Había una vez un camino que conducía a la meta ambicionada por los candidatos que aspiraban a ejercer el gobierno de la comarca. Era el camino a la gloria.
Para poder transitar por ese camino el aspirante debía tener millones de seguidores dispuestos a auparlo desde las orillas de la carretera, sin atravesarse en la vía ni importunar a los competidores.
Era algo así como la Vuelta al Táchira, el Tour de France o el Giro italiano, pero sin bicicletas. El camino se podía transitar con diversos vehículos, pero, por alguna extraña razón, los preferidos eran el camión de estacas y el autobús pulman, con aire acondicionado, baño interno, asientos reclinables tipo avión y azafatas repartiendo pañitos tibios para limpiarse las manos y la cara.
El camión de estacas era bastante ordinario, con un gentío encaramado en la parte trasera, todos descubiertos bajo el sol inclemente y el candidato gesticulando con los brazos en alto. Sus admiradores y admiradoras gritaban consignas y algunos corrían junto al camión. Así había recorrido el mismo camino varias veces con gran éxito.
El candidato del autobús pulman gozaba de todas las comodidades, pero la gente del pueblo no lo podía ver ni expresarle sus anhelos. De vez en cuando el candidato abría la puerta y hablaba con uno que otro.
Así llegó a una encrucijada donde estaba un anciano recostado de un poste. El candidato se bajó del autobús a estirar las piernas y le dijo “¡Hay un camino!”. El viejo le respondió “En realidad hay dos.
Uno es el camino de tierra, bordeado de barrancos y zonas de derrumbes. Es peligroso y se debe ir lento. El otro es una autopista con un viaducto de primera, que acorta el tiempo considerablemente”.
El candidato se acordó de sus tiempos en la secta “Tradición, Familia y Propiedad” y sin titubear exclamó “¡Yo tomo el camino difícil, así haré sacrificios para ser recompensado!”.
Entonces el candidato del autobús se fue por el camino más largo, mientras el de su competidor optó por la autopista.
El autobús pulman era demasiado grande y debía hacer varias maniobras en algunas curvas. Además los frenos se recalentaban en las bajadas muy pronunciadas. Por si fuera poco, la lluvia ocasionó varios derrumbes y el autobús quedó tan deteriorado que a duras penas completó el recorrido.
Como era lógico, ya el otro candidato había alcanzado la meta y
ganado el derecho a ejercer el gobierno de la comarca.
Los asesores del perdedor le reclamaron que debía haber tomado algún atajo prohibido, pero ya era tarde.
MORALEJA: Hay más de un camino. Lo conveniente es seguir a un candidato que conozca la vía.
augusther@cantv.net