La situación en Venezuela es crítica. Nunca antes la patria había sido atacada tan salvajemente y nunca antes hubo tanto traidor que impulsara y festejara semejante atropello contra nuestro pueblo.
La ambición por la tajada que los gringos le ofrecen a los líderes de la derecha venezolana, convirtió a estos en unos de esos monstruos que devoran a sus propios hijos.
Lo niegan, pero todos sabemos que lo que ocurre es parte de la estrategia orientada a tener niños famélicos, enfermos sin oportunidad de sanación y jóvenes. Ellos son parte del daño que causa Dólar Today, de la muerte y la violencia de las guarimbas, del acaparamiento, especulación, contrabando y escasez.
Sin embargo, no nos vamos a quedar en este tema, a esos apátridas ya bastante líneas les hemos dedicados. Preferimos apelar a una frase, que desde nuestro punto de vista, debería orientar el accionar de nuestro gobierno y de nuestro pueblo: "Cuando soplan vientos de tempestad, algunos construyen refugios para esconderse. Otros construyen molinos para aprovechar su fuerza"
La crisis que paso a paso ha planificado e impulsado el gobierno norteamericano, representa un gran peligro, pero al mismo tiempo pudiera ser la gran oportunidad para crecer a lo interno, diversificar nuestra economía, lograr la independencia agroalimentaria y hacernos libres y soberanos.
A cualquiera podría lucir exagerada la afirmación anterior, pero estamos convencidos (y por eso insistimos una vez más en el tema) que Venezuela seguirá siendo dependiente y pobre mientras no obtenga soberanía e independencia alimentaria.
Para entrar derecho al asunto porque es largo, proponemos la creación de la Gran Corporación Agropecuaria de Venezuela.
Dejemos de lado el impulso y financiamiento de la producción agropecuaria individual, en la cual no existe planificación nacional, tecnología, aprovechamiento óptimo de los recursos y mucho menos la visión humanista de que el alimento no es una mercancía sino un derecho.
Convirtamos al campesino en un obrero de una gran empresa y al mismo tiempo en un socio de la misma a través de su participación accionaria en función de la cantidad de tierra, animales y recursos que aporte.
Busquemos un socio internacional que aporte recursos y tecnología para crear entre los tres socios (el Estado, los dueños de la tierra y el socio internacional) una empresa mixta de clase mundial.
No es imposible lograr el retorno al campo. Si a través de la Misión Vivienda construimos en las tierras de la mencionada empresa campamentos como los que construyó la industria petrolera en sus inicios (en San Tomé, Anaco, Cabimas, Lagunillas y otros) y los dotamos de sus clubes, clínicas, escuelas y campos deportivos; crearíamos unos condiciones de vida que sumadas a un salario decente serían un enorme atractivo para miles de venezolanos (allí está como ejemplo la inmensa cantidad de solicitudes de empleo para trabajar en la Faja Petrolífera del Orinoco Hugo Chávez Frías).
Una empresa como esta que tenga tierras, trabajadores, socios e infraestructura (campamentos, oficinas, etc.) y donde se planifique en función de las características de los suelos, de las condiciones climáticas, del interés nacional, de la genética, de la tecnología disponible y se oriente con paso firme hacia la industrialización (si producimos maíz debemos producir harina, hojuelas, aceite y otros productos) es lo que desde hace muchos años debimos haber hecho.
Aún estamos a tiempo y la Asamblea nacional Constituyente puede marcar la pauta.
Grandes ventajas le vemos a esta propuesta (perdonen la inmodestia): generaríamos empleos, podríamos desplazar grandes contingentes de seres humanos hacia las regiones productivas, cambiaríamos las condiciones de vida del campo y sus habitantes, podríamos a corto plazo lograr soberanía alimentaria, ahorraríamos divisas e incluso podríamos generar las mismas.
Por último, nos colocamos a la disposición de cualquier constituyentista o funcionario del ejecutivo que desee que ampliemos las explicaciones que una cuartilla nos impone.