El compatriota Diosdado Cabello ha sido designado vicepresidente del PSUV para la región oriental, incluyendo a Nueva Esparta. Se trata de un hecho cumplido y los alegatos sobre la conveniencia del mismo serían retóricos y por demás inútiles.
Así pues, un enfoque optimista podría rendir mejores beneficios en este momento cargado de expectativas. Comencemos por considerar que el camarada Cabello tiene el respeto de Chávez y es, según parece, uno de los pocos que le hablan con claridad y sin culipandeos. Eso hará falta para describirle al presidente las realidades imperantes en Margarita y Coche, donde las buenas noticias son escasas y las malas abundan como las piedras arrastradas por las recientes torrenteras.
Mas que a nombre propio, pretendo expresarle las inquietudes de un sector del PSUV cuyos planteamientos no son tomados en cuenta por la sencilla razón de que no hay modo ni manera de realizar un encuentro donde se oigan los puntos de vista de compatriotas excluidos de la
dirección regional y del buró político.
En Margarita nos conocemos todos y resulta absurdo que los militantes actúen como una serie de batallones estancos, sin conexión entre unos y otros, limitándose a analizar los asuntos de una comuna que no tiene contacto con las demás.
Existen diversos problemas que afectan al estado como un todo, con incidencia en cada comunidad. Más que aspectos materiales sobre los entes públicos, tenemos urgente necesidad de debatir cuestiones de carácter ético, sobre las cuales las autoridades regionales mantienen
un silencio que podría considerarse cómplice o complaciente.
En la región insular, por ejemplo, es un secreto a voces que el delito impera sobre los organismos encargados de tenerlo bajo su
control.
Estamos seguros que su apoyo decidido se traducirá en soluciones prácticas a los asuntos de gobierno que no deben limitarse al área de
influencia de cada alcaldía o al director de cada despacho nacional.
Por lo demás, aparte de rescatar la ética revolucionaria, el PSUV insular debería denunciar la escandalosa corrupción de los adeptos a
Morel Rodríguez Ávila, el capo principal que maneja a su antojo los negocios más oscuros.