Dos días antes de la reunión con la oposición en el Palacio de Miraflores, varios jóvenes decidieron desnudarse como símbolo de protesta contra el gobierno*. Unos lo hicieron en las guarimbas de la ciudad de Mérida, otros posando en estudios fotográficos y guindando su foto en twiter. El hecho pasó sin mayor trascendencia. La rebelión contra el gobierno aparentemente realizada por personas “liberadas”, llevaba una intensa carga de represión sexual: hembras y varones tapaban sus genitales con las manos y los senos también eran cubiertos por los brazos o por las cabelleras. "A mi esposo no le gustó la idea cuando se la planteé. A él le preocupaba que fuera un desnudo. Pero cuando vio que, de hecho, es una imagen muy respetuosa y hasta artística, le encantó", "Mi mamá confesó que lloró al ver la foto, estaba muy conmovida; mi papá no dijo ni una palabra ¡pero compartió la foto en su muro de Facebook!" “Nadie se ofendió en general" "pero sí recibimos comentarios negativos". Estos fueron algunos de los comentarios de sus participantes (1).
Pero lo que nos trae a este corto ensayo es ¿Qué relación tienen las reuniones de diálogo en Miraflores, con la acción del colectivo que decidió desnudar al estudiante opositor en la UCV, los merideños desnudos en sus guarimbas y el hashtags #MejorDesnudosQue ? ¿Qué columna vertebra estos hechos separados por milímetros de espacio a escala planetaria y milésimas de segundo de tiempo histórico? ¿Qué fuerzas reprimidas inconscientes se abren paso en la psiquis venezolana y qué relación tienen con la política?
Desde el punto la perspectiva revolucionaria sería un error no analizar la reacción donde quiera que se manifieste. Para darle un contexto general a estos hechos denominaremos a este tiempo “La pequeña burguesía sublevada” marcado en lo ideológico por la claudicación de la idea socialista, en lo económico por el pacto entre empresarios y gobierno y en lo social con manifestaciones de calle de carácter violento y con síntomas de crueldad (en mayor o menor grado) en ambos bandos.
Podemos decir que desde hace poco más de un año (poco antes de la desaparición física de Chávez) las condiciones económicas estaban dadas para dar el salto hacia la profundización socialista: se había saldado la deuda social a través de las misiones y comenzaba una época de crisis por el agotamiento del modelo de distribución directa a la población de la renta petrolera. El ciclo de las vacas flacas comenzaba y era tiempo de expropiar definitivamente a los grandes expropiadores, los intermediarios de la importación y los grandes productores de servicios y manufactura. Con esas acciones el ahorro hubiese permitido un ajuste de precios a través de la centralización y simplificación de los procesos de producción, distribución y consumo.
De forma racional esperaríamos de las clases medias y bajas en el inicio de la época de crisis económica un recrudecimiento de su conciencia: “quienes cumplimos las labores sociales útiles somos nosotros, la suerte de la sociedad depende de nosotros, asumiremos la responsabilidad de las tareas que nos incumben”. Pero no ocurrió así. Resurgieron con vigor ideologías reaccionarias opuestas a la revolución, el voto chavista mermó, las marchas rojas se debilitaron y se replegaron de manera forzosa o voluntaria la opinión revolucionarias en los medios de difusión.
La elección natural del gobierno en las vísperas de la crisis económica, entre socialismo o la barbarie, se definió por la barbarie. Proliferaron las mesas donde se sentaron a convivir por ejemplo, un hijo de un asesinado de la socialdemocracia con un el representante de la socialdemocracia cristiana, o un mulato trajeado de lord frente al dirigente de un partido racista.
Comprendemos que el trabajador medio -o un dirigente de la revolución que lo haya sido antes de involucrarse en la política-, porta en sí mismo una contradicción: no es netamente ni revolucionario ni reaccionario, es decir, se encuentra en una situación de conflicto permanente. Por un lado esta su situación social que lo induce a actitudes revolucionarias porque le apremia la necesidad material, pero por otro lado internamente posee anclas antiguas, más antiguas que el crono de su persona.
