No se trata de una bravata más, que nadie se equivoque. Esta vez, el peón obediente de los diferentes lobbies que componen el gobierno norteamericano ha lanzado una advertencia gravísima contra el proceso revolucionario venezolano.
El señor Obama lo dice con todas las letras: “Venezuela es una amenaza extraordinaria para la seguridad de EEUU”, y tras cartón anuncia más sanciones a las que ya venía aplicando el gobierno del norte. Esto quiere decir que no les basta con alimentar con millones de dólares a la oposición golpista, que no puede hacer pie en las urnas y genera -cada tanto- acciones violentas y desestabilizadoras. Tampoco parece alcanzarles con la descomunal guerra económica descargada durante todo el año 2014 y lo que va de este período, generando desabastecimiento, desfase descomunal entre el dólar y el bolívar, incentivando el contrabando mayúsculo con la ayuda de sus cómplices colombianos, y tantos otros artilugios para asfixiar a la población venezolana.
Esta vez, quienes manejan el establishment estadounidense le hacen decir a “su” Presidente que como Venezuela es una amenaza, Estados Unidos deberá defenderse de la misma. No hace falta ser muy imaginativo para leer entrelíneas lo que están dictaminando: en función del “peligro chavista” podría producirse un ataque de gran escala contra los que EEUU considera sus “enemigos peligrosos”.
Sabemos muy bien cómo mienten los gringos para impulsar invasiones brutales contra otros países. Pero además, ante la falta de excusas, son activos “generadores de climas” destituyentes que terminan en el desarrollo de acciones invasivas de gran escala contra naciones que desentonan con su forma imperial de pensar. Ya lo hemos visto en los últimos años en el Medio Oriente y ahora lo estamos observando en las maniobras desarrolladas en Ucrania para acosar a Rusia. Arman mercenarios como el Estado Islámico, cooptan gobiernos para que colaboren con estos últimos, construyen más y más cárceles clandestinas para torturar a sus prisioneros, acuden por último a atentados de “falsa bandera” cuando los creen necesario para sembrar el terror en determinadas circunstancias. Todo eso y mucho más es producto de la avaricia imperialista.
Por lo cual, estos dichos actuales de Obama no deben ser tomados a la ligera. Están apurando la carrera, saben que si no lo hacen, poco y nada podrán esperar de una oposición a la que ayudan monetariamente pero en el fondo desprecian por su inutilidad. Además perciben que a nivel de sus aventuras golpistas, han topado con el muro construido por la Inteligencia bolivariana y la férrea unidad de sus Fuerzas Armadas. Es en función de esa realidad que el dueño del circo parecería estar dispuesto a dar licencia a sus payasos y pasar a actuar como protagonista.
Por lo tanto, si Obama dice que la Revolución que reivindicamos todos los latinoamericanos y caribeños es una “amenaza”, nosotros no nos podemos quedar de brazos cruzados observando cómo, cualquier día de estos, Venezuela se convierte en las últimas horas de la Panamá de Torrijos. Toda prevención es poca, toda solidaridad es indispensable. La de la UNASUR, el ALBA y la CELAC, pero también la de los pueblos. Tener conciencia que si lo intentan, si un buen día de estos, como ya hicieron con Iraq, Afganistán, Somalia, Libia, Siria y tantos otros rincones del Tercer Mundo, los yanquis deciden inventarse un escenario para “verse obligados” a intervenir con sus marines, o a generar una situación de crisis tal, que desestabilice superlativamente al gobierno legítimo de Nicolás Maduro, debemos exigir a nuestros gobiernos romper relaciones de inmediato con los Estados Unidos. Es hora de terminar con las hipocresías de que si lo hacemos se viene el Apocalípsis.
Ser solidarios con Venezuela hoy no se resuelve con declaraciones, sino con hechos concretos. Boicoteando los productos norteamericanos, paralizando -a través de la acción sindical conjunta latinoamericana-, sus barcos allí donde estén, de la misma manera que se hizo con la Sudáfrica racista. Generando un clima regional en que el territorio que ellos piensan mancillar se les puede convertir en un tembladeral.
Con Venezuela nos la jugamos todos y todas, porque quienes hoy han utilizado a Obama como vocero para amenazarnos, no dudarán en aplastar nuestras frágiles democracias. Si dudamos en que ante un ataque de envergadura no caben paños tibios, sino mostrar los dientes y proceder con patriotismo para defender cada una de nuestras agredidas soberanías, estaremos en graves problemas.
Las cartas están echadas. De un lado, el Imperio y sus aliados locales. Del otro, el pueblo de Venezuela Bolivariana y su Revolución, que es decir, los pueblos de Cuba, Ecuador, Bolivia, Argentina, Chile, Nicaragua, y todos aquellos que se animen a no dejarse pisotear por la bota prepotente de quienes gobiernan en Estados Unidos.