Como que no hay manera de ganarle una al Rey Juan Carlos de Borbòn. Si el presidente Hugo Chávez le hace caso y se calla, entonces aquí, los mismos que hoy lucen mantuanamente escandalizados por la respuesta presidencial al desplante real, estarían acusando al mandatario venezolano de bajar la cabeza y humillarse ante la corona española.
Polemizar con reyes no es cosa sencilla Y sobre todo cuando en el país parecen predominar todavía ciertos vestigios de la dominación española. Y no lo digo como recurso retórico. Soy asiduo lector de las más variadas páginas web, y he visto, sorprendido, que está circulando por allí una vergonzosa carta en la cual se le pide, en nombre del pueblo venezolano, perdón al Rey Juan Carlos. Sus redactores son tan opositores a Chávez que prefieren imitar la conducta asumida hace dos siglos atrás por los blancos criollos enemigos de la lucha independentista antes que reaccionar como latinoamericanos. Con el argumento de no ofender a la madre patria, los realistas de hoy no tienen empacho alguno en negar que quien perdió los papeles, con todo y corona, fue el mismísimo Rey de España.
La actitud de Don Juan Carlos, en tierras que ya no son predios españoles, no sólo es un irrespeto a un mandatario electo y reelecto por el pueblo. Es, con toda la consideración para Su Majestad, una muestra de su prepotencia, que seguramente es tan hereditaria como el trono que hoy ocupa quien recibiera los favores del generalísimo Francisco Franco para conducir los destinos de España después de la muerte del caudillo. Allá el pueblo español si desea o no mantener la monarquía como sistema político. Ese es asunto de ellos. Pero, por muy Rey, con mayúscula y todo, que sea Juan Carlos de Borbón, ello no le da derecho a exigirle que se calle a un jefe de Estado, que no llegó al poder de la mano de un tirano, como algunos…
El Estado español decidió asumir una conducta de solidaridad automática con el ex primer ministro José María Aznar, cuya administración estuvo metida hasta los tuétanos en el intento golpista de 2002, como lo estuvo también en la sangrienta ocupación de Irak. Esa es una decisión soberana, que no compartimos pero que respetamos. Igualmente soberana es la decisión del presidente Chávez de denunciar ante el mundo la conducta del señor Aznar. Si el Rey se da por aludido por algo será. El que se pica es porque ají come, dice un refrán, que si no es de origen español debe tener su equivalente.
Pero Rodríguez Zapatero está dando una lección a la oposición venezolana. No porque le haya respondido a Chávez, sino porque al defender a Aznar dice actuar en nombre de la defensa de los intereses de España. Y tragando grueso, porque el personajillo que le antecedió no es, evidentemente, santo de su devoción. Nuestra oposición, salvo excepcionales conductas silenciosas que prefieren no rayarse defendiendo la pataleta real, ha escogido el camino de vitorear al monarca y celebrar que se pretenda pisotear la dignidad de Venezuela. A falta de líderes, bueno es el Rey. Qué pena con esos señores…
LUIS HERERRA. Lamentamos sinceramente la muerte del expresidente Luis Herrera Campíns. Una cosa fue su gestión de gobierno, cuyo saldo el país conoce, y otra la admirable conducta de este venezolano que supo conducirse humildemente y que siempre se mostró abierto al diálogo. Lo conocí cuando fui reportero y recuerdo, entre otras cosas, la oportunidad en la cual El Diario de Caracas, propiedad entonces de Granier y Cìa, aplicó censura a una entrevista que yo le realicé. El ex presidente Herrera muere en un momento en el cual todos, chavistas, antichavistas , ni ni e indiferentes, debemos encontrar la sabiduría para que el debate político, por muy intenso que sea, no degenere en situaciones tan peligrosas o peores que las vividas entre 2002 y 2004.