El problema se plantea de la siguiente forma ¿Por qué los dirigentes de la revolución no sienten el menor pudor en acciones vergonzosas de claudicación económica y política, como darle beligerancia en nuestro palacio de gobierno a partidos históricamente exterminados como Acción Democrática y Copei? ¿Por qué las mayorías no han reclamado a sus dirigentes tamañas gestiones vergonzosas? ¿No es hora de preguntarnos qué pasa en el seno de las masas revolucionarias y en el interior de los dirigentes para que no reconozcan o no quieran asumir su conciencia de responsabilidad? ¿Por qué nos estamos dejando “azotar” de nuevo por nuestros enemigos sin ni siquiera lanzar un alarido de dolor? ¿Cómo los individuos y la sociedad en su conjunto, son capaces de soportar la injusticia y lo irracional? ¿Por qué el desnudo total está relacionado con una forma de castigo o con la vergüenza por ser irrespetuoso?
De esta forma caemos en el campo de la psicología de masas del fascismo, quien a nuestro parecer tiene como su mejor exponente a Wilhem Reich, médico psiquiatra y psicoanalista discípulo de Sigmund Freud. En uno de sus principales libros (2), intenta analizar las razones por las cuales Alemania un país industrializado y pacífico, fue capaz de entregarse sin resistencia y con sumo fervor, a los brazos del fascismo hitleriano. Eran épocas similares a la nuestra: ante el inicio de la recesión capitalista y ante la incapacidad de la dirigencia revolucionaria de explicar las ventajas económicas, sociales y psíquicas de la construcción del socialismo, comenzó una noche oscura en la historia.
Una de las conclusiones de Reich es: no existe una relación directa entre ideología revolucionaria y clase social, es decir, que el hecho de que una persona pertenezca a la clase baja, no representa un cheque en blanco en su psiquis para que se muestre dispuesta a apoyar a la revolución. De manera tal que la expresión “nuestro pueblo sabe, cuando y como defender a la revolución”, o “nuestro pueblo, no permitirá que la burguesía vuelva al poder”, son solo parte de la retórica política sin mucho asidero en las motivaciones intimas de las masas.
Wilhem Reich, explica desde el asombro, como masas de clases medias y pobres -principalmente mujeres- se dispusieron con fervor inusitado a seguir electoralmente al Führer. Un batallón de mujeres y hombres reaccionarios se negaba a escuchar el programa económico socialista. Reich notó que había aflorado una defensa “supuestamente moral” que fungía como fuerza inhibidora de la revolución.
Reich descubrió el punto psíquico en se unen de manera uniforme las costumbres del hombre pobre y del burgués: la familia autoritaria. Es allí donde la forma tradicional de relacionarse entre sus miembros, el esposo con la esposa, el padre y la madre con los hijos pequeños o jóvenes, es allí, en esas maneras, en que se gesta esa uniformidad del pensamiento y que permite y hace pensar a un Aristóbulo, a un Jorge o a un Nicolás que “aunque el burgués Cisneros o Mendoza me caiga mal desde hace mucho tiempo, a fin de cuentas podemos sentarnos a conversar, porque casi casi, si te pones a ver, casi somos iguales”.
Existe una identidad íntima que se ejerce en cada familia sea burguesa o sea proletaria que nos hace considerarnos “a la hora de la chiquitica” que somos grupos sociales aliados y que podemos convivir “reconociéndonos” unos a los otros. Repetimos, el desempeño de la vida íntima nos hace pensar “que todos somos venezolanos nacidos en un mismo suelo”, aun cuando existen definitivamente grupos sociales antagónicos, clases sociales conceptualmente enemigas: los ricos y los pobres.
Esa afinidad económicamente ficticia pero psíquicamente real, la podemos ver entre los dirigentes del Psuv –Arreaza- con los dirigentes de primero justicia –radonski- quienes hablan por teléfono para dirimir una que otra diferencia, o entre Nicolás y Ramos Allup, que de vez en cuando hablan para aclarar conceptos por su experiencia como ex parlamentarios, pero también se puede encontrar entre los empleados de la planta Nestlé en el Tocuyo con el representante brasilero de la transnacional en el país. Existe una sensación de igualdad. El trabajador medio y el dirigente pequeño burgués terminan cavando un abismo de contradicciones y disimulos entre la ideología que le corresponde de acuerdo con su situación económica.
