“Vacilar es perdernos”
“Cuando el clarín de la patria llama, hasta el llanto de la madre calla”, esto nos decía nuestro Libertador Simón Bolívar. Eso es cierto. Lo es particularmente para aquellos y aquellas en quienes el sentimiento de patria lo tenemos insisolublemente ligado al más profundo amor filial. Preocupa, y no poco, que en momentos como los actuales, cuando ese clarín llama con tonos de angustia, una parte considerable de quienes han nacido en nuestra tierra reaccionen ante la madre amenazada con indiferencia e incluso beneplácito ante la posible agresión. Esta es una sensación bastante generalizada en todo el suelo patrio, pero lo es aún más en estas tierras fronterizas de donde proviene con más fuerza esta amenaza. Algo no sólo triste y repugnante sino definitivamente muy peligroso.
¿Cuál sería la actitud de estos y estas “compatriotas” en el caso, probable, de que sufriésemos un conflicto armado en toda regla?, ¿hasta donde podría llegar el “colaboracionismo” con el agresor, de estos y estas disociados y disociadas? En la estrategia general del imperio agresor la existencia de una “Quinta Columna” proactiva es, sin duda, una pieza importante. La eficacia de este tipo de personas en el ámbito de la siembra de desconcierto, confusión y desorden entre las filas patriotas está demostrada. Durante la guerra (in)civil española, las fuerzas franquistas a las órdenes del General Emilio Mola usaron esta “Quinta Columna” con demoledora eficiencia. Madrid cayó en manos del franquismo no sólo por el asedio de las cuatro columnas usadas en el asalto sino –muy especialmente- debido a esta “Quinta Columna” y su acción demoledora desde dentro.
Componían esta columna aquellos sectores que dentro del Madrid que resistía conspiraban a favor del franquismo haciéndose pasar por republicanos. El término ha quedado como signo de aquellos traidores que, siendo ciudadanos de un país guardan su lealtad o se colocan al servicio de un país enemigo. Este caso está dolorosamente patente en muchos de nuestros “compatriotas” –la inmensa mayoría de ellos sin causa de fondo pues no son “oligarcas”, sólo que los han enfermado de tal manera que absurdamente creen serlo- entre ellos, periodistas, profesionales, políticos desplazados, miembros de ONG´s, estudiantes de universidades privadas y autónomas, un buen número de nuestros compatriotas eurodescendientes, etc., etc. Un verdadero drama para cualquier país del mundo esta situación. Un desgarramiento tan doloroso como peligroso para la salud de la Patria.
La falange o punta de lanza de esta operación desnacionalizadora son los medios de desinformación. Los medios –escritos, radiales o audiovisuales- y sus peones políticos dispuestos a cualquier acción con tal de recibir su bendición y apoyo. Basta mirar los titulares de la prensa escrita cada día. Estos titulares sirven de base a todos los programas de opinión a lo largo del día, de modo que un interminable desfile de políticos, especialistas u opinadores de oficio se termina de dar forma al entuerto hasta dejar bien fijada en la mente de usuarios y usuarias la matriz de opinión deseada.
El problema –al menos lo que se percibe como el nudo-, es que aún en medio del momento crítico que vivimos como pueblo, esta falange o punta de lanza del enemigo de la patria sigue actuando abierta y descaradamente. No importa que tan grave pueda ser el mensaje que transmita el propio Presidente de la República, apenas minutos después la gravedad es convertida en mofa, lo trascendente frivolizado hasta la descalificación y, desde luego, los compatriotas disociados, más disociados y enfermos si acaso esto fuera posible.
Cabría preguntarse la razón por la cual profesionales exquisitos, mercenarios caros y propagandistas de alto vuelo, con todos los recursos psicológicos y tecnológicos a su disposición perseveran en una estrategia descubierta. Creemos que lo hacen porque después de quince años de operaciones psicológicas sobre una población indemne ya han logrado la estructura básica para el éxito de sus fines. Han logrado un nivel tal de disociación psicótica en el sector objeto de su manipulación que sencillamente se han hecho impermeables a todo mensaje que no refuerce su enfermedad. Los niveles de “polarización”, -término que a ellos les gusta porque asoma la idea que persiguen- pero sobre todo de repulsión y rechazo a todo cuanto pueda provenir de Chávez, Maduro, el gobierno, el chavismo, el oficialismo, el Bolivarianismo o la Revolución, en tal manera que sencillamente no leerán, verán u oirán nada que tenga esta procedencia.
De muy poco sirve, -¡gravísimo estado de postración que costará años superar!- que la respuesta a las mentiras, con pruebas científicas y testimonios veraces, se transmita en Cadena Nacional. El rebaño disociado se irá a su programación por cable, -este sector en su mayoría la tiene- o apagará la radio o el televisor para no sufrir los estertores y el malestar que acompañaría su repugnancia, grima y asco radical a todo cuanto lo confronte con su “verdad”.
De modo que han logrado un peligrosísimo objetivo comunicacional sobre el que trabajan sin descanso a toda hora: han logrado que un sector, -sin ambages el mayoritario de la población- no los vea, los oiga o los lea, y que el otro sector, -sin los similares ambages, el minoritario pero económicamente más poderoso- los necesite como un drogadicto necesita su dosis diaria de veneno. Ante este cuadro es evidente que sólo queda a las instituciones, y en general a toda la población consciente, atacar con todos los recursos a su alcance una epidemia cierta y un grave problema de salud pública, comenzando, -como en todo- por impedir que la víctima continúe recibiendo generosas porciones de la droga. El camino elegido por la Revolución Bolivariana, democrático y respetuoso de la constitución y las leyes no le permite abordar la epidemia como lo habría hecho, lo hizo y lo hace –por ejemplo- la Revolución Cubana. La nuestra sometida a los vericuetos propios de la democracia burguesa sólo le queda un camino: las leyes. Sólo que en ese camino no está el pueblo, no estamos nosotros, están los diputados a la Asamblea Nacional, está la Fiscalía General de la República, está la Defensoría del Pueblo, está el TSJ y los Tribunales de la república siendo por tanto a ellos a quienes debemos exigir que cumplan con su trabajo.
El don de la autoridad, o don regio, resulta más que necesario, imprescindible, para llevar adelante cualquier proceso de cambios. No hablamos de atropellos o autoritarismos sino del cumplimiento inexorable de la ley. El artículo 296, ordinal A, del Código Penal reformado, establece el castigo penal para quienes por la mentira, escandalicen, causen pánico o terror entre la población, usando para ello cualquier medio, escrito, radial, televisivo, etc., etc. Nos consta a todos la cantidad diaria de escándalos basados en la mentira que se emiten en los diversos medios privados. ¿No es un escándalo causante de pánico entre la población los anuncios de escasez dirigida o el abierto respaldo al contrabando de extracción?, ¿por qué no se aplica la ley?, ¿por qué permitir que estas y estos compatriotas odien a los chavistas?, ¿Cuántos casos como estos hemos visto y padecido a lo largo de estos años de envenenamiento mental colectivo?, ¿podemos seguir permitiendo esta contaminación mental sin hacer nada?, ¿Cuánto podría costarnos esto, en dolor, drama y muerte, si -como está ocurriendo- se sufre una guerra económica orquestada desde el extranjero?
¡EL SOCIALISMO SE CONSTRUYE CON AUTORIDAD!
¡PATRIA SOCIALISTA O MUERTE!
¡AMANDO VENCEREMOS!
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