Se hace muy difícil concebir, la idea del "SER" margariteño sin el guayacán. Si uno se propone hacerse imágenes de la mujer margariteña, seguro que entre estas imágenes veremos a una artesana de sombrero, tejiendo crinejas. En esa imagen, hay toda una articulación histórica-natural. San Juan Bautista y la palma de dátil son una misma cosa. Nada más lógico y natural, que el Guayacán haya sido seleccionado como árbol emblemático de Nueva Esparta y nada más cercano a San Juan Bautista, que la palma de dátil sea su árbol emblemático. Cada casa margariteña tiene un guayacán en su frente o en el fondo y bajo la sombra de ese guayacán en las tardes, se tejen historias familiares.
Así como me luce casi imposible un ruptura entre el guayacán, Margarita y los margariteños, también se me hace difícil entender, el esfuerzo realizado por algunos municipios del estado Nueva Esparta con la finalidad de articular esta unidad histórica-natural, obviando situaciones que lucen como muy naturales.
Los árboles no son unos anexos que uno decide casi arbitrariamente adoptar o no. Los árboles como seres (y héroes) que son, forman parte de nuestro entorno y también sirven para identificarnos. Los árboles son como un dato que aporta elementos para nuestra configuración como pueblo. Verni Salazar nos los dice al introducirnos en libro de Emigdio Malaver González. "Los árboles emblemáticos (son) como un aporte para acercarnos a nuestro gentilicio" (2020)
¿A qué viene esta consideración?
Acabo de leer un nuevo libro de Emigdio Malaver González. "Epónimos y Árboles emblemáticos de los Municipios de Nueva Esparta", es un libro muy sencillo pero de un gran valor por su contenido y por el contenido que su lectura puede generarnos.
En la medida que lo iba leyendo se asomaban preguntas, dudas y reflexiones que por lo general, es lo que un buen libro siempre hace. Al leer un buen libro, uno tiene la oportunidad de producir paralelamente su libro o una versión de este buen libro que se lee.
Al leer "Epónimos y Árboles Emblemáticos de los Municipios de Nueva Esparta", su lectura me volvió a mi escuela Apolinar Figueroa Coronado y me dejó algunas angustias. Entendí, desde mi perspectiva, que pudo haberse cometido algunos errores al seleccionar los árboles emblemáticos para algunos de los municipios de Nueva Esparta o pudo (como posibilidad) escogerse árboles más integrados a la realidad de Margarita. Árboles más endémicos.
Me volví a la escuela porque aunque no me quejo de mis maestras, la lectura de este libro me confirmó la manera tan equivocada como se asumió y se asume los procesos de aprendizajes en nuestras escuelas. La escuela operó (¿y opera?) como un factor que nos desconectó y desconecta intencionalmente de nuestra realidad más cercana y se inclinó en su actividad para llenarnos del ejemplo que Caracas dio. Nuestro acercamiento con la historia fue "planificado" por la distancia. El Foco de esa historia fue el ejemplo de Caracas.
Pocos hechos nuestros (la Proclama de la tercera República, Batalla de Matasiete, Juan Bautista Arismendi, Francisco Esteban Gómez, Luisa Cáceres(*) de Arismendi) merecieron ser considerados por nuestra escuela. Anualmente en mi escuela se hacían representaciones de "A Cabildo" y de un Madariaga haciendo la señal del no. No recuerdo, que Santa Ana y la proclama de la Tercera República, pudo ser un hecho histórico para hacer una representación y cuando uno lee reseñas de ese importante hecho, se percata que en esta historia pudo haberse omitido al pueblo. Ahí aparecen visible, los margariteños Juan Bautista Arismendi y Francisco Esteban Gómez y esto probablemente no fue así. Hubo tal vez, otras figuras margariteñas que se opacaron.
Mi cercanía con Antonio Díaz (por ejemplo) llegó a través del padre Manuel Montaner. No digo, que en mi escuela no tuve la oportunidad de conocerlo. Recojo la idea, que no me fue muy cercano. Al leer esta obra de Emigdio Malaver, sentí que muchos personajes históricos margariteños nos fueron muy extraños o ajenos en la escuela.
Emigdio Malaver González también de una manera muy sencilla nos coloca frente a nuestros árboles emblemáticos municipales. Nada que cuestionar sobre las decisiones que fueron tomando los municipios. El Dátil y el mangle suenan como muy ajustadas a la dinámica del municipio Díaz y Tubores, pero sin interés de cuestionar la selección realizada, uno termina preguntándose: ¿Pudo haberse realizado una mejor selección?
La pregunta me permitió observar, lo que me pareció que pudo ser "muy natural" . La palma de coco, pudo estar ahí. No es fácil imaginarse a la isla sin una mata de coco. El cardón también pudo estar en esta selección, más cuando es un tipo de planta que vive y se mantiene muy naturalmente en la isla. Es una planta con el sabor del salitre, la resistencia del guayacán y la majestuosidad del mar. El mamey, no es un árbol que pueda observarse regado por el territorio de Nueva Esparta, no es menos que la Ceiba y es muy especial, porque como árbol con su fruto, no es muy fácil verlo en otra parte del país. Es muy difícil entender a San Sebastián de Tacarigua, como uno de los pocos lugares de la isla que produce su agua y en ese milagro; el mamey tiene su destacada importancia porque ayuda a que San Sebastián pueda sembrar su agua. El agua puede sembrarse. El mamey ayudan a ese proceso.
El yaque, el cují, el puy y otros tipo de plantas, que se sienten y reconocen, como más integrado a la nuestra condición, merecían ser reconocido.
Pulse el siguiente enlace para descargar el libro:
Emigdio Malaver González: Epónimos y Árboles Emblemáticos de los Municipios de Nueva Esparta (2020). Digitalizado por Producciones Vavos