Mito 1:
EE.UU. tiene un enorme déficit comercial con China que, en el 2004 ascendió a 162 000 millones de dólares.
Realidad: Hay dos errores básicos en esa afirmación: 1) casi la mitad del “déficit comercial” está conformado por las exportaciones que las Corporaciones Multinacionales Estadounidenses (MNC, en sus siglas en inglés) en China realizan al mercado interior de su país. 2) Lo que aparece denominado como China y EE.UU. es una ficción porque la transacción comercial tiene lugar dentro de una red mundial o imperio, en la cual el crecimiento de las exportaciones y los superávit comerciales corresponden a las MNC estadounidenses y el déficit comercial afecta a la economía doméstica de EE.UU. El método chino de cálculo del desequilibrio comercial no incluye las exportaciones de las MNC estadounidenses con sede en China a sus compañías en EE.UU.
Mito 2:
El imperio estadounidense se ha extendido con éxito debido a sus actividades militares —guerras, invasiones y equipos especiales para realizar asesinatos.
Realidad: En realidad, las guerras e intervenciones militares de EE.UU. han sido las armas menos apropiadas para construir un imperio —de lo que dan testimonio las prolongadas y costosas guerras en Iraq y Afganistán, así como la resistencia popular en Haití. Los avances imperialistas han ido por mejor camino a la hora de conquistar países a través de la menos costosa vía civil —intervención política, elecciones fraudulentas, organización y financiación de dirigentes de paja y de fachadas de organizaciones no gubernamentales, y sobornos a partidos políticos. Los casos de Ucrania, Georgia y Kirguizistán son ilustrativos. Otros éxitos anteriores incluyeron a Nicaragua y El Salvador en Centroamérica. En Sudamérica, la influencia económica, política e ideológica de EE.UU. y las alianzas estratégicas con supuestos partidos y regímenes de centro-izquierda han convertido con éxito a Brasil, Argentina, Bolivia, Perú y Ecuador en clientes libre-mercado del imperio.
Mito 3:
Los triunfales resultados electorales en la antigua Unión Soviética constituyen una reflexión sobre el creciente deseo popular de democracia y libre mercado.
Realidad: Todos y cada uno de los resultados electorales en la antigua Unión Soviética fueron organizados y financiados por funcionarios extranjeros que no habían sido elegidos, que ajustaban las agendas, elegían a los dirigentes y, consecuentemente, incorporaban a los nuevos regímenes a su órbita imperial. Las elecciones no tenían nada que ver con la democracia, sino que todo estaba referido a la construcción del imperio. La prueba de todo ello se ve claramente en la rápida privatización y transferencia de empresas públicas al capital extranjero, en la incorporación de los nuevos regímenes a la OTAN, y en el gobierno de una nueva elite política corrupta más interesada en el FMI que en el electorado.
Mito 4:
Asia es un poder global creciente que llegará a desafiar la supremacía global de EE.UU.
Realidad: Esta profecía simplista tiene numerosas e importantes grietas. En primer lugar, Asia no es un bloque homogéneo unificado —algunos países viven en crisis permanente (Filipinas, Birmania, Nepal, etc.…), otros están en conflicto entre ellos mismos, mientras que un tercer bloque ha suscrito alianzas con EE.UU. contra otros países asiáticos. India, Pakistán, Corea del Sur y Japón han firmado recientemente acuerdos económicos y de seguridad con el régimen imperial estadounidense. Corea del Sur y China están en conflicto con Japón por asuntos de aguas territoriales y políticas militares. Taiwán es de facto aliada de EE.UU. EE.UU. está jugando con éxito con India y Pakistán según le conviene. En segundo lugar, es asimismo importante tener cuenta que lo que normalmente se considera como poder económico chino en realidad son MNC europeas y estadounidenses ancladas en enclaves de la costa exportando de vuelta a sus compañías en Europa y EE.UU. Finalmente, EE.UU. ha extendido y profundizado en gran medida su presencia militar por todo el Sureste Asiático a través de numerosas bases militares en Uzbekistán, Kirguizistán, Kazajstán, Afganistán, Georgia e Iraq —con perspectivas de nuevas bases en Ucrania y Filipinas.
