“Nos gustan las
respuestas sencillas. En vez de pensar sobre la estructura del sistema,
nos refugiamos en cuestiones morales”.
Slavoj Žižek.
1. La agenda pendiente
Aún cuando la conexión
de la ciencia con la economía continúa siendo una cuestión demorada
en nuestra agenda gubernamental, no es posible descuidar en el ámbito
de la discusión político-estratégica la necesidad urgente de pensar
en el conocimiento como factor de producción y de construcción social.
En el mundo actual,
la acumulación de capital producto de la simple producción de materias
primas – ni aún en medio de la burbuja financiera localizada en este
segmento que beneficia a los países de América Latina - no es capaz
de garantizar el bienestar y la seguridad social. Hoy, es el conocimiento,
la condición para obtener el capital necesario en la construcción
de un modelo económico.
Es por ello, que la
ciencia debe verse como un fenómeno objetivo, pero también como un
fenómeno político.
Un camino para que el
estado socialista pueda unir la ciencia con el pueblo, es que nos diga
cuánto valor agregado proveniente de la actividad en ciencia y tecnología
ha servido para aumentar nuestra actividad económica, o qué faltó
que impidió su incremento; cuál fue el aporte del sector exportador
manufacturero, de comercio y de servicio, en lugar de utilizar discursos
convencionales que justifican los éxitos o fracasos económicos por
los ingresos generados de la actividad petrolera.
Un país que se permite
– como sólo lo hacen países escandinavos, Estados Unidos, Japón
e Israel – de dedicar el 2,5% de su PIB al área de ciencia y tecnología,
debe estar conciente y preparado para obtener una retribución (tasa
de retorno) producto de su esfuerzo en apoyar la actividad de generación
de conocimiento. Nuestra inversión actual es mucho dinero calculado
por ejemplo contra el PIB norteamericano.
Cierto es, que nuestro
gasto debiera financiar una adecuada actividad científica nacional
que debiera causar un efecto positivo en la economía nacional.
El desarrollo de la
biotecnología en Cuba ha venido transformando desde hace 20 años las
capacidades científicas de más de 20 centros de investigación-producción,
con algo más de 10.000 trabajadores que han logrado generar cientos
de productos para el sistema de salud, de la misma manera este sector
viene destacándose como uno de los principales exportadores de bienes
tangibles. Datos recientes emanados del Ministerio de Ciencia, Tecnología
y Medio Ambiente (CITMA) muestran como Cuba para el 2010 a través de
sus centros de investigación y a razón de la exportación de productos
biotecnológicos con valor agregado, generó una cifra que supera los
60.000 millones de CUC, aproximadamente 68 millones de dólares.
Con la producción de
anticuerpos monoclonales, aplicables en el tratamiento de la anemia
y el cáncer y la producción de medicamentos como la eritropoyetina
recombinante, producida a nivel industrial para 300 millones de habitantes,
se despliega una estrategia de economía solidaria para responder a
las necesidades en el sistema de salud pública cubano y mantener una
relación comercial bajo el concepto de cooperación con países del
mundo, en especial con los de América Latina y el Caribe.
Hoy, no sólo el desarrollo
de la biotecnología cubana aporta al PIB, sino, que, además, apunta
a ser al igual que en China, el principal factor de generación de empleo
de carácter formal. Es de resaltar que estos resultados forman parte
de los 1.400 logros científicos que desde 1986 se incorporaron al desarrollo
social y económico de ese país.
Con respecto al PIB venezolano en ciencia y tecnología, Cuba invierte 5 veces menos (0,49%) y aún así ha logrado situarse a la vanguardia de tecnologías de producción de vacunas, logrando una erradicación importante de enfermedades; Brasil invierte el 1,7% de su PIB (1,47 veces menos que Venezuela) y es uno de los países líder en diseño de aviones de reacción y un productor importante en naranjas, café y soya, además apunta a ser una de las potencias en el mundo en el desarrollo de la nanotecnología. Costa Rica es otro ejemplo, invierte 6 veces menos (0,40%) que Venezuela y posee una de las industrias de tecnología de información más importantes en comparación con las que poseen países desarrollados.
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En el campo de la biotecnología
por ejemplo, nuestro país tiene mucho menos centros de investigación
que los ejemplos anteriores. En algunos casos, centros con más de 30
años de tradición; con importantes capacidades científicas y tecnológicas;
con un número de investigadores (mucho menor que Cuba) que vienen desde
hace tiempo desarrollando proyectos de investigación con aplicaciones
en las áreas de salud, agricultura, energía y ambiente, entre otras.
