El pan y circo de los romanos fue cambiando con el pasar de los siglos.
Hoy yace ante nuestros ojos magistralmente maquillado.
Lo que fue el coliseo de aquellos tiempos, lo observamos hoy en diferentes modalidades.
En el Norte es el beisbol y en el viejo continente y nuestra América es el futbol.
Y los trúhanes pasados, son los mismos que hoy día, (tal vez sin que muchos quieran admitirlo).
En otrora, las casas de apuestas como los casinos, eran administradas por la mafia en los EEUU, y el emporio de lo prohibido comenzó en Las Vegas a ser legalizado, donde hoy nos dicen que dicho lugar es el glamor de nuestros tiempos, convirtiendo la estafa en los fastuosos sitios de “distracción” como los llaman hoy día.
Es tanta la avaricia de estos mafiosos, que no existe sitio que no sea corrompido por los mismos.
Y el capitalismo salvaje hace acto de presencia…
Políticos y jueces comprados de las maneras más inverosímiles.
Todo tipo de apuestas, donde la casa lleva una ventaja mínima de 20 a 1 en relación al apostador.
Hoy somos testigos como han penetrado en todos los deportes ante la mirada cómplice de autoridades en todas sus modalidades, porque los casinos lo sienten como poco, antes las nuevas variedades del presente.
El deporte dejó de ser tal, para convertirse hoy día en la codicia de todo tipo de trúhanes.
La mayoría de los deportes, son acondicionados sus fictures de juegos a conveniencia de dichas mafias.
Hoy podemos apreciar que los futbolistas se han convertidos en máquinas de jugar casi todos los días, ante la mirada cómplice y sumisa del mandamás de dicho deporte, como lo es la FIFA.
Ya los juegos no son solo los fin de semanas como antaño, cada fecha de torneos en cualquier país comienzan los viernes, para continuar los que nos tenían acostumbrados, sábados y domingos, añadidos a los mismos los lunes y a veces juegan también los martes.
Miércoles y jueves liga de campeones y copa Europa en el viejo continente, como Libertadores y Sudamericana en nuestro cono Sur, obligándolos a jugar a veces hasta tres veces a la semana, por la suma de los mismos.
En los campeonatos mundiales de selecciones, aumentan la participación de los equipos, para que los juegos se multipliquen.
Y para más desparpajo, somos testigos como los equipos más populares del mundo, lucen en sus franelas y casacas el nombre de las casas de apuestas como el caso del Real Madrid el equipo más popular del mundo, con su Bwin hasta hace pocos días, que después de años resolvieron cambiarlo, tal vez por ventajas económicas.
En el beisbol los hacen jugar todos los días y con ello llegan las lesiones, lo mismo que en el deporte rey, el tenis, el baloncesto, etc., etc., etc.…
Tratando siempre que los equipos llamados favoritos jueguen en días separados, para que las chances hacia el apostados disminuyan y los riesgos para las bancas sean lo más reducidas posibles, en unos juegos que están inventados para que los apostadores se vean obligados a jugar varios juegos a la vez, para que lo ganado valga la pena y siempre terminan perdiendo por que se caen en alguno de ellos.
Lo que indirectamente crea mayor adicción, por aquello de “me caí en uno solo, estuve cerca”.
En el futbol, se desvirtúan las competencias, porque entre otras cosas, los grandes equipos se nutren cada temporada de más del doble de atletas (aunado a que siempre son los mejores, pagados a cualquier precio) en comparación a los llamados equipos pequeños (poco dinero disponible, para invertir en jugadores he infraestructura), lo que nos lleva siempre a que las opciones para ser campeones sean disputados siempre por los equipos más poderosos del mundo (económicamente hablando), para repetir año a año, los mismos nombres de los terminan en primer lugar.
O sea, torneos que no son tales, sino una repetición de títulos logrados por la fuerza de los billetes.
Y si a ello le agregamos partidos amarañados, deportistas, jueces y árbitros comprados, que en conjunto a todo lo antedicho, en el coctel preferido de la avaricia y la lujuria.
Y el capitalismo exhibe orgulloso sus nuevas modalidades de descomposición de lo que llamábamos “buenas costumbres”, y logran que todo lo que tocan se vuelva ñoña.
El deporte en sí, con su pasado romántico, si se quiere, expiro hace ya mucho tiempo.