No hay día en que la prensa deje de mostrarnos alguna declaración política-partidista de algún obispo. Mérida no es la excepción. Vimos cómo Baltazar Porras, más que cualquier otro representante de Movimiento 13, salía a dar la cara por Nixon Moreno. Da la cara por los “acosos a la prensa”, da la cara “por los presos políticos del régimen”, da la cara “por la ley de educación tiránica”, y últimamente se ha metido a confesor del gobernador Marcos Díaz Orellana. En verdad que a Florencio Porras con todo lo ambiguo que dirigió su administración, Baltazar jamás se atrevió a confesarlo. En cambio, sobre Marcos Díaz Orellana pesan las oraciones en familia, los cursillos de cristiandad, su militancia socialcristiana, las misas domingueras, las medallitas de la virgen colgadas al pecho, el misal, sus cantos en el coro, su retiro con los muchachos devotos de nuestra Señora de los Dolores. Don Baltazar Porras se ha olvidado de los feligreses para vivir metido de lleno en la diatriba política. Es una verdadera pérdida para los que todavía creen en la iglesia católica. Yo no sé porque algunos purpurados, con rabo de chamiza, se alarman tanto cuando se ataca a algún obispo.
Por allí el obispo auxiliar de Mérida ha salido conmocionado porque se le ha respondido a Baltazar en relación con sus reuniones nada santas con el señor Gobernador de Mérida. Y uno se pregunta, ¿y entonces para qué se mete en política? Ese no es, ni debe ser el lugar de un señor obispo, el candelero de los embates políticos. Con toda responsabilidad digo que me duele que en el PSUV casi nadie se haya pronunciado sobre esto como si subrepticiamente en el fondo estuvieran de acuerdo con Baltazar y Marcos Díaz. Parecieran que se estuviera defendiendo más un cargo que a la revolución. Pareciera que más prevaleciera la adulancia al mandatario de turno que el respeto y la solidaridad con los valores que sostiene el Presidente Hugo Chávez Frías. Hacen falta revolucionarios de verdad en este PSUV.
Hace falta asumir posiciones firmes, propias de los principios que se dicen sostener. Hoy nos debemos preguntar ¿qué fue de tanto chavista que anduvo pegadito a Florencio Porras? ¿Dónde está la “revolución” aquella que proclamaban que ahora no se les ve por ninguna parte? ¿Qué fue del poeta Adelis León Guevara que tantos ditirambos lanzó a favor de Chávez como a Florencio Porras? ¿Qué ha sido de Rubén Ávila Serrate, hombre meloso, que a todo el mundo llamaba “hijo”, y ahora nadie lo llama “padre”? ¿Qué fue de Luis Martín que recorrió todos los altos cargos habidos y por haber en el Estado regional, como impoluto rojo rojito? ¿Qué fue de Edy Gómez? ¿Qué fue de Cegarra? Tan tojos rojitos todos que anduvieron por nuestra Gobernación pero que hoy nadie recuerda. No fue el viento lo que se los llevó, ha sido la falta formación ideológica, la falta de conciencia socialista y bolivariana. Lo que querían era el poder, se le acabó el poder y se les apagó el verbo y se le apagó la iracundia chavista. ¿A dónde irán a parar los que hoy apoyan todas las acciones contrarrevolucionarias, soterradas, del señor que lleva las riendas en este Estado? Que Dios los coja confesados.
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