A diferencia de los casos anteriores, aquí no conocemos cual es el
impacto económico y social real de dichos proyectos, tampoco su efecto
en el desarrollo de nuevas capacidades científicas y tecnológicas,
que seguramente las hay.
2. Mucha plata
A partir de la Reforma
de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación nuestro gobierno
se ha propuesto recaudar para el 2011 una cantidad de 7.282.000.000,00Bs
que en dólares se corresponde a la suma de 1.693.488.000,37$ (casi
10% de lo que viene invirtiendo toda América Latina en Investigación
y Desarrollo: 18.000 millones de dólares).
El monto a recaudar
para el 2011 sería destinado a la actividad científica, de innovación,
formación de talento humano, fomento y desarrollo de los Comités de
Saberes y Producción. De acuerdo a las cifras que maneja el Ejecutivo,
si multiplicáramos el financiamiento de 200 a 1.700 proyectos de investigación,
sumáramos los 7.103 investigadores y los 590 innovadores beneficiarios
del Programa de Estímulo a la Investigación quienes han podido optar
al financiamiento de proyectos de investigación financiados por el
mismo programa (hasta la fecha 245 proyectos, equivalente al 14,41%
del total de proyectos esperados), añadiéramos el Programa de Proyectos
Estratégicos para las áreas de impacto del cambio climático, dinámicas,
tendencias y desafíos del desarrollo urbano y eficiencia energética,
que financia 92 proyectos por un monto de 125.056.596Bs; sería entonces
muy lógico y razonable pensar que la ciencia y la tecnología dieran
su aporte al PIB venezolano.
De acuerdo a cifras
de la RICYT, países como México, Cuba y Chile que tienen un gasto
de 0,36% a 0,75% de su PIB para investigación y desarrollo, han logrado
en algunas áreas de alta tecnología aportar al PIB, para el caso específico
de la biotecnología. De ello se desprende que la suma de 737.737.430,00Bs
recaudada hasta el mes de agosto de 2011 por el gobierno bolivariano
(equivalente a 171.566.844,00$), aún cuando ésta significa sólo el
10,13% del monto esperado a obtener en el mismo año, es muy superior
al gasto en ciencia y tecnología que hoy día tienen países centroamericanos,
caribeños y suramericanos.
3. Afinar el arte de mirar
Mientras que no existan
indicadores capaces de medir no el gasto, sino, más bien, el impacto
en el desarrollo de capacidades científicas, tecnológicas y socioproductivas
y el valor agregado generado, será cuesta arriba plantearse en el país
una política tecnológica y productiva para satisfacer las necesidades
de la población venezolana y sostener los esfuerzos que en este sector
se han intentado desarrollar.
Aún cuando los indicadores
de ciencia y tecnología son objeto de polémicas, ellos permiten visualizar
los aportes de la ciencia; la eficiencia de las políticas públicas,
la labor y el apoyo del estado y el desarrollo cultural y socioproductivo
de un país, pero también pueden visualizar la producción de bienes
y servicios creados por la actividad de conocimiento y por la alta tecnología.
Estos últimos dan cuenta de la capacidad de un país para desprenderse
de la producción de materias primas y diversificar la producción a
través de capacidades científicas y tecnológicas.
El esquema insumo-resultado-impacto de la investigación, el cual es utilizado para medir el efecto económico de la actividad de ciencia y tecnología, en cierto modo, permite visualizar la escala y la dirección de la producción de conocimiento, así como el conjunto de gastos administrativos que se generan, incluyendo al recurso humano involucrado en esta actividad; permite tener evidencias del valor agregado generado producto de los resultados obtenidos con su potencial aplicación económica y finalmente visualiza los posibles impactos en los ámbitos: social, medio-ambiental, socioproductivo y político.
Lo novedoso es que la relación
capital-trabajo-conocimiento puede reflejar el bienestar y calidad de
vida de la población y no simplemente mostrar el comportamiento de
la calidad de vida material, practica esta que se viene realizando todavía
utilizando sólo indicadores relacionados con el gasto y el ingreso.
También evita el simplismo de argumentar que los productos tecnológicos
que se generan y se distribuyen en la sociedad y aquellos que son utilizados
para infraestructura, son parte de los esfuerzos y logros científicos-tecnológicos,
cuando en realidad no se percibe ni se conoce el impacto y el volumen
que ello representa en las capacidades científicas y tecnológicas
endógenas. La experiencia de esto dice que, muchas veces, estos productos
tecnológicos nos hacen más dependientes.
