Los bolivarianos somos unos enanitos encaramados sobre los hombros de dos gigantes, Simón Bolívar y Hugo Chávez. Esa condición, sin duda, nos sitúa en una posición privilegiada, lo cual posibilita ver mucho más lejos, ver considerablemente más y más, que los enemigos del Proceso Revolucionario (inclúyase aquí a los opuestos de la derecha contumaz, a los burócratas de bermellón y a los socialdemócratas oportunistas), y no porque la vista nuestra sea más aguda o nuestra corpulencia superior o mayor que la de ellos, así no es, sino que los dos grandes hombres nos llevan en su cúspide corporal y nos elevan a su altura monumental.
Sostener el rango y la respetabilidad política que ellos nos transfirieron no es una circunstancia cualquiera, que parafraseando a Simón Bolívar y a Argimiro Gabaldón, cabe decir, está impelida de la irresistible necesidad de hacer lo que halla que hacer para no abandonar el camino de la lucha revolucionaria. Es justo luchar. Es justo poner de manifiesto lo que esté a nuestro alcance para que la Revolución Bolivariana no capitule. Y ahí está la palabra, que es conocimiento, con ella haremos posible lo que parece imposible. Por eso escribimos, alguien leerá y multiplicará esa palabra; por eso hablamos con la gente sin ninguna pose, aquí y allá; así vamos tejiendo con nuestros semejantes el deseo de palabra y en ese deseo nunca puede haber carencia, de allí que la invectiva sea válida ahora y siempre.
A todos y todas nos consta que Hugo Chávez era franco partidario de la crítica y de la autocrítica, la solicitaba. El Che Guevara en sus obras escritas y en sus conversaciones, cultivó la aptitud leninista de autocriticarse y emitir sobre la marcha de la revolución los juicios más despiadados y enfrentados (se nos dirá que no somos el argentino universal); pero él no dispensaba a nadie de sus sarcasmos, ni él mismo quedaba por fuera, mucho menos los demás; el hacerlo, sin titubeos, permitía acumular en los revolucionarios que lo acompañaban la fuerza moral y ética necesaria para avanzar. Similar fue la conducta del Libertador Simón Bolívar, quien tenía un elevadísimo sentido del honor, al tiempo que valoraba la disposición y la valentía de los hombres de su ejército, por eso siempre escogía a los generales que no durmieran ni de día ni de noche para acometer las grandes misiones. Bolívar también era inclemente en la crítica.
Entonces, cómo no criticar y reprocharle a la Revolución, por ejemplo, que la Granja Militar El Caruto de Belén, Estado Carabobo, no esté produciendo absolutamente nada; allí sólo cunde la desolación, y el pesimismo en la población; uno ve con mucha tristeza y dolor patriótico decenas de galpones de aves desmantelados, sin techo, sin color y sin actividad alguna. Todas estas tierras son del INTI, es decir, de la nación. Igual sucede con el Vivero de Belén, un lugar paradisiaco y otrora laboratorio vegetal donde la mano del hombre reproducía la vida en grande para la preservación del planeta. Instalaron un puente de guerra hace tres años y aún permanece casi llegando al poblado, y ya sus bases emergentes hace rato que empezaron a socavarse.
En el caso de la Granja Militar El Caruto, la cual en el pasado surtía de pollos beneficiados y con productos cárnicos a los cuarteles de la región, ahora es regentada por CEVAL; esta granja, lamentablemente está sufriendo un deterioro vertiginoso en sus instalaciones, en sus patios reposan como en un cementerio de chatarras docenas de maquinarias agrícolas arrumadas por falta de repuestos, el ganado vacuno se ha ido muriendo y quedan unas cien reses, poco más o menos. Los argentinos que estuvieron al frente de esa corporación se marcharon, dejando una experiencia muy negativa en la gente del pueblo; el matadero de pollos fue cerrado hace un año, manteniendo todavía una nómina de 175 obreros, inutilizados todos ellos, y el Estado importando pollos y gastando los dólares hasta más no poder en ese rubro; el hampa se llevó hasta las computadoras y otros bienes de ese centro beneficiario de aves.
Ahora mismo lo que fue la Granja Militar El Caruto está siendo utilizada por el componente de la Milicia del Pueblo, la cual está conformada en esta parroquia por unos trescientos (300) miembros, aproximadamente, pero hay que elevarles la autoestima, andan de capa caída, ya que se sienten subutilizados; necesario es reforzarlos en el trabajo y concretarle cosas para que se sientan útiles y sigan manteniendo viva la convicción revolucionaria. ¿Quién lo hace? ¡Se oyen voces! Sería bien revolucionario que los milicianos de Belén, junto con las comunidades pusieran a producir esos espacios y cuidaran de ellos, ¡claro! con la ayuda y el liderazgo del gobierno de Nicolás Maduro.
En contraposición al decaimiento espiritual que se ha ido apoderando de los hombres y mujeres belenenses, existen numerosas granjas privadas en toda esa serranía carabobeña y aragüeña: Cocorote, Quebrada de la Yuca, Puente Guárico-La Villa, Manuare, que producen aves y ganado porcino en grandes proporciones. Entonces, surge en este humilde venezolano la pregunta obligatoria… ¿porqué el sector privado sí puede producir, aunque el burgués trate como sirvientes a los trabajadores, y la revolución no?
