¡El joropo se viste de yanqui!

En la farándula el carnaval es permanente y el espectáculo impone el disfraz. Por eso -durante el reality show de la Feria carnestolenda del Sol- recordé a muchas de las personas que en mis viajes por México, Guatemala, Salvador, Honduras, Costa Rica, Nicaragua, Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay, etc., me hacían comentarios sobre aspectos generales de nuestro país. 

De todo, sin embargo, en aquel largo viaje realizado en tres etapas, me preocupó que algunas personas tuviesen dudas o datos tergiversados sobre Venezuela y que al referirse a nuestro país resaltaran sólo lo que la oposición ha pregonado: es decir el reiterado libreto antivenezolano que llega al exterior a través de la prensa antibolivariana... Claro, no es este el tema central de este artículo, aunque hoy nadie niega que la mayoría de periódicos y emisoras de radio y de televisión -encabezados por Canal Narco Nasal, CNN- difunden una Venezuela que poco se corresponde con la realidad; pues obviamente se trata de una incesante campaña traicionera contra la Patria Bolivariana y como lo comprobé en mis viajes, el enemigo externo-interno se vale de mentiras con careta y verdades con antifaz.

Y si enfatizo en algo tan cotidiano e insólito es porque una de las imágenes más desagradables (que en el exterior producen preguntas capciosas) es, por ejemplo, el hecho de que la mayoría de quienes en Venezuela cantan música llanera visten como los vaqueros del Oeste norteamericano...

¿Acaso los yanquis cantan joropo? me preguntaban ingenua o irónicamente en aquellos países vecinos, circunvecinos y caribeños de nuestra América Latina. 
Cualquiera podrá pensar a priori y en este instante que se trata de un mal chiste o de una broma "folklórica".

Pues no... Y para aclarar las cosas cordialmente, en el debido momento, durante mi viaje, desmentí enseguida aquellos comentarios: Entre otras cosas dije que los más grandes exponentes venezolanos de música llanera (Indio Figueredo, Catire Carpio, Ángel Custodio Loyola, Adilia Castillo, Magdalena Sánchez, Carrao de Palmarito, Eneas Perdomo, Simón Díaz, entre otros maravillosos cantautores) siempre han usado liquiliqui, sombrero de cogollo o peloèguama y alpargatas -per se el vestido típico más popular en la región llanera. 

Pero, meses después de mi largo viaje por Nuestra América, durante la parodia llamada "Carnaval taurino de América", encontré una respuesta que desenmascara la realidad. Y cuando de carnaval se trata, a las mentiras hay que quitarles el disfraz (máscara e indumentaria) de la apariencia... 
Es necesario decir entonces, en este momento, que salvo las debidas y respetables excepciones, casi todos los locutores-animadores-moderadores-presentadores (?) de la radio y de la televisión en Venezuela -sobre todo los dedicados a "difundir" música vernácula y "amenizar" las ferias locales-, desconocen, manipulan, tergiversan y confunden conceptualmente términos básicos como folklore (por ejemplo, para ellos la palabra antañón es polisémica y sinónimo "genérico" de criollo, típico, autóctono, nativo, vetusto, colonial, nativismo, costumbrismo regional, nacional, nacionalista, popular, etc., etc). 

En el uso incorrecto de estos conceptos omiten características intrínsecas del Folklore, pues -desde que en la revista Ateneo, 1874, William Thoms utilizó por primera vez dicha palabra y Arístides Rojas la dio a conocer en Venezuela a finales del siglo XIX)- Folklore indica una autoría anónima, colectiva, y lo verdaderamente folklórico pasa de generación a generación a través de la oralidad. Por eso suena ridículo y hasta obsceno cuando un moderador de los llamados "programas de música criolla" dice, por ejemplo: ¡Y ahora, del folklore venezolano, escuchen la canción XX del compositor XX", palabras más, palabras menos. 

Y es que, por otra parte, si le ponemos atención auditiva "al ritmo, tiempo y estilo" (como dicen los moderadores), muchas de las canciones que ellos describen o clasifican como genuinamente venezolanas, de verdad suenan como corridos, baladas-rock, "música country", vallenatos, rancheras o boleros -pero con arpa, cuatro, maracas y bajo eléctrico. 

