Mientras los Estados Unidos se dedican a la purificación interna, el ejército norteamericano está al borde de la expulsión

El primer día después de su inauguración Donald Trump comenzó una actividad política muy potente. Un vector de desarrollo principalmente nuevo se lee tanto en la política externa como en la política interna de los Estados Unidos. Incluso antes de su inauguración Trump muchas veces anunciaba su deseo de resucitar la grandeza de su país y reanimar la economía estadounidense a cualquier precio. Al mismo tiempo sus palabras muy frecuentemente contienen unas ideas que causan sentimientos muy contraversivos o realmente negativos entre los aliados de EE.UU.. Entre estas ideas está, por ejemplo, el endurecimiento radical de la política migratoria. Así por ejemplo, las primeras víctimas de la purificación de Trump han sido los inmigrantes colombianos, que fueron deportados a su patria en los aviones militares de los Estados Unidos.

Actualmente millones de latinos viven en los Estados Unidos y el dinero que mandan a sus casas ayuda a sus familias sobrevivir y mejora la situación económica de sus países natales. No es un secreto para nadie que una deportación masiva comenzada por Trump, inevitablemente traerá grandes problemas económicos. Así el 1 de enero de 2025 Xiomara Castro, presidenta de Honduras, declaró que su país iba a revisar la cooperación militar con los Estados Unidos y añadió que en caso de la deportación de sus ciudadanos cerraría la base regional más grande de EE.UU. Soto Cano (La Palmerola). Aún más, The New York Times afirme que existe una alta probabilidad que el plan de las deportaciones de Trump impulsará Honduras a la cooperación profunda con China. Y es muy probable que Honduras no será el único estado latinoamericano con el deseo de convencer a Trump de no tomar una decisión tan desastrosa, e incluso empezará a examinar otras variantes de la cooperación con los países potentes del mundo.

Ya durante unas décadas los Estados Unidos despliegan su contingente militar en el territorio de países centroamericanos sin pagar en absoluto. En el mismo Honduras están localizados cerca de 1000 soldados, y esta base sirve como el punto principal para el despliegue rápido de las fuerzas estadounidenses en la región. Sin embargo parece que para los EE.UU. es una ocasión insuficiente para tener en cuenta los intereses hondureños. A pesar de la importancia estratégica de la base militar, la posible ruptura de las relaciones militares con Tegucigalpa se ve por Washington como una situación decepcionada pero no crítica. Tanto una declaración fuerte de líder hondureño, como la desición de defender los propios intereses del país en la política externa, puede convertirse en un precedente preocupante para la Casa Blanca en esa región.

En la última década se nota una tendencia de la reducción de los contingentes militares estadounidenses desplegados en el extranjero. Puede ser que durante la presidencia de Trump esa tendencia solo va a fortalecer. Si es una decisión propia de Washington es un caso, así fue en Afganistán (aunque aquella situación también salió mal), pero completamente otro caso será la expulsa de las tropas de EE.UU. de un lugar "acostumbrado" por las autoridades locales, incluso si el gobierno local tenía un motivo para hacerlo. Por ejemplo, de este mismo modo las tropas estadounidenses ya tenían que abandonar Níger, Chad y Irak. Parece que Trump no quiere cambiar esa manera y va a esforzarse y pensar solo en proteger sus propios intereses. Los estados que se enfrentaron el enfoque egoísta de la Casa Blanca deben más fuertemente proclamar las exigencias contrarias a los EE.UU. porque solo esto puede obligar a los Estados Unidos contar con los intereses de otros países.



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