Una vez dije que aquella calificación hecha por Francisco Pividal, según la cual Bolívar era “precursor del antimperialismo”, era inadecuada, puesto que no se podía ser anti de algo inexistente. En el pequeño círculo donde dije aquello, la mayoría, dentro de su cabeza, armó su cadalso, me ató una soga al cuello y me retiró el soporte de los pies. Lo comprendí en las miradas y los cuchicheos cargados algunos de sonrisas irónicas. Los más discretos callaron con lo que dieron como inapropiado mi juicio. Esos mismos personajes más tarde, volverían a reaccionar ante mi supina ignorancia, al cuestionarles que, en reunión de historiadores americanos del siglo XX, siguieran caracterizando al mundo por aquellas edades que atendían al orden europeo e ignoraban a América, tanto que, al conectarse ambas culturas, había entre ellas un enorme desfase, tanto que el mismo Marx se enredó cuando intentó interpretar a Bolívar.
Aquel libro de Pividal, habla del empeño del caraqueño inmortal de unir América, como un acto derivado algo así de una como premonición de lo que en exactitud sucedería. Bolívar sólo sabía lo que estaba aconteciendo, como que mientras las grandes culturas y hasta potencias nacientes como EEUU, hallando a nuestras naciones liberadas del yugo español, dispersas y débiles, con sus prédicas del liberalismo económico y el viejo mercantilismo, nos mantendrían para siempre en la sumisión y pobreza. Y haber diagnosticado aquello en su mundo fue no solo una proeza, sino una muestra que, era eso que Rafael Correa dijo al enjuiciarle, “capaz de mirar a través de los siglos y por encima de las montañas”.
Pero…¿ aquella sentencia en la Carta de Jamaica, “Los Estados Unidos parecen destinados a plagar a América de miseria en nombre de la libertad”, más sus intentos, como reunir un Congreso latinoamericanista en Panamá, lo que le llevó al comentario que sería eso como “Corinto para los griegos”, ¿sirve para llegar a la conclusión que estaba previniendo la llegada del imperialismo? ¿Esto es verdad? ¿Cuál fue, en esencia, su propuesta, la envuelta en la convocatoria al Congreso de Panamá? Veamos.
Las naciones “antes españolas”, para decirlo como Bolívar, que esté liberó y las que no, pero trató de unir, estuvieron sometidas a un modelo de sometimiento totalmente ajeno al imperialismo, sencillamente porque este no había nacido. No se les controlaba mediante la inversión o traslados de capitales a las nuevas colonias y dada la independencia política, lo económico siguió en los mismos términos, pues hasta el esclavismo se mantuvo vivo.
Europa invade a América, distorsiona el desarrollo de estas culturas de distinta índole, como desde aquellas de “alto crecimiento”, como lo eran las del sedentarismo, la vida en comunidad, existencia del Estado y otras instituciones como escuelas y hasta religión formal, trabajo colectivo, especialmente en el área agrícola, donde los productos del trabajo se repartían en función del trabajo, incluyendo al Estado y la iglesia, a manera de compensar sus roles y hasta “derechos divinos” y donde los ancianos gozaban de particular atención. Pero también las nómadas, recolectoras y pescadoras, sin Estado, sino un liderazgo que emanaba de las relaciones cotidianas.
Europa genera eso que Darcy Riveiro llamó “el desface”, como un tren descarrilado que embiste a otro, por un lado, lo saca de la vía y destruye para generar, por la vía de la imposición, de la fuerza física y la alienación, nuevos valores y relaciones. Como lo de generar la propiedad individual, la explotación del trabajo de individuos dentro de colectividades e implantar una nueva forma de Estado y crearlo donde no lo había. Y lo que es peor, imponerles a comunidades con miles de años de existencia un nuevo Dios y religión, antes extraños y ajenos.
Tras de eso vino el mercantilismo, la explotación del trabajo en grandes magnitudes, apropiación de riquezas incalculables que les eran ajenas, la colonización, con el traslado de población de los países conquistadores a los espacios conquistados, para garantizar el control, volviéndola propietaria de riquezas ajenas y gobernantes. Y, más tarde, introducir a la fuerza, la cultura africana, sometidos sus hombres a la esclavitud. El uso de estas nuevas culturas, incluyendo la invasora, sus descendientes y espacios, como mercados de las mercancías elaboradas en Europa, con materia prima americana comprada barata y hasta apropiada indebidamente. Esto fue lo que conoció Bolívar en su niñez y juventud y luego vería y conocería en detalle lo relativo al Liberalismo Económico y el “laissez faire, laissez passer”, dejar hacer, dejar pasar, abrirle espacio, facilidades a las economías poderosas, con abierta ventaja y determinando a los débiles a la pobreza eterna. Una “libre competencia”, donde la mayoría de los competidores tenían pies y manos amarrados. La bonanza colonial apenas alcanzaba a los mantuanos y otros pocos, originarios de Europa y acá agentes del imperio pertinente.
¿Qué quiso decir Bolívar con aquello que “El congreso de Panamá sea para nosotros lo que el de Corinto para los griegos”? En el Congreso de Corinto, Filipo II, jerarca de Macedonia, logra unificar a los griegos para crear un imperio que llegará a su máxima extensión y fuerza, con Alejando Magno, hijo de aquél. Por supuesto, la extensión de ese imperio, conllevó al sometimiento y explotación de otros pueblos y culturas. Pero hubo algo en esto muy significativo, en el imperio macedónico no existió la esclavitud.