Lo primero que debe señalarse, lo cual se hace imprescindible, es que hay barajar al buen tuntún y enseñarle a nuestros cuadros revolucionarios que trabajan en esos espacios u otros las nociones fundamentales de la economía, formarlos para que aprendan a examinar al dedillo las relaciones que se establecen entre la producción, la distribución, la circulación y el consumo de los productos agrícolas. Lo segundo, despertar en los trabajadores rurales la fe en lo que están haciendo o podrían hacer. ¿Cómo es posible que la gente que trabaja en las avícolas privadas de esa zona cumplan con su horario de faena al pie de la letra, no falten ni un solo día a su trabajo y acudan a sus empleos a laborar hasta los días domingo; pero en cambio, cuando trabajan con el Estado, con lo público, para su comunidad, no hay ningún sentido de pertenencia? Allí la irresponsabilidad es su divisa.
Indudablemente que hay un acumulado de respuestas que pueden explicar las causas de esa situación, y que seguramente se adecuan de igual manera a la realidad imperante a lo largo y ancho de la geografía nacional, tal cual como sucede en lo que fue antiguamente un edén de tucusitos o colibríes. Aparece, inmediatamente como contestación a la interrogante inicial, la falta de interés y atención oportuna por parte de los gobiernos, tanto el nacional, como el regional, y el local; esa sería una de las causas principales, la desidia gubernamental, pues; otro argumento recaería sobre el burocratismo perverso que está incubado en las instituciones del Estado, el cual no permite darle respuestas factibles a la premura de los problemas de los campesinos y pequeños productores militantes del proceso o no, pero devotos del campo.
En el caso del Vivero de Belén, cuyo nacimiento data de hace sesenta (60) años. Este invernadero llegó a germinar un millón trescientas mil (1.300.000) plántulas en su mejor momento, bien sean ornamentales, forestales y medicinales. Allí hay un tractor de los años 60´, parado y sin repuestos que lo pongan a caminar como a Lázaro, ¡cómo le hace falta el milagro de la una Revolución auténtica! El semillero no le llegan recursos desde hace cuatro años y carece de un presupuesto fijo para poder funcionar y reproducir las especies necesarias para el planeta; allí pernoctan en la soledad de los viejos árboles dos obreros y un vigilante que en la bruma de los atardeceres beleños sólo se ven las caras mientras se beben un trago de café y le dan a sus críos guarapo con pan. En el Ministerio Popular del Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (MARNR) ni se acordarán que ese vivero está ahí en las márgenes del Río Guárico, en el pueblo de los quesos de mano, donde se canta y se baila joropo central a raudales; existe ahí en esas mismas tierras donde el Indio Rangel se alzó contra “el orden establecido” dándole así inicio a una insurrección popular que luego se convertiría en la sangrienta Guerra Federal.
Cuántos ingenieros forestales formarán parte de la nomina del MARNR, y están en las oficinas de Caracas o de Valencia, o de cualquiera otra parte del país sentados en sus despachos todo el día sin hacer nada que justifique su sueldo, cuántos expertos y técnicos de bosques no estarán en edad de jubilarse y todavía no les sale el retiro definitivo de la institución y pudieran venir a recuperar ese vivero, ad honoren, y con asistencia y apoyo de la comunidad, en vez de estar pelando la pava en las grandes urbes de Venezuela; envíenlos ¡carajo! para estas serranías que aquí los necesitan con prontitud para redimir el Vivero de Belén y para que le levanten la moral a este pueblo del sur de Carabobo que está viendo morir lentamente lo que pudiera ser una fuente maravillosa para la preservación de la vegetación nacional. Aquí hay una raza, hay todo un pueblo que ama, sufre y todavía está esperando por la Revolución Bolivariana.
Este sábado que viene me voy para las serranías de Carabobo, a Belén, para estar presente en una asamblea de campesinos, a escucharlos para aprender de ellos y a solidarizarme con sus luchas actuales y futuras; y también para celebrar los 45 años de vida artística de Damasio Retaco, El Pollo de Belén, a quien le han preparado para la noche de este 23 de agosto un baile de joropo central en Rancho de Indio, ubicado en Las Tinajitas 1, donde estarán como invitados especiales Miriam Bolívar, La Diosa del Canto Central; Francisco Aponte, El Consentido de Carabobo; José Rodríguez, El Saucelito de Carabobo; Jhorgenys Lara, El Canta Bonito; Rufo Zabala, El Lorito de Carabobo; Félix Bolívar; los arpistos Pablito Silva, Raúl Borges, y Gustavo Morillo, El Pluma; así como Elías Galíndez con su Bandola Central. No puede faltar José Antonio Ortiz, El Joropero de Aragua, bailador y verdadero peregrino de la música central y tuyera, que se escucha y se zapatea en Aragua, Miranda y Guárico. Como se ve, una legión de folkloristas, que no es otra cosa que el palpitar del alma nacional, que lejos de aplacarse, ahora es cuando sigue vibrando y con mucha más fuerza en nuestra querida Venezuela.
POST/DATA: ALEJO CARPENTIER, escribió acerca de su viaje por la Gran Sabana, el cual hizo por allá en los años que van del 45 al 50 del Siglo XX, en los cuales pueden hallarse los primeros vestigios de su novela Los pasos perdidos, texto donde lo real maravilloso brota en cada página como por arte de magia. Allí narra, entre otras cosas, sobre nuestra abundante y variadísima flora, donde se encuentran árboles corpulentos que emanan sangre viva, un maná terapéutico, que no es otro que el Drago, muy utilizado en nuestros pueblos para hacerse gargarismos y curarse las amígdalas y como antiséptico vaginal, entre otras cosas. Recoge también ese texto una escena de un músico arpista que para desentumecerse los dedos se cargaba el espíritu con un largo trago de aguardiente para así poder arrancarle a su instrumento de cuerdas, impecables rasguños, que harían brotar de sus dos manos, armoniosos ritmos de joropo venezolano.