Es necesario avanzar
hacia una agenda estratégica que incorpore indicadores de ciencia y
tecnología novedosos que permitan conocer el aporte del conocimiento
y el valor agregado que se genera en actividades como: agricultura,
ganadería, caza, pesca, industria manufacturera, electricidad, gas,
agua, construcción, transporte, comercio, comunicaciones, servicios
comunales y sociales e incluso el aporte en la generación de empleo.
De esta manera, podría
uno saber, por ejemplo, sobre el tratamiento que está dando el gobierno
desde el sector de ciencia y tecnología para combatir la escasez de
productos y por el otro reducir – según cifras de la prensa – los
13,05 millardo de dólares que se han gastado en el 2010 para la importación
de alimentos. Pareciera que acciones como las de expropiar tierras al
sector privado y la creación de la misión Agro-Venezuela para mejorar
la producción en distintos rubros de la actividad agrícola, pecuaria,
pesca y acuicultura no son suficientes, si al mismo tiempo no se incorpora
las capacidades de investigación-producción existentes.
4. No solamente lo comercial
Otro componente que
dinamiza la producción de conocimiento y potencia la productividad
son los procesos de transferencia tecnológica logrados mediante la
capacidad de asimilar, adecuar y difundir el conocimiento, en lugar
de la mala costumbre de sólo copiar y comprar tecnologías.
El intercambio comercial
más allá de ser una transacción de compra-venta de productos
y de relaciones de cooperación, debiera estar acompañado de la medición
estratégica de la “balanza de pago tecnológica” con la que es
posible registrar transacciones comerciales relacionadas con la transferencia
internacional de tecnologías y conocimientos.
Por lo tanto, habrá
que revisar cuál ha sido el estado de la balanza de pago tecnológica
creada por el intercambio comercial con alianzas estratégicas como
las de Brasil y Argentina. En el caso del primero, cifras del Ministerio
de Comercio e Industrias de Brasil muestran como para el 2010 este país
vendió a Venezuela un total de 3.853 millones de dólares en bienes
y servicios, mientras que Venezuela en el área pecuaria compró para
el 2009 la cantidad de 601 millones de dólares en bovinos vivos. Con
Argentina se viene experimentando un intercambio comercial por más
de 1000 millones de dólares, siendo los principales productos que este
país exporta: carnes, grasas, aceites y los productos lácteos.
De la misma forma habrá
que observar el intercambio comercial con los países de la Unión Europea
en donde resaltan productos de alta tecnología en el sector de maquinarias
y equipos para la industria, maquinaria y materiales eléctricos, equipos
de investigación para laboratorios, importación y ensamblaje de vehículos.
El intercambio comercial
debiera concebirse como una actividad capaz de promover las capacidades
productivas locales; que incluya explícitamente una estrategia de transferencia
tecnológica e innovación con la que se genere valor agregado, pero
bastante lejos nos encontramos de esto cuando vemos – según encuesta
reciente de Conindustria - como los industriales y la prensa nacional
reportan una mejora del sector para el 2011, sólo porque existió cierta
mejora en el acceso de divisas para la adquisición de productos.
Malas noticias!, no
se evidencia que más allá de la actividad de compra y venta, exista
un aumento de las capacidades tecnológicas y productivas del sector
industrial, a través del aprovechamiento del conocimiento endógeno
generado por las instituciones científicas y tecnológicas y con las
cuales se puedan generar bienes y servicios mejorados y adaptados a
las necesidades de la población.
5. Sin conocimiento “naiboa”
Cuando hablamos de la
soberanía tecnológica, algunos piensan que estamos a punto de alcanzarla,
otros más atrevidos ya la declararon.
Para minimizar nuestras
propias contradicciones que es labor del proceso de maduración de la
acción del estado y de las políticas públicas, habrá que ir haciendo
una retrospectiva de lo difícil que ha sido para nuestro país –
ya desde hace bastante tiempo - tener ciencia y crear con ella nuestras
capacidades científicas y tecnológicas. En esta ardua lucha llena
de antagonismos han aparecido otros más que pueden visualizarse en
las fracciones del pensamiento de ciencia y tecnología de la derecha,
con el nacional-desarrollismo conservador y el pensamiento de la izquierda.