Mito 5:
La victoria del imperialismo estadounidense sobre el comunismo ha fortalecido la supremacía industrial y tecnológica de EE.UU.
Realidad: La derrota de los regímenes nacionalistas y comunistas ha llevado al rápido desmantelamiento de la industria estadounidense y a la continuada recolocación de empresas importantes de tecnología en la India y en otros países con profesionales cualificados que resultan baratos. De modo progresivo, la economía estadounidense se va convirtiendo en una economía de servicios compuesta, en la cima, por una elite de financieros bien pagada, artistas y banqueros inversores y, en la base, por una masa creciente de trabajadores del sector de servicios mal pagados, sin seguros, colocados en el comercio al por menor, restaurantes, hoteles, servicios de conserjería y trabajo de oficina. MNC estadounidenses importantes, como General Motors y Ford, se sitúan solo una muesca por encima del estatus de los bonos basura, mientras que todas las compañías aéreas importantes están en/o cerca de la bancarrota, con trabajadores convertidos en carne de cañón, salarios a la baja, ausencia de pensiones y de programas sanitarios para empleados y jubilados. Los economistas burgueses han argumentado que la recolocación y localización exterior de empresas de manufacturas en países poco desarrollados se vería compensada por un aumento de los empleos muy cualificados y de puestos de trabajo de servicios bien pagados en el sector de servicios de los centros imperiales. Se ha comprobado que esta idea era falsa: Las MNC se han movido a los países del Tercer Mundo para buscar personal muy cualificado del sector de servicios. En la actualidad, Microsoft, CISCO, Intel, Hewlett-Packard se han trasladado todas a investigar y diseñar en Bangalore, India, hogar de 150 000 ingenieros de software. Según el Financial Times (6 abril 2005, Pág. 4, Sección Especial) un total de 826 540 puestos de trabajo en el sector de la tecnología de la información, con un monto salarial por valor de 51 600 millones de dólares, fueron exportados por EE.UU., Europa y Japón a países subdesarrollados. En EE.UU., decenas de miles de ingenieros de software están en paro o trabajando a tiempo parcial como empleados bajo contrato.
Conclusión:
Paradójicamente, la derrota del comunismo provocó la recolocación del capital imperial, lo que a su vez ha producido la decadencia de las manufacturas domésticas y de las industrias de alta tecnología en los países avanzados. Mientras que el imperio y sus principales herramientas, las corporaciones multinacionales y los bancos, crecen y las bases militares proliferan, la economía doméstica se viene abajo, aplastada por deudas y déficit, empleo inestable mal pagado y poco cualificado y desempleo para los trabajadores y profesionales cualificados. El sector que aumenta con mayor velocidad en EE.UU. es la masa creciente de trabajadores del sector de servicios mal pagados que compiten con la cada vez peor retribuida mano de obra inmigrante. Los dirigentes del imperio económico y militar temen poco a las masas, que parecen preocuparse más por la muerte del Papa, por el juicio por pederastia a Michael Jackson, por las compras en Wal-Mart y por ondear la bandera que en oponerse al imperio que está destruyendo sus medios de subsistencia.
No hay duda de que el imperio estadounidense está todavía en expansión, que ha sitiado con éxito a Rusia y China, y que sus MNC han conseguido bajar costes e incrementar beneficios vía recolocación. La debilidad estratégica del imperio de EE.UU. está en sus fracasadas intervenciones militares y en la destrucción sistemática de su estructura productiva y tecnológica dentro de EE.UU. Mientras que la superestructura del imperio sigue creciendo, la base doméstica de la República se derrumba con rapidez; políticos demagógicos promueven el fundamentalismo místico religioso, el chauvinismo militar y la especulación masiva en el terreno inmobiliario. El imperio se derrumbará no por la competición con Asia o Europa, sino porque ha llegado a ser demasiado competitivo y ha destruido sus cimientos domésticos en el camino.
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández.
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