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Reconozco el asedio de los malditos gringos, gringos a los que toda mi vida he enfrentado con ardor y decisión a través de mis libros desde hace cincuenta años. Pero también, es bueno que se sepa lo que se está urdiendo por estos lares de la seudo Media-Luna guarimbera, y sobre todo como una cruda advertencia, pues que por aquí estamos bajo la mira de las mil mafias paraco-colombianas: Mérida-Táchira-Zulia… Y ojalá, querido Señor Presidente Nicolás Maduro, pueda usted alguna vez hacerle una visita a esta entidad, y ver in situ, cómo se encuentran sus calles y avenidas, sus barrios, sus plazas y mercados, sus otrora y afamados centros turísticos, escuchar de viva voz a esas comunidades que salieron valientemente el 30 de julio de 2017, a desafiar a tantos criminales paramilitares. Y ojalá, querido Presidente, pueda usted, digo, conversar con ese pueblo sufriente que vive el drama de la falta de transporte, con reiterados cortes de electricidad y que deambula como gamos a través de cientos de caminos y parajes para cuadrar la dura e inevitable arepita de cada día.
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Aunque le advierto de entrada, Señor Presidente, que aquí el pueblo que no vegeta, el pueblo que le da la cara a los problemas es bien arrecho y comprometido con la causa del Comandante Chávez, y que contamos con un Protector del Estado de Mérida, el camarada Jheyson Guzmán, quien es un denodado luchador, incansable, siempre al servicio de la revolución, que no duerme trabajando por las causas del chavismo en la región. A Jheyson lo conozco desde hace unos veinte años, y compartimos duros momentos, terribles, en medio de los grandes conflictos que se presentaban con las turbas guarimberas de la ULA entre los años 2007-2009 (recuérdese que yo fui representante del ministro Luis Acuña ante el Consejo Universitario de la ULA, en momentos en que Jehyson era presidente de la Federación de Centros Universitarios). Su joven aspecto (todo lo opuesto a un pequeño burgués) revela en Jheyson un rostro cargado de penas, determinaciones y preocupaciones en plena acción. Jehyson, le mete el pecho a todos los multitudinarios problemas, y como un comprometido chavista está en todas partes (El Vigía, El Páramo, el Valle del Mocotíes, Los Pueblos del Sur,…), pero es, Señor Presidente, que las calamidades aquí son como la Hidra de Lerna, ese monstruo de mil cabezas, que cada vez que le corta una le brotan dos.
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Desde que perdimos la Gobernación, Mérida ha entrado en una postración caótica, y una de las causas es el impresionante problema de la gasolina que ha convertido a la ciudad en vórtice de permanentes ristras de carros, en colas, en todas sus avenidas principales. La gente se echa hasta tres, cuatro y cinco días con sus noches para poder poner gasolina, y aún así a veces no se puede. Mucha gente, puede decirse, vive únicamente para ver si algún día logra ponerle gasolina al tanque de su vehículo.
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De lo cual, la bendita naturaleza que es uno de los soberbios privilegios de este Estado no puede ser disfrutado por el turista. ¿Quién va a visitar a Mérida en ese estado tan grave de falta de combustible? El que se arriesgue visitar a Mérida en lugar de ir a La Culata, a Jají, a la Laguna de Mucubají o al Teleférico, le esperarán largas noches de vigilia en pavorosas colas dentro de sus carros, bajo el sol la lluvia (en estos tiempos huracanados). Todo esto, aunado al inevitable problema del bachaqueo en el que pululan grandes ladrones que le querrán vender un galón de gasolina en veinte o treinta dólares.
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Es terriblemente doloroso encontrarse en esas colas a endemoniadas filas de camiones cargados con verduras a la espera de que algún día puedan conseguir gasolina y así salir a vender sus productos y luego poder volver al campo, en un tormento tras otro. Porque apenas lo de la gasolina es uno de ellos, porque también está lo del aceite, lo de los cauchos, frenos y muchos otros indispensables repuestos...
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Añadido a este problema que encarece todo, está el del gas, que se ha vuelto bien caro y en el que miles de residencias sufren su ausencia. La gente, en grandes sectores de la población se disputa troncos y ramas de los árboles caídos para poder cocinar en fogones improvisados en patios y jardines. Cualquier ramita, leña, chamiza, resulta un tesoro. Yo me he vuelto un experto recolector de ellas en Los Pueblos del Sur…
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Como nunca, las calles de Mérida están destrozadas; calles y avenidas con troneras casi lunares. Con baches y huecos anegados de agua o de barro en las vías más transitadas, sin demarcaciones, con las aceras y paradas destruidas. Arterias vitales como la Avenida Los Próceres, la Avenida Andrés Bello, Las Américas presentan daños severos, sin contar que casi todas las aceras están pavorosamente enmontadas, prácticamente con las feroces e imparables maniguas comiéndose los pavimentos, porque para los adecos del señor Alcalde Alcides Monsalve como para y del señor gobernador don Ramón Guevara, Mérida no es algo que le atañe.
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Y agréguese la trágica y surrealista realidad, con esa altísima probabilidad, de que viviendo nosotros en un territorio altamente escuálido, pro-curero y pro-yanqui, en llegando otras elecciones para gobernadores y alcaldes, estos dos insufribles ineptos podrían volver a ser reelectos.
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Debo reconocer, no obstante, que se está cumpliendo en gran medida con la entregas de los CLAP’s y hay municipios como Arzobispo Chacón en los cuales, en medio de tan inmensas adversidades, los CLAP´s y las bombonas de gas se entregan cada quince días, religiosamente. Y una mención aparte merece el municipio Andrés Bello, donde gracias a la gestión del alcalde Ramón "Pipa" Rodríguez, la Azulita (Municipio Andrés Bellos) se ha convertido en un verdadero ejemplo de cómo apoyar las comunas productivas y autosustentables, a la vez que en la Azulita funciona a la perfección el programa "Venezuela Bella". Pero así y todo, entonces es complicado acceder a estos bellos parajes, dado el estado de las vías y el problema inconmensurable de la gasolina.
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Otro problema que con frecuencia se nos presenta, no menos grave que los otros, es los cortes de electricidad diariamente. Cortes de tres o cuatro horas que inevitablemente recrudecen multitud de problemas en los comercios, los trámites a nivel de servicios públicos y el incremento del caos que se presenta por esto en algunas estaciones de servicio de gasolina.