Estos tiempos de abusos sin medida por parte de los EE.UU. nos hacen evocar aquellos en los cuales el mundo pudo evitar la tragedia y no lo hizo al costo de decenas de millones de muertos. Dos hombres y dos gobiernos tuvieron la oportunidad de levantar su voz y no lo hicieron, sus propios pueblos pagaron una alta cuota de sangre y lágrimas.
Veamos: A partir de 1932 la actitud bravucona de Adolfo Hitler hacia presentir el desastre. Neville Chamberlain, primer ministro inglés, y Eduard Daladier, jefe del gobierno francés, tenían en sus manos la posibilidad de evitarlo. La maquinaria propagandística alemana, dirigida por el doctor Goebbles demostró ser un arma efectiva y paralizante. Neville Chamberlain volvió el 30 de septiembre de 1938 a Londres luego de una reunión con Hitler afirmando: “Creo que a nuestra época le ha llegado la hora de la paz” ¡Válganos Dios, esto a meses de desatarse la gran conglagración! El resto lo conocemos todos. La segunda guerra mundial con todos sus horrores se abatía sobre la humanidad. Pudo más el temor, el rastrerismo y la complacencia ante el poderoso que la dignidad y la razón.
Hoy, cuando vemos la complicidad por acción u omisión de los gobiernos y dirigentes más significativos del mundo no deja de causarnos escalofríos la repetición de las mismas cobardías. El asesino Barak Obama (premio nobel de la paz para más ironía) junto a la camarilla genocida y fundamentalista que gobierna en el país más poderoso del planeta luce desbocada, fanfarrona y arrogante ante una dirigencia mundial paralizada, miedosa y alcahueta. EE.UU. encadena una tras otra agresiones sin el menor pudor. Consciente el imperio gringo –como en su tiempo lo estuvo Hitler- de que nadie diría esta boca es mía. Reitero que se está imponiendo la práctica suicida y cobarde de que esas amenazas son para los “otros¨ o bien mezquinamente esperando las migajas que caigan de la mesa luego del banquete del león. Algunos piensan que nunca les tocará a ellos. Igual pensaban los líderes europeos en 1938. Sólo que el monstruo no satisfizo sus ansias de poder y sangre y pronto fue contra ellos mismos ¿Habrán olvidado tan pronto los pueblos de Francia e Inglaterra lo que pasó con la Línea Maginot? Parece que sí.
EE.UU es una amenaza mortal para toda la humanidad. Eso lo saben bien las potencias económicas del planeta. EE.UU posee un despliegue militar gigantesco junto a una visión estratégica clara. El resto de países que bien podrían hacerle frente no lo hacen por complicidad o por falta de arrestos. Personal militar estadounidense está presente en 135 países de los 192 que integran la ONU. Los países que no tienen presencia militar directa están en el radio de acción para actividades de los grupos de acción rápida del imperio. Nadie en este mundo escapa a la posibilidad de un ataque preventivo conforme a la nueva e inmoral doctrina de guerra de los EE.UU.
A esta inaceptable presencia militar EE.UU añade una presencia menos violenta pero abrumadora. De las 600 grandes corporaciones transnacionales (más bien supranacionales) del mundo más de la mitad es estadounidense. El dominio en el ámbito de la tecnología de la información, las finanzas y la industria militar es aún más aplastante. Un dominio menos visible pero no por ello menos eficiente. Las decisiones de los organismos multilaterales financieros dependen todas de la opinión de Washington. Del mismo modo, es en Washington donde se elabora la lista de estados terroristas según su conveniencia y también se decide que obras pueden construir los estados, por ejemplo, de Latinoamérica. El viejo sueño de una ruta que uniría al Perú con Brasil a través de la Amazonía fue suspendida por decisión de Washington. El FMI o el Banco Mundial obedecen a mandatos directos de la Casa Blanca y esta a su vez al complejo industrial militar.
El poder mediático está casi en su totalidad bajo la dirección de Washington. El gobierno estadounidense dirige la agenda noticiosa de las grandes agencias internacionales de la información. Igual ocurre con la inmensa mayoría de los grandes medios de comunicación escritos, radiales o televisivos. En esta forma la Casa Blanca decide a cuales noticias dar cobertura y seguimiento y cuáles deben ser ignoradas. Cualquier gobierno renuente a los mandatos de Washington paga el alto precio de la constante fabricación de noticias creadas en los laboratorios de guerra mediática controlados por el Imperio. A esta feroz violación del derecho humano a la información han añadido la creación de organizaciones no gubernamentales (ONGs) encargadas del control de calidad de la democracia, la corrupción y los derechos humanos en todo el planeta, todas ellas o casi todas financiadas para tal fin por el gobierno de EEUU. Ser señalados por ellas como violadores o como fieles cumplidores de estos paradigmas lo decide la Casa Blanca. Así se convierte una democracia legítima en terrorista y una dictadura grotesca en estado democrático. Un terrorista en “disidente” y un demócrata en terrorista.
Desde estas enormes empresas mediáticas llegan hasta los pueblos del mundo los mensajes propagandísticos inscritos en el plan de dominación universal del monstruo. No hay duda, los pueblos deben defenderse ya que los gobiernos de esa entelequia que llaman “comunidad internacional” no lo hacen ni lo harán. Hay demasiado lacayismo y miseria. El imperialismo estadounidense es el enemigo real más grande de todos los pueblos del mundo. Un imperialismo real y genocida. Un imperialismo que -salvo los ejemplos de la heroica Cuba, de la Venezuela Bolivariana y ahora de los países de la ALBA cuenta para sus propósitos con el silencio cómplice de casi todos los gobiernos del planeta. Unos por identidad ideológica, otros por pusilanimidad manifiesta y otros por un temor que los paraliza. Al final, sólo los pueblos podrán salvarse a sí mismos. Para los venezolanos la hora está clara. Hay que enfrentar al imperio con la fuerza de la moral. Alzando la voz. Denunciando y poniendo en evidencia, con todos nuestros medios y fuerzas, la inmoralidad del imperio y sus apañadores en esta mala hora para la humanidad.
¡HA LLEGADO LA HORA DE LOS PUEBLOS!
¡PUEBLOS DEL MUNDO UNÍOS!