La cara oscura de las redes sociales: Un análisis crítico de su impacto en la sociedad venezolana y global

Las redes sociales se han convertido en un fenómeno omnipresente que transforma radicalmente las dinámicas sociales, comunicacionales y psicológicas de la sociedad contemporánea.

En el contexto venezolano, esta transformación adquiere matices particularmente complejos, donde las plataformas digitales no solo reflejan, sino que también amplifican las profundas crisis sociales y políticas del país. Sin embargo, su impacto negativo en la salud mental, la cohesión social y el debate público es innegable, sobre todo en contextos vulnerables como el de nuestro país, las redes sociales exacerban problemas sociales y psicológicos, contribuyendo a la migración masiva del país, sin desvincular la responsabilidad de una gestión gubernamental deficiente, no podemos desvincular esta realidad.

Las redes sociales se han configurado como instrumentos que erosionan sistemáticamente el bienestar psicológico de los usuarios. La exposición constante a vidas aparentemente perfectas, logros destacados y momentos idílicos genera una dinámica tóxica de comparación social que alimenta sentimientos de inadecuación, ansiedad y depresión.

En Venezuela, este fenómeno se intensifica por el contexto de crisis prolongada, donde muchos usuarios utilizan las redes como ventana de escape de la realidad, pero paradójicamente encuentran más frustración al observar las experiencias de connacionales que han logrado migrar oaquellos que aparentan condiciones de vida más estables.

Las plataformas digitales se han transformado en poderosos mecanismos de control narrativo. Los algoritmos, diseñados para maximizar engagement, terminan por crear cámaras de eco que refuerzan perspectivas preexistentes y limitan la exposición a visiones divergentes. En el escenario venezolano, este fenómeno ha profundizado la polarización política. Las redes sociales se han convertido en trincheras digitales donde los diferentes bandos políticos no buscan el diálogo, sino la descalificación y anulación del otro, imposibilitando cualquier construcción de consensos.

En Venezuela, las plataformas digitales se han convertido en canales para la difusión de información, pero también para la polarización política. Los algoritmos priorizan contenidos que generan más interacciones, lo que a menudo significa que se refuerzan posturas extremas y se excluyen voces disidentes. Esto ha llevado a la creación de un ambiente donde la discusión racional se ve sustituida por enfrentamientos ideológicos, lo que no solo divide a la sociedad, sino que también dificulta la búsqueda de soluciones comunes a problemas apremiantes.

La velocidad de propagación de información en redes sociales ha convertido la desinformación en un arma de desestabilización masiva. Las fake news se expanden exponencialmente, superando cualquier intento de verificación o contención.

En Venezuela, este mecanismo ha sido particularmente dramático. La desinformación ha servido tanto para justificar políticas gubernamentales como para generar zozobra en la población. Los rumores sobre escasez, conflictos políticos o posibles intervenciones generan oleadas de pánico que terminan acelerando fenómenos como la migración.

Las redes sociales han jugado un rol fundamental en la crisis migratoria venezolana. No solo han funcionado como plataformas de información sobre oportunidades en otros países, sino que también han visibilizado las condiciones críticas que empujan a millones de personas a abandonar su territorio.

La combinación de narrativas sobre la crisis, testimonios de migrantes y la exposición de las deficiencias gubernamentales ha actuado como catalizador de los flujos migratorios. Las redes sociales han desmitificado el silencio oficial, mostrando al mundo la realidad venezolana más allá de los discursos oficiales. La rapidez con la que se difunde la información en las redes sociales puede contribuir a la desestabilización social. Durante las crisis políticas, como las protestas por la escasez de alimentos y medicinas, la desinformación se ha propagado rápidamente, exacerbando el caos y la confusión. Las redes sociales han sido utilizadas para convocar manifestaciones, pero también para difundir rumores y datos erróneos que pueden incitar a la violencia. En un país ya fracturado por la crisis, esto puede tener consecuencias devastadoras, llevando a un aumento en la migración, ya que las personas buscan escapar de un entorno cada vez más inestable.

La sexualización y el chantaje digital han encontrado en las redes sociales un terreno fértil. La normalización de contenidos íntimos, la presión por la hipersexualización y las dinámicas de manipulación emocional han transformado profundamente las relaciones interpersonales, nos imponen matices "sexuales" que rompen con los vínculos de una sociedad como lo es la familia, ya fragmentada, hacer ver lo incorrecto como correcto. Con escalas de valores bastantes viscerales y deformadas.

En Venezuela, este fenómeno se complejiza por las condiciones económicas precarias, donde muchos jóvenes ven en la exposición digital una posible salida económica, incrementando su vulnerabilidad.

Para contrarrestar estos efectos negativos, se proponen las siguientes estrategias:

  1. Educación Digital: Implementar programas comprehensivos de alfabetización digital que enseñen pensamiento crítico, verificación de fuentes y uso responsable de plataformas.
  2. Regulación Algorítmica: Exigir mayor transparencia a las plataformas sobre los mecanismos de recomendación y difusión de contenidos.
  3. Promoción de Espacios de Diálogo: Crear plataformas y metodologías que fomenten el encuentro entre visiones diferentes, más allá de la confrontación.
  4. Protección Psicológica: Desarrollar recursos y servicios de acompañamiento psicológico especializados en los impactos de la exposición digital.

Las redes sociales son un reflejo amplificado de nuestras complejidades sociales. En Venezuela, se han convertido en un espejo donde convergen crisis política, migratoria y comunicacional. La solución no está en la eliminación, sino en la transformación consciente de nuestra relación con estas plataformas. El desafío es convertir estos espacios digitales de fragmentación en herramientas de construcción colectiva, donde la diversidad, el respeto y la búsqueda de entendimiento sean los principios fundamentales.

No hay nada más excluyente que ser pobre.

P.D. En lo particular desinstale casi todas las redes de mi vida. Solo dejo WhatsApp e Instagram por cuestiones domésticas. Con esto pretendo incrementar mi salud mental y espiritual.



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Ricardo Abud

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en Union County College, NJ, USA.

 chamosaurio@gmail.com

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