Ambas en su sistema político-ideológico, han reconocido desde hace
más de 40 años (más de dos décadas después que los países desarrollados)
que la soberanía tecnológica posible estaría en el despliegue de
nuestras capacidades para valorar y fomentar la generación de conocimiento.
Sospecho, que nunca lo supieron hacer.
Nuestro estado debe
separarse culturalmente de la obligación de hacer el gasto de ciencia
y tecnología como “gasto presupuestado”. Conectar la ciencia con
los procesos productivos orientará la acción política y económica
a la inversión de conocimiento, condición indispensable para la generación
de una tasa de retorno. Para ello las instituciones generadoras de conocimiento
del país debieran desde hace rato estar mirando hacia la adecuación
de los resultados obtenidos por esta vía a “ciclo completo”, que
es la relación investigación-producto-proceso-distribución-exportación
fundamentalmente en la empresa estatal, pero teniendo en cuenta que
los resultados de investigación - incluso en el ámbito de la ciencia
necesaria o pertinente - son por definición un ámbito de resultados
desconocidos a priori.
La experiencia de otros países ha demostrado que el concepto de ciclo completo ha servido para amilanar diferencias de la cultura científica y productiva, y en consecuencia ha permitido acercar el trabajo de los investigadores con la producción;
se han podido visualizar
las implicaciones socioproductivas y comerciales de los productos que
se investigan desde el mismo momento en que se formulan los proyectos,
se han abierto espacios para una mayor valorización del conocimiento
acumulado y generado dentro de las instituciones científicas y finalmente
se ha internalizado el valor de la eficiencia dentro del ciclo completo
investigación-producción.
6. La verdadera inclusión
La Venezuela actual
debe encaminarse más allá de la voluntad política, a fomentar la
ciencia y atreverse a colocarla como base de la soberanía política,
económica y cultural, algo que tampoco sería posible, si antes no
se corrigen las deficiencias en el ámbito político-estratégico. Pero
tampoco esto sería viable con un Estado que no evalúa el aporte de
la producción de conocimiento al PIB; su política de inclusión social
a través de la capacitación y formación dentro del sector formal
de la economía y la reducción de la pobreza a través de la generación
y circulación de conocimiento.
En Brasil los segmentos sociales marginados se han visto beneficiados por el enorme poder de compra por parte del Estado para fomentar los “emprendimientos solidarios” que han logrado incorporar a casi 30 millones de personas a la economía formal. Con estos emprendimientos se ha podido utilizar buena parte de la tecnología convencional producida que no fue posible incorporarla al sector productivo público y privado. Según cifras recientes manejadas por la Universidad de Campinas estos emprendimientos no sólo generan el 1% del PIB de ese país, sino, que, además, ocupan al 1% de la población y tienden a aumentar 10% anual, lo que ha generado 15 millones de nuevos empleos formales que han permitido responder al crecimiento demográfico que se viene experimentando en ese país.
No obstante, la importancia
de fomentar y desplegar políticas públicas orientadas a la creatividad
y la circulación de conocimiento es fundamental para atacar dificultades
propias de la dinámica de la acumulación de capital. Un ejemplo, está
representado por los 33 millones de brasileños que si bien han sido
asistidos por el Estado a través de la Bolsa Familia, sólo el 18%
ha podido formar parte de los empleos de carácter formal, lo que demuestra
la necesidad de profundizar el desarrollo del recurso humano excluido
en una economía que considere el desarrollo socioproductivo, a través
de la valorización y socialización del conocimiento.
Estas serán las cuestiones
que también habrá que discutir y evaluar en las Redes Socialistas
de Innovación Productiva que promueve el gobierno bolivariano, como
parte de la política de innovación y producción. Bueno será conocer
cuánto de la inversión actual que supera los 30.000.000,00 Bs. ha
propiciado la inclusión del sector formal e informal a la actividad
productiva y cuál ha sido el efecto en la formación integral de quienes
la conforman y se benefician de ellas. Lo mismo habrá que indagar en
los programas orientados al desarrollo de los colectivos, comunidades,
consejos comunales y cooperativas que para el momento y para el caso
del Programa Estratégico de Investigación el estado ha invertido la
cantidad de 13.735.350,00Bs.
