Cual un amigo mío, que una vez se retiró furioso de un suntuoso banquete, aderezado por los mejores chefs, rociado con los vinos más preferibles, con las ornamentaciones más vestidas. Las servilletas no combinaban con los manteles y por eso se largó con un extenso desplante de torero. Hasta razón tendría, no sé, porque no llego a tanta exquisitez.
Federico García Lorca habla en su ineludible Teoría y juego del duende de «Eloísa, la caliente aristócrata, ramera de Sevilla, descendiente directa de Soledad Vargas, que en el treinta no se quiso casar con un Rothschild porque no la igualaba en sangre» (http://j.mp/pXPosn).
Así la oposición. Se hace el más lucido desfile militar de la historia de Venezuela y uno de los más bruñidos que uno pueda ver en cualquier lugar del mundo; se ejecuta un concierto espléndido con quien ha sido calificado por los mejores directores como el mejor director; se inaugura un magnífico bulevar en Sabana Grande, que ni en sus pasados esplendores llegó a tanto; se inaugura una magistral exposición de lo mejor de nuestro arte, desde los habitantes primigenios hasta ahora en la Galería de Arte Nacional; se publica para el mundo entero y para siempre la obra de Francisco de Miranda (franciscodemiranda.org/). Y los majunches dicen que fue un «Bicentenario majunche». Claro, los majunches saben bien lo que es majunche.
Que si excluyeron a los civiles en el desfile militar pero había civiles presenciando y desfilando. Que si gastaron una realada en el concierto, gente que no tiene paz con la miseria. Me da curiosidad qué dirán de Sabana Grande. Morbosidades que me entran. ¿Será que prefieren los buhoneros?
Para todo tienen un reparo ñoño, relamido, lechuguino, ansioso, excelso, currutaco, almidonado y pisaverde. Dijeron que los vídeos de la Misión Robinson eran una quincalla estética, pero ninguno se ofreció a donar o colaborar en uno esmerado, primoroso, garboso, gentil, marchoso y grácil.
Dicen que las universidades creadas por el rrrÉgimen no tienen el nivel de excelencia de las de oposición, o sea, la excelencia de Nixon Moreno, Ricardo Sánchez y Stalin González o la de la «Rectora Magnífica» que esgrimió una pancarta que rezó: «No acateremos» (sic).
Según eso estamos ante una plétora de aristócratas mimosos y de mohínes bien hilados y destilados, que se pavonean por palacios pisando hectáreas de alfombras persas, tules vaporosos, tapices fachendosos, cristales de Bohemia, papel de hilo, plumillas de oro, airosas zapatillas de cabritilla y gorgueras de rigueur. Hidalgos refinados que solo toleran la perfección del rubí celosamente engastado, el vino de exclusiva cosecha, tal vez la Tâche o Pétrus, en copa de fino Baccarat, sutilmente rozada por una boca roja y oferente, como declara el bolero que cantaba Felipe Pirela.
Y no son más que una cuerda de balurdos entre quienes relucen Ismael García, Manuel Rosales y Enrique Mendoza, porque ni MariCori califica como oligarca, y seguro me perdonan los que saben de eso, porque me entienden.
roberto.hernandez.montoya@gmail.com