Estamos en
presencia de otra edición de la Feria Internacional del alcohol
y de la carnicería taurina en Mérida (Feria Internacional del Sol);
una nueva dosis de pan y circo por cortesía de las autoridades “socialistas”
y “escuálidas” del estado Mérida, quienes junto a los empresarios
licoreros y taurinos, y propietarios de alojamientos, tascas, bares
y restaurantes, prometieron a merideños y visitantes una “Feria de
altura”. Como sabemos, el principal evento del pan y circo ferial
en Mérida ha sido la corrida de toros, triste herencia colonial que
algunos celebran como si aún formáramos parte de España; pero también
hay que destacar el consumo irracional de bebidas alcohólicas, hasta
el punto que sus consecuencias lamentables han protagonizado año tras
año las páginas de sucesos de los diarios locales. De manera
que la Feria del Sol bien puede ser considerada un espectáculo
etílico, y por tanto la oportunidad de enriquecimiento para unos cuantos
a costa de la idiotez consumista del colectivo.
Ciertamente
el consumo de alcohol en nuestra Mérida es una práctica para nada
reciente; incluso los pueblos prehispánicos empleaban ciertas bebidas
originadas por fermentación (como la chicha) con fines mágico-religiosos,
alimentarios, y quizá medicinales. Claro que para los indígenas el
consumo de sustancias estimulantes y alucinógenas no era concebido
como simple diversión o como elemento para olvidar el "despecho"
amoroso, y no era estimulado por principios mercantilistas como ocurre
en la actualidad. Además tomarse ocasionalmente unas copas o unas cervezas,
no es necesariamente una acción perjudicial, a no ser que derive en
daños a nuestro organismo. El problema radica en las graves consecuencias
que se desprenden del abuso del alcohol y otras drogas legales e ilegales:
se perjudica el consumidor (en numerosos casos degenera en alcoholismo),
su familia, sus amistades, además de las nefastas repercusiones sociales.
Al comentario anterior cabe agregar que en las últimas décadas hubo un aumento notable en el consumo de alcohol en Mérida y Venezuela; no es raro hoy día, por ejemplo, que adolescentes de 12 o 13 años beban con regularidad. En este contexto la Feria del Sol resultó un escenario ideal para exacerbar la ‘tomadera de caña’ por merideños y visitantes, y un periodo que no podía ser desaprovechado por los propietarios de licorerías, tascas y discotecas. Es de tal magnitud el consumo de bebidas espirituosas durante las festividades carnavalescas merideñas, que secuelas como las siguientes se han hecho sentir más allá de la ciudad de Mérida. :
A) La ocurrencia de "accidentes" de tránsito al por mayor. Es impresionante saber que el estado Mérida ha ocupado en este renglón uno de los lugares "privilegiados" de todo el país durante los carnavales. Realmente nos indigna como algunas bestias al volante no sólo ocasionan daños a sí mismos y a sus familias, sino a los ciudadanos que tranquila y decentemente disfrutan de los paisajes andinos;
B) El deterioro notable del orden público. Sí en los últimos tiempos la otrora ciudad caracterizada por la relativa paz y armonía se ha visto sumergida en constantes desórdenes, como la contaminación sónica y el colapso vehicular, imagínense lo qué ha sucedido en carnaval con la mezcla del alcohol y el comportamiento irresponsable de individuos carentes de formación moral y cívica; y
C) El aumento de acciones
violentas. Ya en otras ediciones de la Feria del Sol hemos visto que
la muerte ronda los diversos eventos programados. Definitivamente el
alcohol y las conductas psicóticas no son buenos aliados.
En este orden
de ideas valga advertir que si bien es evidente que todo bebedor decide
“libremente” si consume alcohol, y es el responsable directo de
las consecuencias derivadas de los excesos; tenemos que recordar una
conocida frase: ¿Quién tiene la culpa, el loco o quien le da el garrote?.
En tal sentido debe señalarse que con el visto bueno de las autoridades
merideñas de los últimos años, incluidas las "revolucionarias",
se ha concedido permiso para la apertura de numerosas licorerías, tascas
y discotecas, además de flexibilizar notablemente el horario de atención
al público durante periodos como el carnavalesco. De manera que el
Gobierno merideño, en todas sus instancias, ha sido cómplice evidente
del repunte alcohólico durante la Feria del Sol, y funcionarios “socialistas”
y “escuálidos” han colaborado de forma decidida con la danza de
millones que los empresarios licoreros han obtenido a costa de la idiotez
colectiva, del caos y de la muerte en el estado Mérida. Obviamente
tales funcionarios han recibido a cambio cierta retribución por contribuir
al éxito anual del pan y circo ferial-alcohólico en Mérida,
y por supuesto para hacerse de la vista gorda ante los desmanes ocasionados
por los borrachos.