De la misma manera,
la Gran Misión Saber y Trabajo, programa que estima generar más de
dos millones 800 mil empleos en el período 2011-2019 y ser parte
de los proyectos de desarrollo estratégico del país como: la construcción
de 2 millones de viviendas para los próximos 7 años, infraestructura
ferroviaria que pretende garantizar 10.000 empleos y otros proyectos
de gran magnitud como la explotación de la Faja Petrolífera del Orinoco,
no tendrían sostenibilidad y correrían el riesgo de ser abandonados,
si se considera sólo como un instrumento para dar empleo a los excluidos
de la economía formal, en lugar de garantizar capacidades de formación
integral para el trabajo que debieran estar articulada con el fomento
de actitudes para el aprendizaje, la asimilación y difusión del conocimiento.
Estas acciones pueden ser muy bien delineadas en sectores como el de
infraestructura (viviendas y redes ferroviarias), dado que existen dentro
de su sistema técnico y de producción importantes nichos de aprendizajes
para la formación, actualización de conocimiento y mejoramiento continuo.
Se trata, de fomentar la relación capital-trabajo-conocimiento.
De acuerdo a la experiencia
de Brasil, si esto no se hace volverían al desempleo.
7. Cerrando
La retribución a los
esfuerzos que se quieren hacer para la inversión en ciencia y tecnología,
tendrá que confrontar ciertamente la cultura productiva de acumulación
de capital cimentada en la relación capital-trabajo, que no logra aún
escapar del rentismo petrolero y en consecuencia afecta la posibilidad
de poder conectar la actividad científica con la producción mediante
valor agregado.
Más difícil aún es,
lograr la creación de fuerzas sociales propulsoras que permitan avanzar
en este ámbito de transformaciones, sin una conciencia política y
social sobre el valor de la ciencia y la investigación para la existencia
y desarrollo de nuestra soberanía.
Así las cosas,
el estado debiera redefinir tanto su rol como lo que éste espera en
el ámbito de la ciencia. Parece claro, que lo revolucionario de un
nuevo pensamiento político-estratégico sobre ciencia no está en la
inclusión social y democratización del conocimiento de manera forzada,
en forma de decreto, sino, más bien, en una mejor distribución de
la ciencia con una institucionalidad abierta y con un estado capaz de
retroalimentarse de las políticas públicas construidas colectivamente
y como producto de nuevas formas y practicas de organización y operatividad,
acciones estas que ocurren en los actores e instituciones del sistema
científico y tecnológico nacional.
Tenemos algunos años
inventando como seguir acusando a la ciencia venezolana de burguesa,
narcisista e individualista pensando que su transformación y ajuste
a la visión programática del gobierno en cuanto a la economía y la
producción, tendrá necesariamente que superar primero lo ideológico.
Para que el estado interprete
mejor la ciencia en el socialismo tendrá que superar el trance ideológico
vinculado al tema de la investigación, es que este ha dejado de ser
una actividad constructiva y creativa y como consecuencia se ha desvinculado
de lo orgánico y funcional de la actividad de conocimiento. Otro efecto
es, que no se ha avanzado en una transformación de la cultura científica
ni de la estructura de funcionamiento del sistema de ciencia, tecnología
e innovación implementado históricamente en el país.
No hay duda que la política
científica y tecnológica debe aportar al PIB venezolano, pero para
ello será necesario que el Estado articule definitivamente la institucionalidad
y la gestión de educación, ciencia, tecnología y producción.
De lo primero, ya los
argumentos de que en la LOCTI 2005 las empresas anteriormente determinaban
la política científica del país, que las comunas no estaban incluidas
y asumidas como sujetos de la ley, que se valoraba más el trabajo individual
que el colectivo, que se mantenían intactas las estructuras de gestión
y que no se incentivaba los procesos de escalamiento para las innovaciones
tecnológicas, no serán ya excusas para que no se reflejemos en el
PIB el apoyo del estado a la actividad de conocimiento. De lo segundo,
sería un grave error considerar que la ciencia y la tecnología por
si mismas tendrán la opción de garantizar las condiciones para su
existencia.
Ahora bien, ningún
esfuerzo que nos permita conectar la ciencia con la economía en el
socialismo tendrá sentido, si antes no identificamos en su dimensión
las resistencias políticas; las deficiencias organizativas, programáticas
y operativas de las políticas públicas; la cultura tecnológica existente;
y la percepción social de la ciencia, incluyendo la del ciudadano de
a pie. Si esto no ocurre, da igual lo que el Estado gaste en ciencia
y tecnología; menos que menos debiera importar si eso tiene repercusión
en la estructura económica y en la cara que muestra un país que desea,
lo sigan viendo revolucionario.
Hay que debatir la agenda pendiente………………
*Investigador IDEA