Obama, los “drones” y la “ética” norteamericana

Respondiendo a un libreto previamente elaborado, los legisladores norteamericanos (demócratas y republicanos) le plantearon a Obama que querían “entender la necesidad de realizar ataques dirigidos contra objetivos terroristas, y conocer los detalles de cómo elige personalmente los blancos de los aviones no tripulados (drones), y cómo se aplican sus órdenes hasta el momento ocultas”.

Esto ocurría en circunstancias en que ese mismo congreso norteamericano “pujaba” la confirmación de John Brennan como jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés). 

El Congreso pretendía, de este modo, estar haciéndose eco de las protestas callejeras que rechazan que ese siniestro personaje sea confirmado como tal. Pero pocos, como Brennan, pueden exhibir un currículum tan inmaculado y santo, de acuerdo con la moral judeo-cristiana de quienes manejan los hilos del poder mundial.

Brennan, tiene más de 25 años al servicio de esa tenebrosa agencia de espionaje, tortura y terror y ha sido su director ejecutivo. También ha sido director del Centro Nacional de Contraterrorismo durante la presidencia de George W. Bush. Es el cerebro y promotor de las “técnicas intensivas de interrogatorio” aplicadas bajo tortura en Guantánamo y en la red de cárceles secretas de la CIA en el mundo (como la de Polonia, que provocó una crisis gubernamental en ese país a raíz de las denuncias presentadas sobre su existencia). Es un veterano espía de la guerra de Viet Nam, y jefe de la estación de espionaje en Arabia Saudita desde donde EEUU dirige sus “drones” contra poblaciones tribales de Yemen, Pakistán Afganistán, Somalia; y, desde donde operó su agresión a Irak y Libia y ahora actúa sobre Siria pretendiendo su hegemonía sobre Oriente Medio.

Los “drones” son aviones no tripulados. Se han constituido en el arma preferida por los Estados Unidos para destruir ciudades enteras vinculadas con el Islam. Su uso permite atacar, desde distancias considerables, sin ser detectados, objetivos civiles en una suerte de “limpieza étnica”. Brennan es considerado el "cerebro" de este programa y es quien elabora la lista de objetivos para su “aprobación” por los think tanks del terror (la CIA es uno de éstos), y el “ejecútese” de parte del actual administrador de la Casa Blanca.

Con los “drones”, el terrorismo del Estado norteamericano evita desplazar tropas y enfrentamientos en tierra. En toda su historia de agresión y muerte, siempre que sus intentaron este tipo de enfrentamientos, salieron derrotados. Los ataques con “drones”, son dirigidos contra población civil y han ocasionado centenas de miles de muertos entre mujeres, niños y ancianos, en Medio Oriente, en África y en otros lugares del mundo.

Repitiendo el libreto de sus jefes, Obama y otros portavoces, han dicho que “estos ataques son legales, éticos y sensatos…  necesarios para mitigar las amenazas reales en curso, detener complots, prevenir futuros ataques y salvar vidas estadounidenses". Como si en Irak, Yemen, Pakistán Afganistán, Somalia, Libia, Siria habitaran yanquis o éstos formaran parte de sus territorios.

Se trata, sin duda, de la interpretación que el sionismo conservador”, dominante en la política norteamericana, otorga a la ley, la ética y la sensatez. Desde esta perspectiva, la gente, lejos de cualquier campo de batalla, son enemigos del Estado norteamericano y deben ser asesinados sin cargos ni juicio alguno. La CIA, se arroga la autoridad ilimitada para poner los nombres de tribus, pueblos y habitantes en las llamadas "listas para matar" sobre la base de pruebas secretas que los definen como “enemigos”. La legalidad de los EEUU establece, sin embargo, que fuera de las zonas de conflicto armado, el uso de la fuerza letal está estrictamente limitada por el derecho internacional y sólo puede utilizarse contra el grupo armado que participa directamente en las “hostilidades” contra los EE.UU (dentro de su territorio, se supone), y se deben tomar todas las medidas posibles para evitar dañar a civiles inocentes. Obviamente, esto no es sólo letra muerta, como lo es todo en el orden legal e institucional de ese país y de los que sirven a sus intereses, sino que se instrumentaliza a favor de la agresión y el expansionismo neocolonial.

Desde el punto de vista “ético”, se trata de una interpretación contraria a la vida, fundada en el resentimiento y en la satisfacción de encontrar enemigos en  quienes se oponen a las ideas de “libertad y democracia” fundadas en el mercado, el individualismo, el consumismo y el terror. Para los norteamericanos fundamentalistas, la “ética” es el mandato de buscar enemigos, de hacer la guerra, hasta con el pensamiento. Procurar la paz, es para éstos, encontrar nuevas formas de asesinar. Así, lo legal, lo ético, lo sensato, es crear enemigos a los cuales matar.

Para los judeo-cristianos y católicos que manejan el poder en y desde Norteamérica, lo “ético”, asumido como la moral de su religiosidad, es un mundo de esclavos donde ellos imponen el sometimiento, la obediencia ciega, la mediocridad; la idea de culpabilidad y de pecado. Se trata de la moral contraria a lo elevado, noble y singular que representa lo árabe, lo persa. Lo que los norteamericanos pretenden es la destrucción de los valores del mundo antiguo, de la cultura que representan sus pueblos. 

La “ética” que arguyen los norteamericanos, sustenta el genocidio. Es sinónimo de intolerancia. Esto es histórico, pues cuando los extremistas puritanos invadieron el territorio norteamericano, convirtieron su religión en un arma ideológica que combinaba con la fuerza militar para la destrucción. El exterminio de las poblaciones originarias y luego su expansión por el mundo, apoyado en el mito de la predestinación, se logró a punta de rifles, cañones, tanques y, ahora, de “drones”. De hecho, la moral judeo-cristiana norteamericana que vertebra la destrucción del mundo árabe y musulmán, no sólo ha perdido a su Dios, sea unitario o trinitario, sino que se ha convertido en el peor poder vulgar, cruel y corrupto. Su maniqueísmo de lo bueno y lo malo, es contrario a toda tolerancia genuina.

En este contexto, si alguien imaginó que el premio nobel que se le otorgó a Obama era por ser un hombre noble y de paz, identificado con su raza, se equivocó. Lo fue por ser el peón soberbio e insolente que cumpliría al pie de la letra las órdenes de quienes lo digitaron para ejercer  el gobierno del país que acusa los más horrendos genocidios de la historia de la humanidad.  Todo, con el santiamén de la institucionalidad creada para tal fin: la ONU.

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Rubén Ramos

Sociólogo y educador peruano, postdoctorado en Filosofía, Política e Historia de las Ideas en América latina por la universidad del Zulia-Venezuela

 ruby_7872@yahoo.es

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