Bolívar, lo que propuso fue una alianza, entre lo que él solía llamar las “antes colonias españolas”, nuestras naciones independizadas, exclusivamente, para enfrentar la pretendida continuación del dominio y cautiverio, mediante las leyes del liberalismo económico y la libre competencia, y romper el esquema en el cual nuestros países sólo debían seguir siendo suministradores materia prima, con mano de obra esclava, a las grandes potencias de entonces, entre las cuales ya estaba EEUU. Su intento está dirigido a fomentar una unificación que lleve a la formación de una nueva potencia con capacidad competitiva, por eso hizo alusión a Filipo II de Macedonia, la unificación de los dispersos pueblos griegos y predice el rol de EEUU con respecto a nosotros.
Mientras Bolívar anda en aquella prédica, meta ambiciosa y pertinente, en el Paraguay, Gaspar Rodríguez Francia, concibe una idea, en cierto modo en contrario, cerrar las fronteras de su país, donde entonces gobernaba, bajo un régimen autoritario y una economía autárquica, destinada a producir y vivir de sus propios recursos sin relacionarse con el mundo exterior. Y digo, en cierto modo en contrario, porque se trata de impedir la explotación y abuso del capitalismo europeo y el nuevo estadounidense cerrando sus fronteras y negándole su mercado. Haciendo la salvedad que, dada la característica de aquella propuesta, la cimentó en un régimen dictatorial. La propuesta de Bolívar tiene mayor fuerza competitiva, sustento, por su disposición a unir mercados y fuentes productivas en nuestro espacio.
En “Las venas abiertas de América Latina”, Eduardo Galeano, hace elogios a los logros de aquel gobierno autoritario y dictatorial y hasta Roa Bastos, quien no dejó de ser un profundo crítico de aquel régimen, en su trabajo literario, novelístico como “Yo el supremo” y “El hijo del hombre”, no obstante le reconoció por su labor en favor de la independencia de Paraguay, incluyendo lo relativo a la economía; dado que impide entonces la intromisión en territorio paraguayo de las grandes potencias del mercantilismo y liberalismo económico.
Ya avanzado el siglo XX, Lenin emerge con el diagnóstico de la economía mundial, que lo lleva a hablar de la etapa del imperialismo, que no es sólo un concepto político sino una caracterización económica. Ya la etapa de los países potencias dedicados a extraer materias primas de los débiles y usarlos exclusivamente como mercados consumidores de sus mercancías terminadas, ha venido quedado en el pasado, en determinada medida.
Lo que Lenin llamó imperialismo está referido a una etapa del crecimiento y desarrollo de la economía mundial con rasgos totalmente diferentes donde predomina la exportación de capitales, en busca ya no sólo de extraer materias primas sino, también aprovecharlas en el mismo espacio donde ellas se hallan, junto a mano de obra barata que se forma y especializa a lo largo del rápido proceso, para transformarlas en mercancías, en beneficio de ese capital externo que se multiplica, fuga y al mismo tiempo, usar ese mismo espacio en consumidor de aquellas y exportarlas según el criterio, el de ventajas comparativas. Y este imperialismo, llega incluso a una etapa, donde se produce aquello de “la imbricación de capitales”, fenómeno mediante el cual, de países como Venezuela, capitales privados acumulados, dada la complicidad del Estado, lejos de invertirse en el país que los produjo, en complicidad y acuerdo con el modelo mundial, se trasladan en sociedad con otros, a espacios diferentes. En este modelo, la nacionalidad misma queda desdibujada, lo que no niega que el modelo pueda arraigarse con fuerza en determinados países que le sirven de sustento, fuerza para su subsistencia y permanencia. Por lo anterior se dice que el capital no tiene nacionalidad.
La propuesta de Bolívar, no tiene nada que ver con un imperialismo inexistente, sino contra el modelo mercantil, colonialista existente y destinado a generar una potencia nueva, de conformidad a las concepciones y operatividad de entonces, que se pusiese a tono y en actitud competitiva con las grandes economías de aquel momento.
No obstante, lo que he dicho, no niega ningún valor al Libertador, quien intentaba liberarnos de manera absoluta del dominio colonial, del cual nunca salimos dada la fuerza del capital mercantil, la estrechez de nuestros mercados, sometidos a aquella división, la ausencia de una clase audaz y creativa que aquél acompañase y no aquella que lo combatió hasta la muerte.
Bolívar fue el gran libertador y el generador del sueño de la unidad americana, que generase un gran mercado, una economía poderosa, que nos liberase del control de las grandes potencias de entonces. El imperialismo era inexistente, apenas estábamos en la era mercantil y del liberalismo económico, el laissez faire, laissez passer, de la extracción de materias primas y la venta de mercancías producidas en el mismo espacio de los amos del capital. ¿Es pertinente llamar a Bolívar "precursor del antimperialismo”? ¿Su propuesta, en el fondo no significa exactamente la creación de una enorme y nueva fuerza territorial, política y económica que evitara que Estados Unidos nos usase como su “patio trasero"? ¿No es esto bastante para la gloria de Bolívar? ¿Hace falta apelar al imaginario para resaltar sus glorias?
Es cierto que hay coherencia entre su planteamiento y lo que hoy todavía reclama América Latina para mantener su soberanía, pero la historia es como es y lo que acontece, dentro de un marco real y específico, no da lugar a dudas, si a poesía, pero de eso ya se encargó Pablo Neruda.
Haber dicho esto, no es con la intención de restarle ningún mérito a Bolívar, pues he sido y soy un bolivariano de toda la vida y, para decirlo de manera coloquial, “a contrapelo”, sino como un intento de contar la historia tal ella es, creo es, y al caraqueño inmortal, no le hace falta le endilguen gestos y méritos infundados, su grandeza no genera ninguna duda.