La República Bolivariana y los anti-patria. Interpretando las protestas violentas de la oposición

Hay que usar mucha imaginación para comprender cómo piensan las personas que apoyan la violencia en las protestas de la oposición. Uno de los aspectos que más confunden es la inversión de la relación entre las prácticas de protesta y los símbolos que aluden: cierran las residencias para escapar de la represión, generan el caos para reclamar por la seguridad, evitan el paso de suministros para denunciar la escasez de alimentos y medicamentos, etc. Crean amenazas para el ejercicio del derecho al trabajo, a la educación, a la salud, al libre tránsito y a la vida, y ven esto como una "lucha por la libertad". Ha sido tanto el empeño en empeorar la situación del país que, gracias a ellos, muchas personas que normalmente votarían por la oposición están conociendo el verdadero rostro de la reacción y de sus líderes, y se están cambiando de bando.

La elección de la bandera de la Guerra a Muerte es un buen ejemplo de la inversión de los conceptos en estos sectores. La proclama original de Bolívar fue un llamado a los americanos a unirse a la lucha independentista y una amenaza a todos los extranjeros que no hicieran lo mismo. En los mensajes de los alzados, el símbolo es una invitación a los extranjeros a vulnerar la soberanía nacional y una amenaza para los compatriotas que no compartan el extremismo de sus medios de protesta. Se trata de un símbolo de la Patria convertida en instrumento de la reacción anti-patria. El mismo término de “guarimba”, que en sus orígenes significa “refugio” o “lugar de acogida”, se convirtió desde hace unos años en una forma de nombrar el cierre violento de una localidad para conformar un lugar de reclusión y de exclusión.

Otro de los aspectos que interesa revisar es cómo interpretan los términos de "libertad" y de "dictadura". Aquí se hallan algunas coordenadas de su visión de la realidad; o al menos de quienes protestan y sirven como masas de choque para quienes, tras bastidores, esperan que el gobierno se quiebre para tomar el poder. Así, generalizando en gran medida, nos parece que en el conflicto se encuentran contrapuestas dos visiones del país: la liberal, mal asimilada, con un componente clasista (incluso mantuano), y la republicana, más que todo nacionalista, aún en construcción.

Alí Primera cantó que "el que su tierra no adora, tiene espíritu prestado". Los violentos de la oposición tienen el "espíritu prestado" porque su protesta se sustenta en la asimilación de una ideología de rasgos neocoloniales. Veamos si acertamos en la explicación.

Para muchos de nosotros, la República Bolivariana representa el ideal de construcción de una sociedad organizada por la solidaridad y la reciprocidad. Busca impulsar, en el plano individual y colectivo, la práctica de la libertad con responsabilidad, lo cual, en un nivel superior, sirve como sustento a una sociedad en la que se respeten los Derechos y se fomente la Justicia Social. De ahí que desde la Constitución de 1999 el Estado venezolano se defina como Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia. Y de ahí que no veamos una contradicción de fondo entre el Estado social y el Socialismo, sino que más bien éste aparece como extensión política e histórica del primero.

Entre quienes protestan, el ideal de sociedad se encuentra en lo que, a falta de mejor nombre, podemos denominar una "aldea global", haciéndonos eco del libro de Marshall McLuhan. Se trata de una especie de identidad difusa basada en valores culturales y económicos de la sociedad de consumo, imaginada políticamente como la "sociedad occidental". Este ideal deviene de la aceptación de los códigos de la industria cultural y se expresa como un cosmopolitismo mal entendido; para nosotros, de raíces colonialistas. En este contexto se comprende la libertad como el resultado de la ausencia de restricciones a la voluntad individual. "Libertad" sin responsabilidad y sin conciencia social; donde el otro aparece como competencia, y por tanto como un obstáculo para la realización personal.

Para quienes protestan con violencia, la República es una prisión. Las personas deberían poder hacer lo que quieran y cuando quieran. En particular, una de las expresiones de la "libertad de elegir" (como el título de aquella obra de Milton Friedman) es la posibilidad de poder participar libremente en el mercado. Se sienten frustrados, quizá, porque las regulaciones gubernamentales y la situación económica del país obstruyen su realización individual como parte de la "sociedad de consumo" (no son capaces de ver la responsabilidad del sector privado en esta situación), mientras que otros grupos que no podían aspirar a satisfacer sus necesidades básicas ahora pueden hacerlo. Entonces, la "libertad" consiste en la ilusión de poder elegir el camino a la aldea global, y la "dictadura" es todo el marco de regulaciones que se opone a ello, el gobierno que las fomenta, y en especial, el Pueblo que lo apoya.

Por lo tanto, aunque a las mayorías democráticas les parece incomprensible, el horizonte de los violentos no es del todo irracional. La República es opresiva y su destrucción es liberadora, aunque a la mayoría nos parezca que sólo a través de la República podemos hallar la verdadera libertad en condiciones de igualdad y de justicia con nuestros compatriotas. Para los violentos, la acción de cerrar una urbanización representa una expresión de la voluntad de renuncia a formar parte, como ciudadano co-responsable, de la República Bolivariana de Venezuela; una forma de identidad política que, en cambio, existe como un camino a la verdadera libertad para las grandes mayorías del país. Otros aspectos se integran en este cuadro, como por ejemplo, el no comprender el desplazamiento de la dominación estadounidense en Venezuela, o el rechazo a ser gobernados por un grupo político diferente en composición a las élites que gobernaron anteriormente.

La visión de libertad de los violentos involucra la destrucción de la República. El ataque a la propiedad privada, el sabotaje sistemático de los servicios públicos, las agresiones contra los funcionarios (todos los cuales se representan como "símbolos del régimen opresor"), son expresiones de una forma de atentar contra la unidad del país. Desde el inicio de las manifestaciones era claro que por esta vía no iban a desplazar al gobierno. No obstante, se está incubando algo más peligroso: la promoción de la violencia organizada contra los débiles – y contra las clases populares – como un modo de socavar la unidad nacional. Y el odio tiene de dónde beber: toda la obra de gobierno y de la organización popular, todo lo que represente la unidad de la Patria, les sirve de excusa y les recuerda la prisión en que viven.

Lo que se está formando en las bases sociales de la oposición es el fascismo en su versión más simple y transparente. Ese es el resultado de tener el "espíritu prestado". Se encuentra ahí el odio de clases, el odio a la República y la utilización de la violencia organizada. Es inconmensurable el daño que los supuestos líderes de la oposición le están haciendo al país al permitir que esto suceda, una vez que tomaron esta vía como forma para hacer tambalear a un gobierno legítimo, dando por hecho que no tienen posibilidades de éxito por la vía electoral.

La Revolución Bolivariana y el Pueblo que la acompaña se encuentra en la tarea de volver a definir los términos de las relaciones políticas en el país. La respuesta no puede ser, nos parece, ni burocratista ni pactaria. Pero requiere del apoyo decidido y disciplinado de todo el cuerpo que conforma la Revolución. Lo que debemos hacer es, ni más ni menos, ser Chávez.


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Santiago José Roca


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