ministerio de Cultura?

¿Por qué escoger a uno, como Caupolicàn Ovalles, para cobrarle sólo a él, pecados de una multitud?

Quien fuese en una oportunidad mi amigo y maestro, Luis Manuel Peñalver, ya estando en las alturas del poder y en el manejo de importantes recursos, me ofreció la oportunidad de ir a estudiar a Europa, en momentos que yo militaba en bando opuesto al suyo; en gesto que me enorgullece lo rechacé. No dejo de agradecerle aquel generoso ofrecimiento pero tampoco me arrepiento de mi actitud. Mi pobreza, la de mi familia, no daba para que pudiese estudiar en una universidad. Mi caso fue el de muchos. Pero otra fue la historia de otros que se pegaron a la teta de los gobernantes.

Quienes agreden a Caupolicàn, sirviendo de correos para mensajes de lenguaje violento, publicitario, nada original, a lo Henry Miller, destinado a llamar la atención, deberían mirar hacia atrás, la historia y los rabos.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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