El día que una marcha tumbó al gobierno

 

La idea de convocar a una megamarcha nacional que provoque el derrumbe de los poderes públicos es una vieja ensoñación fascista, ahora llena de nuevos trucos concebidos por estos modernos mussolinis de amarillo. Por ejemplo, nadie debe esperar, el día del "llamado", una fila de autobuses llegando desde el interior a Caracas a las 5 de la mañana, ni a una masa de mártires que con su clamor busquen conmover los corazones de los pueblos hermanos desde las calles caraqueñas.

El embuste de que con autobuses se llena una concentración en Caracas es tan descabellado como llenar una piscina a cucharadas. Mil autobuses son apenas 50.000 personas que caben en un rincón de la Avenida Bolívar, ¿y donde paras los autobuses?.Yo no considero a Ramos Allup tan ingenuo que se crea él mismo esa mentira tantas veces repetida de qué Chávez llenaba las siete más grandes avenidas de la metrópoli a punta de busetas venidas de la provincia, a cuyos pasajeros se les daba dinero y una botella de ron.

La pregunta entonces sería: ¿pero puede una marcha tumbar un gobierno?, la historia tiene la respuesta, nosotros fuimos testigos de como una marcha barrió a un régimen impuesto que controlaba todos los poderes del estado y sus armas, recordemos como fue: la gente ese día salió de bajo de la tierra, no hubo autobuses, la multitud guardaba solidaridad, unidad, sincronía, no había líderes visibles ni transmisiones de radio o televisión, "autoconvocados", se encontraron como si estaban de acuerdo, se dirigieron hacia el centro del poder, establecieron de hecho una dictadura del proletariado, pasaron por encima del ejército sin disparar, se plantaron como un millón y medio de corazones amenazantes, y el tirano Carmona se rindió, la consigna: ¡Chavez no se va!, era el 13 de abril de 2002.

No es por cierto una casualidad que esta generación de diputados opositores caza pokemones haya sido convencida de no imitar aquella marcha fracasada del Este hacia el centro de Caracas del 11 de abril de 2002, sino la que se paró imponente y desafiante en los alrededores de Fuerte Tiuna y Miraflores el 13.

Ramos Allup y su estado mayor lechuguino quieren crear la misma realidad de ese día, mezclando el hambre de los asalariados con una caleta de agitadores asesinos que estarán alojados en Caracas desde días antes de la megamarcha, ese es su "secreto a voces", ¡No cuentan con los autobuses!, esos serían fáciles de parar, difíciles de coordinar y tremendamente ineficaces para llegar a tiempo.

En la película "el Rugido del Ratón" un pequeño país le declara la guerra a EEUU con el propósito de ser vencidos y convertidos en colonia, pero por burocraticas y cómicas circunstancias, EEUU termina rindiéndose, entonces el primer ministro del pequeño país le grita furioso a su victorioso comandante "¡Y quién le dijo que ganara esta guerra, estúpido!" Así si esos pacificos autobuses llegaran en un número suficiente para llenar las avenidas, y hubiera donde parar unos 6.000 de ellos, sus ocupantes manifestaran pacíficamente, posaran para las fotos y se fueran, Ramos diría: "¡idiotas, y para que entonces hicimos todo esto! si no hay ni un muertico."

La novela ya ha empezado a rodarse, un sacerdote católico aparece en Facebook caminando desde Anzoátegui a Caracas, y por cierto aceptando "en los trayectos más largos, el apoyo de algunos conductores", vaya caminante, del mismo género de aquellos huelguistas de hambre comiendo cachitos, o el de la comparsa que sale del Amazonas hacia Caracas disfrazados de indígenas y chateando por sus equipos electrónicos.

Ahora planean "tomar las alturas", arrojar molotovs desde los techos de los edificios, buscar "caídos en acción", mártires express, no importa de donde sean, con tal que la opinión pública internacional pueda verlos en el suelo. Tal vez ya hasta tienen listas las banderitas para ponerlas en las ensangrentadas cabezas, como lo hicieron en Plaza Altamira, cuando le pagaron el pasaje al loco Gouveia desde Portugal y le dieron un arma.

La idea de una turba enfebrecida que venida de todas partes del país proporcione un apoyo inconmovible generador de terrores en el enemigo político, es en realidad una vieja estrategia adeca practicada ya desde tiempos de Rómulo Betancourt en la campaña de 1958, cuando traían autobuses del interior para contrarrestar el acido escepticismo de los caraqueños hacia el "Padre de la Democracia". Los grandes mitines y la Romería Blanca pertenecieron tambien a ese género de circo del cual son herederos Ramos, Ledezma y Rosales.

Betancourt y Carlos Andrés Pérez fueron en realidad magos de esos malabares colectivos, pero solo Chávez fue capaz de remontar la ola popular más allá de ellos, porque su carisma no era maquillaje de hipocresias, lo cual le otorgó la virtud, no solo de ganar elecciones sino de ser incluso defendido por la gente, ese mismo pueblo que adoró a Betancourt y despues se le alzo con el MEP en 1968, y el mismo que despues de celebrar el triunfo de CAP II le hizo el Caracazo, apoyó el 4 de Febrero y nada dijo cuando la sargentada encabezada por Don Alfaro lo apuñaló por la espalda.

Si bien Ramos Allup no es el veterano conductor que algunos quieren ver, y ni siquiera fue coach de picheo o bateo de los grandes managers de AD, se ha puesto el uniforme y el número de sus jefes para aplicar todo lo que vió como mascota disfrazada y recoge bates de la otrora maquinaria blanca. Hoy está convencido de que una turba escondida en Caracas desde días antes, es una excelente oportunidad de hacer muertos. En tal propósito ese turco de ideas obsoletas y periclitadas tiene la apuesta de sorprendernos. Pero como reza aquel dicho llanero: morrocoy no sube palo ni que le pongan horqueta.

Psicólogo Ph.D



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