Claro, no faltará quien me apabulle con lugares comunes diciéndome con arrogancia cacadémica que en la música las influencias son compartidas e inevitables, por aquello del sincretismo ecléctico característico de la postmodernidad y... Por supuesto: no lo decimos para denigrar ni un milímetro de la maravillosa música producida en cualquier país del planeta Tierra (tampoco pretendo convertir mi comentario en una severa y pedante crítica cacadémica -usual por cierto, a veces, en esos espectáculos de la farándula donde muestran lo que en el exterior se divulga). En esta ocasión no se trata del fondo sino de la forma... 

Y lo que hasta ahora he dicho es sólo para irle respondiendo por partes a la ya internacional pregunta capciosa...
Porque de pronto aparecen respuestas vinculantes que a su vez repreguntan, por ejemplo: ¿Por qué los cantantes de música folklórica de otros países siempre utilizan un atuendo o vestuario autóctono, típico, apegado a la usanza vernácula de sus respectivas regiones? ¿Por qué en cambio hay aquí cantantes de música venezolana que visten como los sherifs y cowboys de las novelas de Marcial Lafuente Estefanía? ¿Cuántos cantantes de música llanera parecen disfrazados de rangers de Texas? ¿Sería que en ellos caló profundo el vestuario cinematográfico de Red Riders, Roy Rogers, Llanero Solitario y todos los Ringos del western made in USA y del llamado western espagueti? 
Lo cierto es que el sombrero texano, la camisa de cuadros o con estampados y arabescos (incluyendo el pañuelo amarrado al cuello, la hebilla con cuernos o revólveres Colt 45, el bluyín y las botas labradas), durante décadas, fueron el traje estereotipado del cowboy gringo y del también desalmado carapálida que por racismo y etnofobia perseguía y por igual mataba indios y búfalos en el lejano Oeste yanqui. Ése era el monotema en las películas vaqueras, muy de los años cincuenta, sesenta y setenta.
 
A veces uno ve a cantantes de joropo y no sabe si están disfrazados de vaquero, pistolero o de desalmado carapálida... ¿O quién olvida que esta moda vaqueril entró a nuestro país desde los años sesenta, en la vigésima centuria? ¿O no fue en los sesenta y setenta del siglo XX cuando las fiestas patronales de los pueblos de Venezuela fueron modificadas para "modernizarlas" hasta convertirlas en "ferias"? ¡Y las "ferias" venían con su "enlatado cultural" incluido, y la tauromaquia costaba una taurovaquia (pues había que hacer vaca para entrar a las corridas)! Y con ese remedo del rodeo norteamericano entró también el motocross, la droga, la miniteca. Fue entonces cuando en los toros coleados comenzó a penetrar el rodeo norteamericano que en Venezuela impuso el traje de vaquero gringo... 
 
De hecho, por influencia alienada, en las ferias o enferiamientos se imita la figura del vaquero y el espectáculo musical propio de Texas. Es cuando las ciudades, calles, parques y plazas de nuestro país se convierten en pueblos del viejo Oeste norteamericano, con todo y caballería, pero en vez de escuchar charleston, música country o sones de Kansas city vemos a cantantes disfrazados de cowboys cuasiyanquis interpretando música típica del Llano venezolano. 

Y yo pregunto, ¿por qué todo el que quiere cantar música recia (llanera) se viste de cowboy gringo? ¿Por qué durante la feria carnavalesca andina, calles, avenidas y plazas son convertidas en simples apéndices de la "lidia" (las corridas de la taurovaquia) que a la vez se ufana del "mejor cartel"? 

Claro, amigo -me contestará un Billy the Kid cualquiera-, es que la monarquía y la conquista siguen vigentes y Estados Hundidos nos sigue colonizando (hasta en el perfume).

Lo lamentable -le respondo a Billy The Kid- es que, mucha gente, sobre todo personas muy jóvenes, creen que tu traje de vaquero pistolero es el atuendo típico del cantor de joropo. Y es que no puedo imaginarme al Indio Figueredo, Catire Carpio, Ángel Custodio Loyola, Eneas Perdomo, Carrao de Palmarito, Simón Díaz, Adilia Castillo, Magdalena Sánchez, Gualberto Ibarreto, Hugo Blanco, Oscar Martínez, Carlos Almenar Otero, Mario Suárez, Néstor Zavarse o Juan Vicente Torrealba, vestidos como tú o disfrazados de John Wayne, Roy Rogers o de aquellos Ringos, Yangos y Rajayangos que tantas masacres genocidas protagonizaron en las pantallas del western espaguetti y del cínico cine norteamericano.

* Escritor surmerideño.

 



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Amable Fernández

Escritor surmerideño.

 amablefernandezs@gmail.com

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