Siryana y la voracidad imperialista por el Petróleo
¿Qué tienen que ver la última película de George Clonney y Matt Damon con el petróleo venezolano? Todo. Se trata de una pieza fílmica que todos los venezolanos deberíamos ver para entender mejor qué ha pasado en nuestro país durante los últimos años. Cualquier parecido con el golpe de Estado en Venezuela no es pura coincidencia, es el modus operandi de la CIA (Central de Inteligencia de los EE.UU.) en los países petroleros.
Con Siryana encontramos una película poco convencional para el tradicionalísimo cine de Hollywood, en el que tramas paralelas se engranan para develar lo que todos los venezolanos aprendimos con desesperación, honda preocupación y sufrimiento con el golpe de abril de 2002 y durante el mal llamado “paro petrolero” que no fue otra cosa que un sabotaje insurreccional patrocinado por EE.UU. y que acarreó 18 mil millones de dólares en pérdidas para Venezuela.
Siryana nos muestra el crudo orden global del imperialismo, en el cual existen la soberanía, la autodeterminación de los pueblos y los Derechos Humanos como discursos de doble moral. Según esta lógica, unas naciones estaríamos llamados a ser marionetas con el valor de uso que nos asignen, mientras otras estarían llamadas al disfrute irracional de los riquezas globales y a controlar, abusar y expoliar los recursos de las naciones del Sur.
La película nos confirma que la ignorancia de los pueblos petroleros, la pobreza de sus economías, la falta de un gobierno con verdadero sentido de la potencialidad de la nación es una situación que conviene al imperio norteamericano, consumidor voraz de 12 millones barriles diarios de petróleo y productor de menos de la mitad de su consumo, dispuesto a asesinar, ejecutar guerras, violar las leyes internacionales por el control de los yacimientos.
En nuestro país la CIA apoyó el golpe contra un gobierno democrático y soberano, mientras que en Siryana la CIA evita que un príncipe árabe con la determinación de invertir sus valiosas riquezas petroleras en el desarrollo de su país, insurja contra un gobierno entreguista y cooptado por los “supremos” intereses del imperio norteamericano, confirmando que no todo golpe es necesariamente reaccionario.
El mensaje de Siryana es claro, EE.UU. y su CIA quiere que seamos simples habitantes de un país portátil, sin visión ni grandeza, porque así cumpliríamos dócilmente con el rol de país suministrador de materia prima, sin contestar los métodos de captación de la gerencia petrolera y mecanismos expoliadores del petróleo como los aplicados en Venezuela durante la IV República a través de los convenios operativos, las mal llamadas “Asociaciones Estratégicas”, los pésimos negocios de la internacionalización, la tercerización de actividades medulares, la casi eliminación de la regalía petrolera y la evasión flagrante del impuesto sobre la renta, etc.
La trama también se cruza con el tema del terrorismo y la racionalidad del débil que se inmola para destruir unas instalaciones petroleras que sólo traen beneficios a una élite corrupta y a los países consumidores. Siryana nos plantea que el terrorismo por absurdo y condenable que sea, no debe impedirnos el necesario ejercicio de entendimiento interpretativo sobre sus causas y naturaleza.