Ahora bien lejos de personalizar debemos conceptualizar ¿Cuáles son esas formas de relacionarnos interiormente en nuestros núcleos familiares y que son la base de nuestra sumisión social y de la claudicación política de nuestros dirigentes? Reich las resume:
- El honor de la mujer consiste en la sumisión económica, sexual o intelectual al marido. No importa si dicha sumisión es fingida, pero debe existir el sometimiento femenino.
- La infidelidad masculina puede ejercerse disimuladamente y es aceptada socialmente. La infidelidad femenina de ser descubierta es fuertemente rechazada en la sociedad, pudiendo llegar en la mayoría de los casos a la ruptura del convenio matrimonial.
- La disciplina en el aseo de los niños (baño, cepillado del cabello y dientes) debe ser constante, metódica y rígida. Se castiga al niño por ensuciarse accidental o voluntariamente, rallar las paredes, etc.
- La masturbación es vista como vergonzosa pudiendo llegar a ser un hecho punible moral o físicamente en los niños y adolescentes por sus padres.
- Las relaciones sexuales de las jóvenes y adolescentes antes del matrimonio son vistos como actos degradantes.
- La decoración interna de los dormitorios y salas de comedor debe simular con máximo esfuerzo -incluso a expensas de necesidades básicas- una vivienda de “categoría económica superior”. Sin ahondar en los actuales esfuerzos económicos que realiza la pequeña burguesía en vestimenta y adquisición última tecnología de telefonía móvil.
- El padre adopta la misma actitud que su superior jerárquico ostenta sobre él en el proceso de producción y se apresura a transmitir a sus hijos, y especialmente a los varones a quienes enseña que deben mostrar un estado de sujeción con respecto a la autoridad establecida. De allí la actitud pasiva, servil, del pequeño burgués con respecto a todas las personas que tengan apariencia de jefes.
Finalmente Reich nos dice que la posición del padre en la sociedad capitalista exige una represión sexual severa sobre mujeres y niños. Las mujeres desarrollan una actitud sexual reprimida, mientras que los hijos se caracterizan por una sumisión servil a la autoridad, por una gran identificación con el padre, que más tarde se transforma en una identificación de gran carga emocional con cualquier autoridad, venga de donde venga.
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Esa teoría emocional-sexual de Reich aplicándola a nuestro cuadro político, se expresa en un presidente sumiso a la autoridad burguesa, y un tren ministerial y político que se pliega a su vez, a la sumisión del presidente, llevándose a su paso la rebeldía popular instaurada por Chávez y sumiéndola en un océano de “convivencia pacífica” que hasta hace un año estaba dispuesta a dar su vida por la revolución.
Pero tal convivencia no se dará, nunca se ha dado. Las contradicciones afloran y la pequeña burguesía se subleva, desnuda como castigo y se desnuda con vergüenza, exigiendo la presencia de un Führer.
Rosa Natalia 16-4-2014 leenos en http://trincheraderosas. blogspot.com/
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Fuentes y pie de página:
*La protesta se detonó el 8 de abril de 201, luego de que un estudiante opositor fuese desnudado por un grupo pro gobierno dentro de las instalaciones de la Universidad Central de Venezuela (http://www.youtube.com/watch? v=-agj_YCzyOo). Los desnudos eran una muestra de solidaridad con el joven agredido: http://www. talcualdigital.com/nota/visor. aspx?id=101335&tipo=AVA
(1) #MejorDesnudosQue, tuvo algo más de 201.300 menciones en Twitter, #DesnudosConLaUCV tuvo casi 120.000 http://www. periodico24.com/bbc-quien- esta-detras-de-la-campana- desnudosconlaucv/noticia/ 55313/
(2) Reich Wilhem (1933) La psicología de las masas del fascismo; versión al español de Raimundo Ruiz, de la edición alemana de Sex-Pol Verla