Opinión i Política

El convencimiento del presidente de Copei

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      Los errores más frecuentes, impensados i torpes, de los políticos venezolanos, son provocados por el maltrato o la ignorancia respecto al idioma. Mientras antes, especialmente en la segunda mitad del siglo XIX, hombres públicos, escritores i periodistas (cuando ni se pensaba en una escuela de periodismo, i quienes lo hacían era por vocación, esa voz interior en la conciencia o en el alma, que nos llama o inclina, hacia una profesión o pasión creadora en el arte) se cuidaban de aprenderlo bien, de enriquecer su léxico, una sintaxis depurada o correcta, i, especialmente los poetas, un repertorio inmenso de palabras cinceladas en zafiro, para hacer portentos en la poesía. La gramática de Bello, nos conducía. Por eso la gramática, el diccionario, o las obras de grandes autores, eran libros de cabecera, prestos a ser consultados o hasta para buscar o hallar nuevos i brillantes giros idiomáticos. Rubén  Darío fue en gran parte, un maestro para la poesía europea. Esto hacía posible incluso, el desarrollo de una chispa inteligente i de humor, para superar un desafío ciudadano, por ejemplo. Dicen que, Juan Vicente González, un intelectual de ingenio, se encontró en una acera con un acérrimo adversario, pedante i violento, i este le dijo: −¡Yo no le cedo la acera a los animales! a lo cual el ofendido, serenamente respondió: −Yo sí; i se bajó dejándole libre el paso. O aquellas anécdotas que otras veces he citado, como la de Pi y Mangall (creo se escribe así) quien desempeñando un cargo público, uno de sus subalternos le hizo el reporte del día en cuanto al orden en la ciudad, i escribió: “hayer, hubo algunos disturbios, pero oi, las cosas han estado más tranquilas” o algo parecido. A lo que el escritor respondió: −Usted tiene algunas confusiones respecto al tiempo; la hache no es de ayer, sino de hoy. Actualmente en cambio, escuchamos cosas como: no me vas a provocar, no me vas a provocar, no me vas a provocar; o la espoleta, la espoleta, la espoleta, o se llama a sus seguidores petrimetres, lechuguinos, o los tantos disparates risibles que le escuchamos a Manuel Rosales en su campaña presidencial, o los vacíos repetidos, en los breves discursos de minutos, del Capriles Nada Radonsky.

    Los ejemplos pueden ser muchísimos, pero por casualidad escuché al presidente actual del COPEI, partido social cristiano que no es ninguna de las dos cosas que anuncia su ideología;  me había olvidado que existía i menos que tenía presidente, pero lo vi en el programa mañanero, del excelente comunicador social, Ernesto Villegas. Este presidente, debidamente trajeado i encorbatado, entre las cosas que le escuché por un ratito de un minuto escaso, lo de más tiempo sería heroísmo, expuesto sonriente i con énfasis, fue: ¡Yo estoi convencido del triunfo de Capriles Radonsky el 7 de octubre! Sin titubear creo que lo repitió, usando el verbo convencer como protagonista de su categórica afirmación. Este verbo, que no es de los terminados en dad como usa María Corina citando responsabilidad, tiene usos mui comunes como en el deporte i los apostadores, cuando afirman qué caballo ganara una carrera, si un pitcher dará un no hit no run o cual número saldrá premiado en  alguna otra lotería. Allí la cosa carece de importancia, porque de no darse, fuera de risas o burlas, no ha pasado nada, a menos que el convencimiento no venga precedido de una información secreta, una “venta” trampeada o haya una gruesa apuesta de por medio. De todos modos, un uso común. Pero en filosofía, la cosa es distinta, convencer a una persona de algo, es dar razones bien fundadas, demostrar alguna hipótesis o influir hasta psicológica o matemáticamente, a una persona. Entonces el convencer es una tarea ardua. En un discurso que hice sobre José María Vargas en 1971 en el Colegio de Médico, puse esta anécdota de Sócrates, que ahora resumo. Habiéndose encontrado con el joven Jenofonte, le preguntó dónde se encontraban las cosas para la vida, i el mozo le contestó sin comprender el significado profundo de la interrogante: −En el Mercado. ¿I para ser  hombre honrado a dónde es preciso ir? Jenofonte confundido, calló. Sígueme pues, replicó Sócrates, i lo sabrás. Sígueme. I el mismo filósofo cuando fue condenado a muerte i beber la cicuta, en uno de los diálogos platónicos más bellos, el Fedón, explica a sus discípulos en la cárcel por qué no tiene miedo a la muerte, i CONVENCE, con su mayéutica socrática, antecesora de la dialéctica, que no teme porque existe el alma, i los argumentos son de tal categoría, sencillez i verdad, que los convence a todos, i en los siglos venideros a los que tienen la dicha de leer el Fedón. Luego el convencimiento es una palabra, un verbo, una verdad que encierra los más nobles i firmes razonamientos. No se puede convencer sin razonar. No se puede razonar, sin la verdad.

     Por esto, creyendo i viendo que en la mesa opositora llamada MUD, no hai políticos de tal cultura filosófica, ni de conocimientos lógico matemáticos que, por sus razonamientos hacen a esta ciencia casi el ejemplo de la perfección, ni de elevado sentido común (que no es científico pero ayuda) no imagino quien le ha razonado al presidente de COPEI para estar seguro que pasará, lo que no sucederá. Ni encuestas, ni opiniones, ni marchas, ni cualidades del candidato, pueden generar razones de convencimiento. Es sencillamente una mentira con dos objetivos; primero, darle ánimo a su partidarios que están seguros de perder; segundo, la peregrina idea de que meterán miedo a chavistas e indecisos o a todos los electores. Por eso tienen un segundo plan, i están trayendo no asesores, sino sicarios de la CIA, porque el plan B es de violencias. Estoi seguro que este presidente de COPEI tan bien vestido i arrogante, no entiende mucho de lo que he expuesto de filosofía; él es un simple apostador...a ver si la pega. En el fondo, es chabacanería, i le cabe entonces, habiendo comenzado por la cuestión del idioma, terminar con este humor que también he expuesto otras veces. El maestro andaluz que, como los margariteños nuestros, hablaba con la /r o rr/ (erre). “I ya sabeis, que sordado, barcón i mardita sea, se escriben con ele”. robertojjm@hotmail.com


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Roberto Jiménez Maggiolo


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