Ahora mismo recuerdo aquel gesto de un periodista árabe lanzando sus zapatos a la cara de George Bush, entonces presidente de Estados Unidos y quien para entonces ya había destruido medio mundo del cual aquél formaba parte. Usar su calzado como arma apuntada a la cara del entonces alto funcionario, genocida del pueblo árabe, fue un quizás “feo” gesto que se ennobleció por sus fines. Pues pareció como un simple simbolismo contra quien descargaba sin cesar bombas de alto poder explosivo sin respeto alguno por la vida humana. Fue esa la segunda o tercera vez que escribí sobre zapatos. Esa vez también hablé de “los zapatos maqueros”, aquellos excelentes que la industria artesanal venezolana, todavía viva, no destruida por los monopolios y “el progreso”, producía en la población de “El Maco”, en Margarita. Otra vez, escribí un artículo titulado “Zapatero a tus zapatos”, en cual criticaba a José Luis Zapatero, cuando recién había dejado el cargo de Jefe de Gobierno en España, por expresarse injustamente del gobierno nacional en los tiempos de Chávez.
Antes, hace muchos años, hice un comentario acerca de la publicidad de una fábrica inglesa de zapatos, cuando ya la gran industria capitalista del calzado había acabado la nuestra artesanal, para un zapato suyo con la bandera inglesa, con el slogan, “esta es tu bandera”. Es decir, antes que este pelotero pusiese la bandera venezolana en sus zapatos, ya la industria británica había puesto la inglesa en los suyos. Pero eso también lo venían haciendo los gringos. Lo “irregular” era aquello tan contundente de “esta es tu bandera”. Con aquel mensaje no sólo nos vendían sus zapatos, invadían el mercado nacional, hundían en la ruina la industria venezolana, sobre todo artesanal, entonces una de las mejores del mundo por la calidad de sus productos, sino que subliminalmente intentaban desplazar del amor de los venezolanos nuestra bandera con la suya.
No es nada nuevo que alguien ponga una bandera en sus zapatos. No es una invención del pelotero. Los vi antes en juegos olímpicos, usados por atletas norteamericanos. El pelotero venezolano, como nosotros, quizás ya lo había visto. No es creación suya ni tampoco de la empresa extranjera que los elaboró conforme su presunto pedido. Lo que pudiera atribuírsele como creación suya, es ser el primer venezolano que se le ocurre semejante cosa. Por lo menos, aceptar que una empresa mercantil, lo indujese a ese inusual e irrespetuoso gesto. Aunque también es verdad han abundado miles como él, que han manifestado de alguna manera su desprecio por el tricolor y todos los valores nacionales; pocos años atrás la colocaban al revés y hasta un sacerdote en plena misa así la colocó en el altar. Siendo un jugador de beisbol de grandes ligas, posiblemente alguien quien ha ganado mucho dinero y quizás espera más, joven, no hay motivos para sorprenderse por esos gestos. El dinero enloquece, ensoberbece y hasta hace a cualquiera “sentirse grande”, más allá del cerco que limita a quien pudiera poseerlo.
Lo que llama la tención del gesto, no sabemos si es obra suya o de la empresa que le satisfizo el capricho, creo más bien sea esta, es ver la parte inferior de la banda correspondiente al color rojo. Ese como correr o derramamiento de sangre, es in duda todo un discurso político y me cuesta creer, que un pelotero esté interesado en eso, en lo que esa figura envuelve. Tampoco, por su poca riqueza lingüística, puesta al descubierto en los textos que de seguidas cito, pareciera ser el autor de ese mensaje subliminal.
Pero analicemos las expresiones usadas por el pelotero, a través de los medios, al momento de presentar sus zapatos, en las que dice – copio textualmente de la fuente noticiosa-:
-“Qué tal mi gente”.
-“Al que no le guste ni los mire ok.”
No cuesta mucho, a través de ellas, que también forman un largo discurso, discernir a acerca de las limitaciones de su autor. Se trata de dos lugares comunes de poca monta, uno tras otro. No sólo usa un pésimo lenguaje, sino que actúa como un provocador. Eso, en la historia del beisbol venezolano, si no tiene antecedente. Por regla general, esos deportistas, optan por cuidar sus relaciones con el público que les admira por sus méritos y en lo que la política podría ser un obstáculo o serio inconveniente. Es natural que de ese público que le tiene como ídolo o importante referencia, haya de distintos lados de la política en Venezuela u cualquier parte del mundo. Eso lo saben ellos y sus asesores, por eso pese sus convicciones, suelen ser comedidos y cuidadosos, sobre todo cuando todavía están en pleno ejercicio de su carrera. Gestos como esos, no sólo lo de los zapatos, sino el discurso, creo no lo ha hecho ningún deportista antes ligado a Venezuela. Muchos personajes, sobre todo del mundo de la farándula, que intrínsecamente no tienen suficientes méritos, usan mecanismos como esos para llamar la atención o ganarse el favor de los promotores. Pero eso no es usual entre los deportistas; por ellos hablan sus números y es en base a estos que cobran sus honorarios.
Es decir, quien eso hizo, no fue por pelotero de grandes ligas, sino ser humano – al fin no somos completos, como que este escritor nunca pudo ser pelotero pese hubiese querido serlo – con grandes limitaciones en otros importantes áreas de la inteligencia y además afectado por unas relaciones infantiles y adolescentes que a su edad lo hacen incurrir en esos desplantes. Los zapatos y sus palabras denuncian serias calamidades en su personalidad, carencias intelectuales en su formación. Además, pareciera que tiene motivos para desafiar, aunque no parezcan lógicos y saludables, a una multitud que posiblemente le quiere y admira por sus logros en el área del deporte y a la cual debe respeto. ¡Y eso, él no lo sabe! Si lo sabe, lo desprecia. ¿¿ ??
Eso se ve de esa manera. No darle la dimensión política que él pretende y más que él la empresa extranjera, que perdió, por las razones que sean, el jugoso mercado venezolano y menos asociar a Bolívar con ese pueril, mercantil y hasta gesto de pésimo gusto. Entonces, en verdad, quien bien pudiera estar “llorando sangre”, no son los zapatos, menos la bandera, sino Adidas, la empresa que los elaboró. Esta es otra razón para no “pararle” a tan mediocre manifestación, pues podríamos hacerle el favor a la gran empresa de contribuir a internalizar su mensaje.
Al finalizar estos comentarios, viene a mi memoria el recuerdo, como un caricaturista sureño, hace años, por unas declaraciones infames o paupérrimas de Pelé, le pintó con los botines de futbol en la cabeza. Ahora, con lo de este pelotero y hasta por aquello que “la bandera debería ir en lo más alto”, alguien pudiera exhibirlo de la misma manera, con esos zapatos de beisbol.