Aunque eufemísticamente la apodan "primera ciudad turística y estudiantil de Venezuela", Mérida parece un lugar predestinado por Atila, Hitler, Bush y Goliat para ser blanco de la agresión de turistas sin escrúpulos y de ciertos estudiantes terroristas.
El carnaval en Mérida, aunque parezca mentira no sirve para divertirse con bailes, carrozas, comparsas y disfraces, sino para quitarse el antifaz fascista y desenmascararse tal cual se es (grosero, violento, inhumano, prepotente).
La avenida Las Américas -cercana a la plaza de tauromaquia, de tres Facultades de la ULA y de las sedes de la UNA y la UNEFA- fue tomada durante la feroz feria del sol para mostrar la máxima capacidad de violencia posible en seres de una irracionalidad que deja en pañales a las antiguas bandas carapálidas del Oeste norteamericano. Y no lo digo porque dicha avenida sea una permanente guarimba y polígono de tiro de los paracos que han invadido a Venezuela. Tampoco me refiero a los llamados "disturbios o manifestaciones estudiantiles" cuando son los encapuchados terroristas quienes se ensañan contra la ciudadanía indefensa que por desgracia necesita transitar por dicha avenida o, en la peor de las circunstancias, viven en las adyacencias del polígono paraco, donde sufren no sólo el despiadado bombardeo de los gajes policiales (perdón, gases lacrimógenos) sino de las "pedradas" de plomo de los paracos (pues, éstos basuqueros, impunemente, sin importarles un "pito" secuestran taxis, destruyen automóviles y apedrean viviendas vecinas a las Facultades de la ULA).
No. No hablo de este tipo de terrorismo paraco. Hablo del inhumano atentado contra el derecho a la cordura. Pues, -desde hace veinte años- Mérida ha sido asediada (sitiada) por otra forma de violencia: Durante la tristemente denominada "feria del sol o carnaval taurino de América" (da risa la cursilería de tanta pompa), día y noche, cinco días con sus noches (pero sobre todo de madrugada) la población vecina al campo bélico o polígono paraco de la Av Las Américas, tiene que calarse y soportar en carne viva la locura de quienes patológicamente celebran su ya enfermisa afición por "toreros y astados".
Sí, sí. La "enferiada" ciudad merideña fue atiborrada de caravanas de lujosísimos vehículos cuyos ocupantes (con las debidas excepciones) gastan en la feria los dólares que deberían pagarle a los psiquiatras amansalocos. ¿O es de seres racionales apoderarse de una ciudad cuya virtuosa cordialidad es mal compensada por el grosero, engreído y prepotente comportamiento de un turismo mal entendido? ¿Qué gana el turisteo taurino y váquico (de Baco y afines) con atropellar auditivamente y amenazar burlonamente a los ciudadanos que les reciben con sencillez cordial y buenos modales? ¿Por qué el turisteo taurino convierte la ciudad andina en bar o club para ingerir océanos de alcohol y otros "cocteles"? ¿Por qué el turisteo llena las calles merideñas de suciedad e insolencia, de ruido infernal a todo volumen, de basura (botellas rotas, latas vacías, pañales desechables, restos de comida? ¿Por qué el anárquico carnaval tauro-váquico trae a Mérida prepotentes cowboys que dejan la urbe hedionda a mierda y orines? ¿Es Mérida acaso el paisaje de las maravillas convertido en letrina pública? ¿Qué "divertida civilización" es esta horda abusiva que atenta contra la higiene mental de la ciudadanía merideña? ¿Quién o quiénes se lucran con tanta locura desatada? ¿Por qué, por ejemplo, cierran la calle que pasa por un lado de la Facultad de Humanidades-ULA e impiden el paso de los vehículos de quienes habitan esa calle o de quienes acuden a la emergencia del Hospital Sor Juana Inés, y convierten al barrio La Liria en estacionamiento-autopista exclusivo para enferiados taurinos disfrazados de cowboys? ¿Y los locos de carretera que afectados por el síndrome taurómaco de la velocidad insaciable transforman a Mérida en grand prix de automovilismo sin frennos? ¿Quién niega que después de la furibunda feria la ciudad de las nieves eternas siente náuseas ante la pestilencia a meado, chicuca y vómito?
Es que, durante los días de feria, los desperdicios dispersos por el polígono paraco (Av. Las Américas) dan la impresión de una debacle gastrourinaria. Es como si en mala hora cayese del cielo una lluvia de porquería para enlodar de excrementos la ciudad ingenua que el turisteo "vende" como lugar exótico, paradisíaco, idóneo para deslastrarse y destresarse de cualquier anomalía psicótica.
Y bienvenido el buen turismo. Por supuesto que es beneficioso viajar, conocer cualquier rincón del planeta. Y es que el buen turismo es sano e imprescindible para conocer a quienes también viven y pueblan este planeta. ¿Acaso no es ir y venir por el mundo entero la aventura humana más apetecida?
De acuerdo. Pero valerse de una feria para invadir una ciudad indefensa y aterrorizar a sus ya aterrorizados habitantes -con la agresiva violencia de una grosera conducta-, eso no es ni será jamás turismo, placentero viaje ni cordura. ¿O será que el enferiado turisteo patológico es parte del terrorismo que los paramilitares le han impuesto a la "primera ciudad turística y estudiantil de Venezuela"?
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