El 3 de diciembre pasado los venezolanos votamos una propuesta. A favor o en contra de la única oferta electoral explícita se movió la opinión pública, pues los planteamientos de la oposición no pasaron de ser especies de sombras chinescas de lo que Chávez propuso: la consolidación de la independencia nacional y echar las bases para la construcción de una república socialista, opción esta respaldada por la mayoría en una jornada electoral signada por la mayor participación ciudadana de todos los tiempos. Pero los votos en contra fueron numerosos, mucho más que la cantidad de venezolanos que podrían ver sus intereses afectados por la política revolucionaria. Es decir, que una considerable porción de electores que se beneficia con el proceso bolivariano, no lo apoya. ¿Por qué?, ¿cómo se explica esta conducta contradictoria?
Decía a voz en cuello un educador llegando a su casa – Mija, me pagaron un poco de vainas que ya ni me acordaba, nunca nos había llegado tanta plata, pero de que el loco se va, se va-. O tenemos esa cantidad de empresarios que contratan con el Estado y, debido a la recuperación económica, sus empresas atraviesan el mejor momento en los últimos veinte años, pero emplean parte de sus ganancias financiando a la oposición. Por supuesto que atribuyen sus éxitos económicos al exclusivo resultado de sus habilidades particulares y no reconocen la labor de un equipo y menos la de un liderazgo que hace propicio el clima para el florecimiento de sus actividades. Vemos que no es entonces la implacable lógica mercantil la motivadora de esa conducta y que debemos hurgar en otras esferas de la complejidad humana para tratar de entenderla.
Entre los valores propugnados por el socialismo se encuentran la justicia, la libertad, la solidaridad, la igualdad y la preponderancia de lo colectivo sobre lo individual. Podríamos decir que los tres primeros tienen una aceptación casi total, no siendo así para los dos últimos. La especie humana, como muchas otras, es altamente jerarquizada por lo que la idea de igualdad encuentra resistencias en atavismos biológicos que deben ser superados por profusos y profundos procesos culturales que refuercen los avances históricos de la conciencia social, desenmascarando y combatiendo los prejuicios que afianzan las desigualdades como el racismo, el clasismo, el chovinismo, el sexismo y los sectarismos de cualquier tipo. De igual manera nuestro socialismo debe encontrar un punto de equilibrio entre los intereses colectivos y los individuales, que, sin aplastar a la persona, nos permitan vencer el egoísmo, la envidia, el resentimiento social y sus derivados de maledicencia e intriga, sentimientos que corroen la organización necesaria para dar respuesta a los problemas comunes. Por supuesto que nuestros adversarios, a través de su aparataje mediático, propagandístico y cultural, bregan en dirección opuesta, estimulando prejuicios y temores irracionales como el de la supuesta pretensión del gobierno de quitarle la patria potestad de los padres sobre sus hijos o, aprovechando el desconocimiento de un sector de nuestro pueblo en materia de finanzas, pescar a los incautos que creyeron en la factibilidad de una tarjeta que, por separado, a cada quien, le resolvería mágicamente su problema económico.
Los masoquistas extraen placer de su propio dolor. ¿Habrá masoquistas electorales que voten por sus verdugos? O será la expresión de una situación alienante de identificación con el oligarca: voto por el oligarca, luego yo también soy oligarca. Mario Briceño Iragorri decía que “la oligarquía constituye un estado permanente de conciencia. A ella permanecen fieles aún hombres de ideas avanzadas y de prácticas justas en el orden privado. A ella pertenecen aún hombres nacidos en ranchos humildes y de humildes uniones.”
Lo preocupante es que de estos irracionalismos surgen los fanatismos con la carga de odio y violencia que, estimulados por el imperio, pretendan conformar una quinta columna que penda como una espada de Damocles sobre la República Bolivariana y el compromiso del gobierno en la conservación de la paz ciudadana le obliga a tomar acciones contra quienes irresponsable e impunemente han promovido la irracionalidad. Por eso el 27 de mayo tendremos un triunfo de la justicia y del pueblo.
perezcristancho@hotmail.com