Los halcones, pensadores, planificadores, genios, politólogos y sabihondos que rodean a Obama y a todo aquel, que como él, se apoltrona en la sala oval de la Casa Blanca, por lo menos por ahora, para decirlo como aquél que nunca debió morir, porque le estaba vedado hacerlo, deben estar meditando qué hacer o decir para llegar con la frente en alto de verdad, sin fingimientos, a la Cumbre de las Américas, para que la derrota que allí les espera no sea como esas que hacen salir “arrastrando la cobija”. ¡Algo hay que hacer para salvar el honor! Pero también para satisfacer a quienes se oponen al gobierno del presidente Maduro en el territorio nacional, quedados sin voz y viendo como el gobierno, con todas las dificultades que ha venido enfrentando, habiendo estado en inferioridad de condiciones o combatiente que no atina a sacar los golpes con el ritmo y la precisión debida, toma aliento y se reconforta con la inesperada ayuda que aquellos que, pese sus reconocidos méritos y capacidades, no están exentos de cometer errores garrafales.
“Cuando creyeron quizás que se cansaba su brazo”, para decirlo como aquel poema de Tomás Antonio Potentini para El Libertador, el gobierno con la catapulta que se escapó a Obama, con eso de un decreto que no es suficiente calificarle de absurdo y aberrado, se levantó o irguió y aprovechó la oportunidad para ponerse al frente del pueblo de Venezuela ante a un gesto que hiere profundamente su dignidad. El venezolano más ecuánime, honesto y esperanzado, asumió como subliminalmente las calamidades que hemos vendido atravesando porque, esto es muy elemental, son insignificantes ante la soberanía, la ofensa que implica ese decreto y la rabia que despierta una amenaza real de invasión o agresión de cualquier naturaleza. Quizás los gringos hasta pasaron por alto aquello que solemos decir “a la familia con razón y sin ella” y con su torpeza, porque fue una torpeza, pese las cartas que tengan bajo la manga, solamente consiguieron amalgamar a los venezolanos. Ahora podemos entender el significado y valor para la revolución cubana de las invasiones y derrotas gringas en Bahía de Cochinos y Playa Girón; pero ellos, los gringos por soberbios, nada aprendieron.
El gobierno, esta vez sobradamente más hábil y perspicaz que la oposición, ha utilizado el desliz o garrafal error de Obama para mover ampliamente a la gente, invitarle a firmar contra aquel deleznable gesto gringo, invitación que hemos aceptado con la debida disposición de quienes hemos sido inquebrantablemente antimperialistas y venezolanos cabales, y hasta movido alegremente la opinión nacional e internacional a través de los medios.
Las colas y el bachaqueo, generados por la guerra económica; las dificultades que esta genera en todos los estratos de la sociedad, como la escasez y la superlativa inflación; los enredos de la política cambiaria que cada día parecen ser más patéticos, todo eso pareciera haber pasado a un segundo plano. Hasta las diferencias y contradicciones en el frente bolivariano o chavista, pudieron haber descendido o ceder paso, como les corresponde, a la contradicción fundamental, la lucha contra el imperialismo y por la soberanía.
La oposición por su parte, sufrió un impacto tal que se dividió o por lo menos quedó como inhibida ante la “insensatez de Obama”, si es que puede ser insensato quien de todas maneras dispone de la fuerza para imponer sus “razones”. A aquella, al reaccionar sólo se le ocurre bajezas peores que las anteriormente cometidas, como esa de propagar la falsa información del rapto masivo de niños.
Cuando nos acercamos a un proceso electoral de significativa importancia y todavía los venezolanos no habíamos experimentado suficientemente los efectos de una obligada y hasta estridente “devaluación”, aunque se le llame con un eufemismo, Obama y sus “geniales” asesores intentando lograr un efecto que nunca sabremos cómo y bajo cuáles circunstancias concibieron, dan un paso que ha permitido al gobierno edulcorar o aminorar el trago amargo de las medidas económicas, con una protesta justa, bien fundamentada, en el honor nacional.
Cuando Obama y sus halcones anunciaron la nueva estrategia frente a Cuba, marchaba al mismo ritmo el golpe de Estado o lo envuelto en la llamada “Transición” para sustituir ilegalmente al presidente Maduro. Las dos medidas o proyectos nacieron como mellizos. Con el golpe en Venezuela se equilibraba el efecto adverso producido en Miami y la reacción que allí se aglutina contra lo anunciado con respecto a Cuba.
Por eso, a mediados de febrero la Casa Blanca anunció con clarines y bambalinas que Obama acudiría como general vencedor a la Cumbre de las Américas. Allí, según sus torpes cálculos, porque los gringos no están exceptuados de ser torpes, estaría Cuba satisfecha de lo acordado y las ofertas que ellos se cuidarían de hacer y un nuevo gobierno venezolano. Recordemos como se corrió la voz que a finales de este mes, el cual por cierto agoniza, el presidente Maduro sería sacado de Miraflores. Pero esta última parte del plan les falló y quizás por esto mismo, Obama optó por tomar directamente el comando de la conspiración contra nosotros y sacó de la manga la carta de la injerencia directa. Este desbordarse, por supuesto, también obligó se pusiese de manifiesto la firmeza y valentía del gobierno cubano en el momento de manifestar su solidaridad con Venezuela.
Casi finaliza marzo, pasó lo que tuvo que pasar, ALBA, UNASUR, OEA, los países no alineados, el G-Más China, la mayoría de los pueblos y gobiernos del mundo y, hasta para sorpresa de todos, el cardenal Urosa, rechazaron la injerencia vulgar de Obama en nuestros asuntos.
Ahora, con razón, es obligado, solo hablamos de firmar, como ya este escritor lo hizo, para que Obama se trague su decreto, tuiteamos sin cesar #ObamaDerogaDecretoYa y #VenezuelaEsEsperanza, nos unimos con sobrada razón, porque es una vital razón, contra las amenazas imperialistas y le entramos de lleno a las venideras elecciones como si estuviésemos exactamente donde nos sugirió Chávez que deberíamos estar.
Todo esto revela que la política es muy complicada. No es una práctica sencilla y vulgar como muchos creen, tanto como para que cualquier pendejo, inocente y hasta originalmente humilde criatura pero de ego gigantesco, crea que puede ser diputado porque pegó bastantes lecos y caminó tanto como quien se entrena para los juegos olímpicos. Jura y perjura que sólo es asunto de lealtad, mientras otro decide.